Jean Rondeau (París, 1991) es aún un veinteañero, pero está considerado por muchos como el mejor clavecinista del momento y, tal vez, de los tiempos modernos. Sus grabaciones con obras de Bach y con música de compositores franceses han recibido los mayores elogios, y lo han encumbrado como intérprete emblemático. Rondeau se adentra ahora en la música de Domenico Scarlatti, con un impactante CD. Su reciente visita a Madrid, para tocar en la Fundación Juan March, posibilitó esta entrevista.
(…) ¿Por qué Scarlatti ahora? Y, teniendo en cuenta que se conservan 555 sonatas de Scarlatti, ¿tiene previsto hacer más grabaciones de ellas?
Tenía ganas de hacer Scarlatti. Probablemente haré más en el futuro, pero ni siquiera me he llegado a plantear cuántos discos podrían ser. He estado tan concentrado en este proyecto que no me ha dado tiempo a pensar mucho más allá. Sin embargo, ha sido todo tan emocionante, me ha causado tanto placer grabar esta música y me siento tan satisfecho con el resultado que me he dicho a mí mismo que quiero grabar más Scarlatti, aunque solo sea otra vez. (…)
Siempre se ha dicho que en las sonatas de Scarlatti hay algo de folclore español. ¿Lo hay realmente?
Sí. Por eso se da tanta diversidad de caracteres en sus sonatas: en ellas puedes encontrar, por ejemplo, una atmósfera de caza, pero también danza, melodía pura, violencia, suavidad, acciacatura… En algunas se siente el ambiente amable de los jardines de Aranjuez. Y la inspiración de todo esto reside en la propia vida. Es normal que Scarlatti echara mano del folclore que había en Madrid. No era necesario que estuviera todo el día en la calle para imbuirse de ese folclore; bastaba con que un día fuera a una verbena y escuchara a alguien tocando una guitarra. Lo que quizá choca tanto es que fue uno de los primeros que buscó esa inspiración popular. Por eso sus sonatas son tan novedosas.
¿Escuchó antes de grabar este cd versiones de sus colegas? Y me refiero concretamente al que está considerado como el gran icono scarlattiano: Scott Ross.
No escucho nunca música para clave, todo lo contrario. Y no me refiero antes de grabar un disco, sino en general. El mimetismo es algo muy fuerte en el ser humano. Yo huyo de eso, busco un acercamiento a la música lo más puro posible. Quiero que sea la música la que me diga hacia dónde debo ir, no que me lo marque lo que antes hicieron otros.
Si no escucha música para clave en su tiempo libre, ¿qué escucha?
Cualquier tipo de música, incluido rock. Pero nunca música para clave. Si tengo que tocar en un concierto una partita de Bach, no pongo un disco, cojo la partitura y la leo.
Usted es un caso especial, porque empezó tocando el clave de niño, no pasó previamente por el piano.
Empecé con seis años y fue porque un día, en la radio, sonaba un clave. No tenía ni idea de qué era aquello, ni siquiera imaginaba el aspecto que podía tener. No recuerdo la obra que sonaba, ni el autor, pero desde ese momento decidí que quería tocarlo. Fue una casualidad, pues en mi casa nunca ha habido tradición musical. Los niños suelen fijarse en el piano o en el violín cuando empiezan, pero nunca en el clave. Y es curioso, porque posee una capacidad pedagógica increíble. Con un clave cualquiera puede producir inmediatamente un sonido, cosa que no sucede con la mayoría de los instrumentos, ya que para tocarlos son necesarios unos rudimentos técnicos y una cierta fuerza física. El sonido del clave es sensitivo, delicado, infantil en el estricto sentido del término…Por eso hubo tantos compositores barrocos, como Bach, que escribieron ejercicios para que los niños tocaran en el clave. (…)
Fuente: Eduardo Torrico, extracto de la entrevista publicada en la sección de grabaciones del nº 347 de Scherzo, de enero de 2019.
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