Orquesta Sinfónica de Chicago, dirige Daniel Barenboim
La sombra de Arnold Schönberg –un compositor extravagantemente elogiado y condenado, pero con la misma frecuencia incomprendido– se cierne sobre todo el último siglo de la música culta. El desafío que planteó, de composición con “doce tonos que sólo están relacionados entre sí”, resultó ser uno de los legados artísticos más controvertidos del siglo: una ruptura con varios siglos de tonalidad.
Irónicamente, mientras que otros lo veían con frecuencia como un radical, Schönberg se veía a sí mismo como un defensor de la tradición de la música culta occidental, un evolucionista más que un revolucionario. En sus propias palabras: “No le doy tanta importancia a ser un hombre del saco musical como a ser un continuador natural de la buena y antigua tradición correctamente entendida”.
Terminadas en 1928, las Variaciones para orquesta, Op. 31, son una obra monumental que muestra al compositor en sus dos facetas: como tradicionalista y como innovador. Es la primera obra orquestal de Schönberg escrita utilizando su técnica serial; Como tal, su sonido mismo podría resultar extraño y desconcertante para los oyentes criados en la tonalidad. Sin embargo, su estructura formal es casi reconfortantemente clara. Aunque las Variaciones pueden sonar alucinantemente complejas en la primera escucha, están divididas en tres secciones discretas, que son bastante fáciles de seguir si se sabe dónde están las “articulaciones”. Una introducción atmosférica y brumosa prepara el escenario; sigue la sección del tema y las variaciones; y un final extenso cierra el conjunto.
La falta de modulación tonal tradicional impulsa el genio escabroso de Schönberg a su máxima expresión. Privado de una de las herramientas fundamentales en el equipo de un compositor, recurre a medios alternativos de contraste y expresión. Así, las variaciones en el corazón de la pieza se distinguen por fantásticos cambios de color, ritmo y textura orquestales. Explosiones orquestales de gran sangre se topan con delicados episodios de música de cámara; la estridencia da paso a la calma; un paisaje urbano ruidoso se corta para dar paso a un vals elegante, la música casi cinematográfica en sus cambios de perspectiva. La técnica de Schönberg de la Klangfarbenmelodie (dividir una línea melódica entre instrumentos para enriquecer el color o la textura) y el contraste constante entre la orquesta completa y los conjuntos más pequeños de estilo camerístico que la componen hacen que el sonido puro de las Variaciones sea una fuente de constante asombro.
El finale, que viene después de las nueve variaciones que se encuentran en el centro de la pieza, puede considerarse tanto como una variación adicional y muy ampliada por derecho propio, como un episodio culminante independiente. El espíritu que preside, insinuado en la introducción, es el de J.S. Bach, una declaración bastante explícita del respeto de Schoenberg por la tradición que él mismo consideraba mantener. Este finale polifónico hace uso tanto del material temático principal como del llamado motivo BACH (en la notación musical alemana, las notas si bemol, la, do y si natural).
Fuente: Scott Spires para Articulate Silences
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