La revolución de Claudio Monteverdi

Por Francesco Milella Una época histórica muere lentamente, con caídas y repentinas recuperaciones hasta el silencio definitivo. Así,  como vimos las semanas pasadas,  murió el […]

Por Francesco Milella Última Modificación abril 24, 2016

Por Francesco Milella

Una época histórica muere lentamente, con caídas y repentinas recuperaciones hasta el silencio definitivo. Así,  como vimos las semanas pasadas,  murió el Renacimiento dejando lugar al Barroco, que tímidamente fue tomando su lugar marcando nuevos caminos. La historia de la música nos ofrece – afortunadamente – una impresionante cantidad de compositores que entre los siglos XVI y XVII vivieron y animaron esta revolución musical. Pero uno solo, un solo compositor entre ellos fue capaz de cerrar definitivamente el Renacimiento y abrir las puertas del Barroco. Se trata de Claudio Monteverdi quien, a través del madrigal, dará vida a una verdadera transformación.

Claudio Monteverdi nace en 1567 en Cremona, pequeña ciudad en el norte de Italia donde, menos de un siglo después, nacerá Antonio Stradivari. A quince años de edad, gracias al apoyo de su maestro Marcantonio Ingegneri, Monteverdi logra publicar en Venecia sus primeras composiciones vocales, caracterizadas todavía por un lenguaje polifónico y contrapuntístico que marcará la música monteverdiana hasta 1587 cuando publicará su primer libro de madrigales. La cercanía al Renacimiento es evidente, no solamente en su lenguaje musical sino tambien en la forma: el madrigal fue el protagonista de la literatura y de la música entre los siglos XV y XVI, como texto poético y, sobre todo, como breve forma musical, vocal, profana y polifónica, vinculada a temas como el amor, la pureza y la belleza en un clima a menudo bucólico.

Esta es la tradición que acompaña a Monteverdi hasta 1590 cuando publica finalmente el segundo libro de madrigales, con el cual el compositor italiano parece lentamente alejarse de la tradición polifónica para acercarse a un lenguaje musical más atento al equilibrio y a la unión entre las  voces. Con el tercer libro, primera obra publicada en Mantova donde había llegado en 1590 para trabajar al servicio de la poderosa familia de los Gonzaga, el cambio es total. Monteverdi rechaza definitivamente la que comúnmente se conoce como “prima prattica” (traducible como gusto, estilo), inclinándose hacía la “seconda prattica” en donde toda la estructura musical (armonía y ritmo) se pone al servicio de la palabra y de su melodía. Monteverdi cierra así el Renacimiento y abre el Barroco.

Pero, en concreto, ¿en qué consiste este cambio? Como siempre, la única respuesta está en la música. Les propongo escuchar dos madrigales diferentes de Monteverdi: uno de la primera fase renascentista, precisamente del I libro de 1587 y uno de la segunda fase, o más bien, de la “seconda prattica” del IV libro del 1603.

El primer madrigal “Arsi ed alsi a mia voglia” fue compuesto cuando Monverdi tenía veinte años. Su lenguaje es un interesantísimo testigo de polifonía italiana de finales del siglo XVI: las voces se mezclan entre ellas de forma delicada y elegante con elaboradas estructuras contrapuntísticas y rítmicas donde la palabra desaparece para dejar su lugar a la música y a sus elaboradas geometrías. Es un Monteverdi todavía joven, inmaduro y áspero, casi superficial pero ya capaz de dar vida a exquisitos momentos musicales

El segundo madrigal “Sfogava con le stelle”, publicado dieciséis años después en 1603, nos abre un mundo musical totalmente diferente: más allá de la genial madurez y solidez del lenguaje de Monteverdi, lo que nos impresiona (podemos imaginar la impresión que provocó en su época) es la diversidad formal respecto al primero. Las voces viajan compactas con el único objetivo de poner al centro la palabra y su significado. En esta estructura más uniforme, la polifonía no desaparece del todo pero pierde su fuerza originaria para colocar al centro la melodía, alrededor de la cual armonía y ritmo se mueven sin perderla de vista.

Con la “seconda prattica” Monteverdi marca el nuevo camino de la música barroca poniendo las bases de un nuevo lenguaje musical. Quedan por descubrir sus infinitas potencialidades: será el mismo Monteverdi, quien pocos años después, mirando a lo que estaba sucediendo con Jacopo Peri y su “Euridice” en Florencia, tratará de aplicar este nuevo lenguaje a una nueva forma teatral, misteriosa e inédita donde los personajes, en vez de hablar, actuaban cantando.  Será un experimento que cambiará la historia.

Francesco Milella
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