Aires nacionales: El jarabe

En 1844, en una colección de jarabes perteneciente al compositor Felipe Larios, aparecen los mismos sones antiguos

Jarabe
Por Música en México Última Modificación diciembre 10, 2021

En 1844, en una colección de jarabes perteneciente al compositor Felipe Larios, aparecen los mismos sones antiguos como El café, El sacamandú, junto con algunas novedades que aluden a la coyuntura histórica de la invasión norteamericana, como El yankee y El artillero. Una vez consumada la independencia, los bailes y cantos del país adquirieron carta de naturaleza. Se les escuchaba en los más disímbolos lugares. Lo mismo en fiestas pueblerinas, reuniones de salón que –lo que es más notable– en los conciertos de categoría.

Aun los más famosos solistas extranjeros tuvieron por costumbre congraciarse con los públicos locales, incluyendo en sus programas alguna pieza típica. En 1844, el famoso violonchelista alemán Maximiliano Bohrer, incluyó en su recital una pieza titulada El carnaval de México, formada por los más populares sones del país. El éxito fue instantáneo; la novedad se convirtió en una obligación para los artistas visitantes. En 1850, el vienés Enrique Hera, compuso como halago para sus oyentes unos Aires nacionales mexicanos basados en los más famosos sonecitos del país.

Los jarabes, antes tan perseguidos, ahora se bailaban y cantaban con el beneplácito de todos. Anticipándose a las peticiones, las compañías francesas italianas de danza, incluyan en su vestuario los disfraces de china poblana y de ranchero. Las condiciones eran ideales para que una obra salpicada de jarabes y aires nacionales como Un paseo en Santa Anita del compositor mexicano Cenobio Paniagua (1821-1892), estuviese entre los estrenos más memorables del Teatro Nacional.

La música nacional se había impuesto definitivamente. Como fenómeno interesante, habría que recordar que en aquellos años se registran a los gobiernos de Santa Anna, Comonfort y Juárez, así como durante la intervención francesa, existió una entusiasta, ingenua y democrática camaradería entre la música popular y la producción por los compositores cultos. La sabrosa invención anónima, la inspiración popular, fueron acogidas sin el menor rasgo de desprecio por los compositores de salón. La interacción de lo popular y lo culto era absolutamente normal. Gracias a la actitud de todos estos compositores se pueden conocer casi intactas algunas de las melodías populares del momento. El músico, médico y patriota don Aniceto Ortega (1824-1875), autor de la Marcha de Zaragoza, dedicada al vencedor de Puebla, y de la ópera nacionalista Guatimotzin, que tenía entre sus joyas un híbrido Vals-jarabe y una Viola tricolor, hizo uso generoso de los temas populares, de la misma manera que años más tarde Julio Ituarte (1845-1905), escribiría un capricho de concierto titulado Ecos de México.

Como culminación de la aceptación oficial y fecha clave que marca el principio de la proyección internacional de las melodías típicas, habrá que recordar el año 1884 no sólo como fecha de una de las elecciones de Porfirio Díaz, sino como el año de la fundación de la primera orquesta típica mexicana. Con la ayuda y bendición de los maestros clásicos del Conservatorio, y bajo la dirección de Carlos Curti, la orquesta inició sus actividades con un popurrí de aires nacionales que pronto se pasaría por la Exposición universal de Nueva Orléans. Empieza así la línea genealógica de las típicas mexicanas.

Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.

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