En folclore la canción de protesta en México

A principios de los sesenta y como resultado de la popularidad del rock, los géneros locales fueron casi totalmente abandonados por las nuevas generaciones.

Por Música en México Última Modificación enero 16, 2023

Al principiar los años setenta las únicas incursiones en el terreno del folclor y lo popular mexicano habían ocurrido en décadas anteriores, principalmente durante el nacionalismo posrevolucionario y el movimiento artístico social de músicos y pintores como Silvestre Revueltas,  Carlos Chávez, José Pablo Moncayo, Diego Rivera, José Clemente Orozco y Siqueiros. Compositores, investigadores aislados o estudiosos de buena voluntad como Manuel M Ponce, Higinio Vázquez Santana, Vicente T. Mendoza o José E. Guerrero iniciaron una valoración de la canción popular. Por otro lado, estaban aquellos que con sus grabadoras salían al campo y a la provincia para rescatar Insitu una infinidad de tradiciones musicales: Lilian Mendelson, Raúl Helmer, Irene Vázquez, Arturo Warman, Tomás Stanford, Eduardo Llerenas, Enrique Ramírez de Arellano y Beno Liberman, entre tantos otros.

Otro hecho relevante: a principios de los sesenta y como resultado de la popularidad del rock, los géneros locales fueron casi totalmente abandonados por las nuevas generaciones. Sin embargo, el movimiento folclórico, al margen del comercialismo, prosiguió su pausado movimiento marginal de rescate musical. Un joven mexicano, Beno Liberman, comenzó a trabajar por esas fechas con los mencionados Helmer, Warman e Irene Vázquez, en unos programas de música autóctona para Radio Universidad.

En 1962 el movimiento folclorista alcanzó su madurez. Se fundó la primera peña en México: el pesebre, de Beno Liberman. En un antiguo establo que se convirtió en un refugio de bohemios y estudiantes, funcionaba ese centro de reunión en el que colaboraban diferentes artistas, entre ellos muchos de los recién llegados de París: Rubén López, Adrián Bruno, Rubén Ortiz, Lilian Verine, Felipe Orlando, Jorge Saldaña, Milla Ojeda y María Elena Domínguez.

Poco después Beno Lieberman fundó la Asociación Mexicana de Folclore, también dedicada al estudio de los modelos tradicionales. Lilian Verine, la escritora francesa que había entrado en contacto con el movimiento latinoamericano en París, fundó en México la peña Farfelú y años después El callejón del ojito con la colaboración de Tito Yupanqui y la colombiana Nora Zapata. También en 1962 otro valioso elemento para el folclorismo en México, Salvador “Negro” Ojeda, abrió el café peña Chez Negro. El “Negro” Ojeda es hijo del doctor Ojeda, autor de Llueve, la famosa famosa canción de los años cuarenta, y fue desde su juventud un excelente bailarín intérprete de sones jarochos. En su peña presentaron grupos de fama local como Los andinos o Los criollos. Otros grupos importantes surgidos en estos años fueron los cantores de América dirigidos por el excelente músico y arreglista Alfredo Montaner, el grupo 2 × 4 y Folk Cinco de Rubén López. 

Años más tarde, con el propio Salvador Ojeda como fundador, surgió el grupo de Los Folcloristas. El grupo se especializó en la música de las diferentes regiones latinoamericanas y en el participaron muchos jóvenes como el propio Jorge Saldaña, hasta que en 1968 el “Negro” Ojeda abandonó el grupo.

Se pusieron de moda todos los instrumentos autóctonos de diferentes partes de Hispanoamérica: quenas, charangos, zampañas, violines huastecos, todas las diferentes clases de guitarras, flautas papantlecas, tumbadoras, bongoes, etc., y como instrumentación libremente folclórica vinieron a simbolizar en algunos casos un ideal político. El folclor se consideró como una posibilidad de oposición a la penetración cultural, una respuesta política a una situación política. No habría que minimizar la influencia que la revolución cubana tuvo sobre el naciente estilo de protesta. Otro cancionista relacionado menos directamente con el folclorismo, pero igualmente importante para la canción popular en México, fue Oscar Chávez. El hoy conocido cantante se inició en radio universidad y se convirtió en figura popular por su participación en la película Los caifanes; posteriormente se dedicó principalmente a resucitar las canciones mexicanas del siglo XIX: romances y corridos viejos.

El movimiento folclorista había existido como una actividad de aficionados. Se consideraba totalmente ajeno el profesionalismo y comercialismo, razón por la cual tuvo poca difusión y ésta se constreñía a medios de alcance muy limitados. Sin embargo esta difusión fue suficiente para que surgieron otros grupos de jóvenes folcloristas y nuevos solistas en peñas como El Cóndor Pasa, El Mesón de la Guitarra y el Nahual.

Al igual que el movimiento estudiantil del 68, el folclorismo se extendió por todo el mundo, y particularmente en México, el seguimiento de sus más reconocidos exponentes en América del Sur: Víctor Jara, Mercedes Sosa, Daniel Viglietti, Inti Illimani, Calchaquis, Violeta Parra, Nicomedes Santa Cruz, Carlos Mejía Godoy, etc., quien es de alguna manera transmitían un mensaje de protesta o denuncia de la situación política en sus países.

Otras importantes influencias que impulsaron el movimiento del folclore latinoamericano provenían del movimiento de canción de protesta en Estados Unidos y particularmente el movimiento encabezado en España por Joan Manuel Serrat, Raymond, Luis Llach y María del Mar Bonet. La influencia cubana través de compositores intérpretes como Silvio Rodríguez, Noel Nicola o Pablo Milanés, dentro de la llamada La nueva trova cubana, tuvo alta importancia ya que inició una variante de los modelos anteriores de recreación y rescate del folclor.

En México, Los Folcloristas, Amparo Ochoa, On’ta, Peña Móvil, trío La Propuesta, Conga Obrera, Los Nakos, Citlali, La Nopalera, Gabino Palomares, Un Viejo Amor, Anthar y Margarita, Guadalupe Pineda, Marcial Alejandro, Sanampay, Viraje, son algunos de los intérpretes que mantuvieron esta tendencia dándole el nombre de canto nuevo e inclinándose por cierto compromiso social.

En algunos casos, la admiración irrestricta por los modelos condujo a la inevitable invitación a crítica y sin aportación original. Los intentos por crear algo nuevo fueron débiles y el movimiento declinó para caer en manos de un nuevo comercialismo disfrazado de protesta. Sin embargo el folclorismo, la protesta y el canto nuevo fueron la semilla para el surgimiento de una generación de músicos con una mejor preparación.

Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.

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