Grandes sonatas de Beethoven II – Daniel Barenboim Piano

Sonata no. 17 Op. 31 no.2 “La tempestad” – re menor Largo: allegro Adagio Allegretto En 1802, Beethoven de 32 años y en plena efervescencia […]

Por Música en México Última Modificación octubre 20, 2014

Sonata no. 17

Op. 31 no.2 “La tempestad” – re menor
Largo: allegro
Adagio
Allegretto


En 1802, Beethoven de 32 años y en plena efervescencia de su poder creador, escribió la sonata para piano no. 17. Beethoven siempre necesitó de la faceta intelectual en su labor creadora y consideró sus obras como experiencias vividas. Para él los términos “componer” y “escribir poesía” eran sinónimos. “Lean la ‘Tempestad’ de Shakespeare”, exclamó al preguntársele sobre el significado de esta sonata. Cuando se sentaba a escribir siempre tenía una imagen mental sobre la que construía sus concepciones. “Estas ideas rabian y rugen en mi mente, hasta que aparecen delante de mí en forma de notas”.

Esta sonata ha sido calificada como una obra sombría. Inicia con un Largo que sólo dura compás y medio, formado por una dominante de re menor. El acorde anuncia de manera dramática la forma como se desarrollará el movimiento. A lo largo del mismo, Beethoven intercala reminiscencias del acorde inicial. Por medio de un recitativo semejante al último movimiento de la Novena sinfonía, la reexposición introduce un tema principal, y una serie de pasajes de acordes cierran majestuosamente el movimiento. La vena poética continúa fluyendo en los otros movimientos. Como en el primero, el preludio de un acode anuncia un “adagio” solemne, donde la armonía se resuelve en un apacible canto en fa mayor, de un colorido fascinante.

El último movimiento es puramente beethoveniano. Está escrito en forma-sonata, pero su contenido lo informa un tema fugado. El segundo tema, un fantástico nocturno de claroscuros, le es similar. Beethoven ha dicho ahora todo lo que tenía que decir pianísticamente en la tonalidad de re menor. Ya volverá a utilizarla en el primer movimiento de la Novena.


Sonata no. 21

Op.53 “Waldstein” – do mayor
Allegro con brio
Introduzione: adagio molto
Rondó: allegretto moderato
Prestissimo


En esta sonata, Beethoven abandona los métodos ortodoxos y muestra un vigor y una intrepidez de ideas que revelan claramente el nuevo rumbo en el tratamiento del material sonoro. El proceso de composición de esta sonata comenzó en 1804, pero su publicó hasta el año siguiente y fue dedicada al conde Waldstein, uno de los grandes amigos de Beethoven y quien con sus cartas le abrió las puertas de varios palacios vieneses. Si se recuerda que por esta época Beethoven estaba bajo la terrible preocupación de su sordera progresiva, es un tanto raro que nada de eso se muestre en esta obra, y que sólo encontremos en ella una vitalidad exuberante.

El virtuosismo fue para Beethoven un medio necesario en la búsqueda de un nuevo tipo de expresión musical, este elemento comenzará a asentarse cada vez más en las obras pianísticas de la época. Cuando obtuvo una absoluta libertad en ese sentido, su deseo natural fue el de llevar dicha expresión a una gran perfección técnica, de donde pudieran brotar obras acabadas en cuanto a efecto y brillo.

La sonata “Waldstein” por la plasticidad de sus ideas, por su gran sentido dramático y por la ingeniosidad de su técnica, constituye una nueva revelación en el campo musical. La obra consta de dos movimientos. Un allegro con brio en el que se exponen ideas de carácter jovial y enérgico. Casi durante todo el tema principal del movimiento importa la pulsación repetitiva en corcheas de los acordes que funcionan como sostén del material melódico. El segundo movimiento consta de tres partes, que en realidad son los tres movimientos restantes de la sonata: introducción (Adagio molto), rondó (Allegretto moderato) y Prestissimo. El contenido de este movimiento está condicionado por el primero y consiste en un canto de victoria. El adagio se inicia con un tema pensativo y ensoñador que sugiere una secreta pesadumbre. Un tema a manera de canción, extraído probablemente del folclore renano surge y es revestido indefinidamente por jubilosos trinos y decorado con armoniosos arabescos. Es tan delicada esta melodía que no admite acompañamiento alguno. El poder de la primitiva canción se intensifica poco a poco hasta convertirse en un himno de inmensurable alegría, en un glorioso y triunfante do mayor. Todo finaliza con un gran regocijo.


Sonata no.23

Op. 57 “Appasionata” – fa menor
Allegro assai
Andante con moto
Allegro ma non troppo


Cranz, un editor de Beethoven, llamó a esta obra “La Appassionata”. Fue completada en 1806 y publicada al año siguiente. La dedicó a Franz von Brunswick, hermano de la condesa Teresa y de Josefina von Deym. Según parece, Beethoven anduvo enamorado de ambas hermanas, de ahí la explicación que algunos han querido darle a la sonata. Si se quiere ver desde esa perspectiva, se manifiesta entonces la dualidad amorosa entre la apasionada expresión y la meditativa tranquilidad que permean los primeros dos movimientos.

El título del primer movimiento nos previene de la impetuosidad que se avecina. Su tema está formado por las alturas que conforman el acorde de fa menor, que es presentado en todo el movimiento como un motivo de varios contornos, como una idea germinal, más que como un tema completo. Un motivo por sí mismo se basta para pequeñas concepciones. Más para las grandes formas que conllevan un inherente dramatismo se hace necesaria una sucinta declamación musical.

El segundo movimiento es un grupo de variaciones que, sin pausa, desembocan al movimiento final. La sola declamación de los bajos satisface al oyente, y no se necesita un mayor énfasis por parte de intérprete, ejemplo del dominio “orquestal” en un medio pianístico de Beethoven. Con un paso inexorable caemos en el movimiento final. Este movimiento no alcanza su pico más alto sino hasta la altura del “presto”. Todo el material precedente sólo ha servido para retrotraernos lógica, poderosa e hipnóticamente al estado emocional del primer movimiento, así como también para prepararnos a aceptar dicho estado como el clímax más alto de toda la obra. Estos compases finales constituyen la verdadera consumación de todo el proceso dramático.

Fuente: Bonilla, Luis Ernesto. Las treinta y dos sonatas para piano de Ludwig van Beethoven. Tercer mundo editores. Bogotá, Colombia

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