Sonata no.26
Op. 81a “Los Adioses” – mi bemol mayor
Adagio-Allegro
Andante espressivo
Vivacissimamente
La sonata Los Adioses, es un ejemplo único dentro del ciclo de una obra verdaderamente programática. Fue compuesta para su amigo y discípulo, el archiduque Rodolfo, cuando se vio obligado a salir de Viena ante el avance del ejército napoleónico en 1809. Las ideas centrales de la obra giran en torno a estos sucesos; la partida, la ausencia y el retorno, están tejidas poéticamente en una poderosa estructura musical y el tratamiento del plan es amplio y brillante. ¿Habrá obtenido Beethoven como sugestión original para este plan, el Capricho sobre la partida de un hermano querido de J.S. Bach?
La sonata presenta una gran unidad temática construida sobre básicamente dos células, que aparecen en los primeros compases de la introducción, un resumen de toda la obra. El primer tema del allegro contiene las dos células, la primera desarrollada en el ritmo de la segunda. El puente y el segundo tema del movimiento están formados por variaciones de la misma célula, acompañado de apoyaturas poco usuales para la época. El desarrollo, de sentimiento poético, expresa queja y lamento.
El andante construido sobre la segunda célula en inversión tiene un carácter interrogativo, a lo que contribuye su armonía indecisa, a causa del acorde de séptima disminuida. Este mismo tema con la armonía y con la misma intención poética, lo empleó Wagner en “La Valkiria”. La marcha tonal de este tiempo es curiosa y participa de la misma indecisión del tema, lo que justifica por completo el título de “La ausencia”. El movimiento termina con un enlace final por una modulación enarmónica.
“El retorno” comienza con una introducción en arpegios en la dominante de mi bemol, la tonalidad principal. El primer tema de este final, construido en forma sonata como los otros movimientos de la obra, lleva en sí el ritmo de la segunda célula. El segundo tema es una construcción contrapuntística cuya segunda frase contiene de nuevo el diseño de queja o lamento que encontramos en el primer movimiento. Después de un desarrollo modulante de ambos temas una subdominante encadena a la recapitulación.
Sonata no.28
Op.101 – la mayor
Allegretto ma non troppo
Viva alla marcia
Adagio ma non troppo con affetto
Allegro
En 1816 Beethoven escribió la primera sonata de su último periodo. Estas obras se caracterizan por su enorme inventiva formal y por la conquista de un campo altamente especializado, el contrapunto; así como por alcances armónicos de una insuperable sofisticación para su época. Las dos catedrales formales de la música, la fuga y la sonata, se unifican en estas obras como un nuevo mensaje ético que excede las capacidades de la forma lírica. Además, el progreso de Beethoven en los campos sinfónico y de música de cámara se plasma en los nuevos desarrollos temáticos que desenvuelven de manera extensiva el material compacto. Sus últimas cinco sonatas poseen el aliento y majestad del pensamiento sinfónico y la intimidad y espiritualidad de la música de cámara. La op. 101 es la primera obra en todos estos sentidos.
Beethoven dedicó la obra a la baronesa Ertmann, una de las más eximias intérpretes de sus sonatas. Tan es así que Mendelssohn, que la conoció en Italia, aprendió de ella el estilo brioso, plástico y viril de la interpretación beethoveniana.
La sonata comienza con un movimiento lírico de gran placidez, con amplias melodías, cadencias elusivas, acordes espaciados e imitaciones de los cantos en el registro agudo, que en muchos sentidos anuncia el arte romántico de Schumann y Brahms.
El segundo movimiento es una marcha a caballo en fa mayor, con el característico ritmo punteado del último periodo beethoveniano. A la manera de un scherzo, tiene un trío que se escucha antes del retorno del ritmo marcial.
Le sigue un movimiento lento y corto, con expresivos contrastes en la mayor. Especialmente llamativas son las relaciones tonales que Beethoven introdujo como innovación a la estructura de sus últimas obras. Sorprendentes series de séptimas disminuidas (como en la Fantasía Cromática de Bach) nos conducen de regreso a la tonalidad primaria.
Tras una mínima reminiscencia del allegretto, inicia el movimiento final, una vigorosa forma sonata que tiene una gran fuga como sección intermedia del desarrollo. El tema del movimiento se desarrolla como un tema de sonata, si bien tiene todas las características de ser un sujeto principal de una fuga.
Sonata 29
Op.106 “Hammerklavier” – si bemol mayor
Allegro
Scherzo: assai vivace
Adagio sostenuto: Appassionatto e con molto sentimiento
Largo: Allegro risoluto
Entre 1815 y 1818, Beethoven compuso sólo dos obras, los opus 101 y 106. En esos años la conciencia de su soledad esencial era terrible y completa. Pero cabe suponer de que el aislamiento del mundo significada la entrada en una región diferente. La sonata “Hammerklavier” es la expresión de un hombre que sufre lo indecible, de una valentía y voluntad infinitas, pero sin Dios y sin esperanzas para acompañarlo. La sonata es la completa expresión de una fase importante en el desarrollo de Beethoven. El artista completamente desnudo que no tiene más que sus recursos interiores, en una sordera extrema dijo una de sus últimas palabras en esta obra.
El valor y la resolución que encontramos en el primer movimiento, son curiosamente austeros. Se expresa aquí una recia valentía que no se colora con adorno alguno, los elementos son casi fríos, de una vehemente transparencia. El hombre que escribió esta música es un gran solitario. No ha perdido nada de su valor, pero al parecer el sufrimiento lo ha endurecido. Por otro lado, en el scherzo hay muy poco buen humor, más bien se sostiene de una fiereza lacónica, con trazas de una formidable pasión que se expresa siempre con brusquedad.
El movimiento lento es la expresión deliberada de un hombre que ignora las reservas. En esa desdicha no existe nada que pudiéramos llamar vida, y a pesar de ello es capaz de subsistir. Sea fidelidad a la experiencia psicológica o el instinto de un artista sin igual, el Largo que sigue al movimiento lento es un prodigio de arte. La música nos pone en un estado hipnótico. Un paulatino despertar de un estado de suspensión muda que satisface una aspiración espiritual. ¿Y de qué despertamos? De la ciega y desesperada energía que ha quedado en este hombre.
Para expresarlo todo, hay que expresarlo de manera que las ideas puedan desencadenar rabiosamente y sin frenos, su rapidez y violencia. Para ello Beethoven eligió la fuga y con ella agotó todos los recursos para que la masa se moviera a cada momento con el ímpetu necesario. En un punto creemos que la fuga llega a su culminación y una interrupción se produce. Aparecen unos cuantos compases dolce e cantabile, de serenidad que rodea a esta furiosa lucha. Pero de pronto volvemos a ser envueltos en esta precipitación, primitiva, fundamental e inconquistable de los impulsos manifestados en los seres vivientes. Un adagio final es complemento natural para terminar la obra, porque nada ha sobrevivido. La grandeza de Beethoven se revela en el hecho de que, habiendo pasado por una experiencia que le dejó tan poco para expresar y le apartó de su entorno, aún expresar tanto.
La Hammerklavier fue dedicada al archiduque Rodolfo. Se publicó en 1819, bajo el título “Grande Sonate pour le pianoforte” y es la más extensa de todas sus sontas.
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