Las orquesta populares mexicanas

La actividad de las orquestas en México se ha desarrollado en dos vertientes principales. Por un lado se encuentran las orquestas de indudable influencia norteamericana, […]

Por Música en México Última Modificación noviembre 28, 2022

La actividad de las orquestas en México se ha desarrollado en dos vertientes principales. Por un lado se encuentran las orquestas de indudable influencia norteamericana, tanto en su selección instrumental como en su estilo de arreglos. Por el otro, se encuentra el estilo tropical, de innegable arraigo popular a través de seis décadas. Tanto en uno como en el otro género, el país ha dado extraordinarios ejecutantes, buenos directores y conjuntos, así como no pocas composiciones famosas.

Las primeras grabaciones de canciones mexicanas se hicieron en Nueva York, y esto creó una indudable influencia en la instrumentación. Artistas como Guty Cárdenas grabaron con orquestas norteamericanas canciones al estilo de Ojos tristes, con instrumentaciones en las que participaron cuerdas, clarinetes, oboes y flauta. Aún algunas canciones que utilizaban forma de claves fueron grabadas al estilo de danzonete, probablemente por la dificultad de los músicos Yanquis para captar más sutiles diferencias rítmicas.

La influencia norteamericana persistió y durante los años 20 proliferaron en México las orquestas tipo jazz band formadas con los mismos músicos que más tarde se especializaron en danzón, como la Jazz Band Concha, formada por el célebre trompetista Juan Concha en la ciudad de Mérida.

En 1913 llegó a México el músico cubano y timbalero Consejo Valiente, mejor conocido como “Acerina”; su larga estancia en el país contribuyó a la nacionalización del danzón e inicio de la continua y fructífera interacción entre los músicos mexicanos y los cubanos.

En 1920 se formó en La Habana son Cuba de Marianao, cuyo trolero Alfredo Díaz radicaría más tarde en México. Esta orquesta sería la primera sonora; sólo cuatro años después formó la famosa Sonora Matancera. Para diferenciarse de las antiguas danzoneras, las nuevas sonoras añadían otro color instrumental y nuevos ritmos.1920 es también un año significativo en México; en este año se fundó el Salón México y por su salas de “La mantequilla”, “La manteca” y “El cebo” comenzaron a desfilar las nuevas danzoneras; entre otras: Tiburcio “El babuco” Hernández y su danzonera, y la danzonera de Dimas y Prieto. En aquellos años dominados por las estrellas del danzón, el cubano Tomás Ponce Reyes compuso Mérida de carnaval.

Durante toda la década de los veinte se mantuvo el interés por el danzón y los sones, pero la verdadera aclamación del género ocurriría en los años treinta. En 1932, el triunfador Agustín Lara formó para acompañarlo en el Teatro Politeama, el Son Marabú. Esta fue probablemente la primera sonora mexicana; en ella actuaban como trompetista el virtuoso Ignacio Soriano Zapata. El apogeo del danzón no impidió que se practicara con éxito los demás estilos, como lo demuestra la existencia de otros salones de baile famosos como El río rosa, Las mil y una noches, El burro, etc., en donde se tocaban estilos musicales más eclécticos que incluían el norteamericano.

Al finalizar los años treinta, en Cuba estaban de moda Arsenio Rodríguez, Pepe Delgado, Arcaño y el puertorriqueño Miguelito Valdés, integrante de la mejor orquesta de Cuba: El casino de la playa. Esta última orquesta rivalizaba con la Sonora Matancera, que años después se convertiría en la más importante de Cuba y en la acompañante por excelencia de solistas como Celia Cruz y Celio González. La Matancera se mantendría durante muchos años como la danzonera ejemplar; con ella cantó “Cascarita” y “Moscovita”, y en los años cuarenta actuó Pérez Prado como pianista y arreglista.

En México, en el antiguo Waikiki, surgió el son Clave de oro formado principalmente por cubanos; en sus filas reclutó músicos como Emilio B. Rosado y nuevamente contó con el mismo “Moscovita”. Desde los años treinta actuaba en el restaurante Los Sabinos la danzonera de Dimas y Prieto, con sus directores Amador Pérez “Dimas” y Silverio Prieto. “Dimas”, trombonista oaxaqueño y subdirector de la Banda de artillería, habría de pasar a la historia en 1944 por la creación de un danzón de danzones: el inolvidable Nereidas.

Otras influencias habrían de afectar el desarrollo de la música tropical en México; en 1933 había llegado a la capital el puertorriqueño Rafael Hernández con un conjunto típico que traía en su repertorio algunos sones puertorriqueños. El yucateco Wello Rivas y la cantante Margarita Romero se convirtieron en los intérpretes preferidos de Hernández. Más adelante, la influencia de “El Jibarito” Hernández se hizo visible en toda una serie de composiciones al estilo de su famosa Cachita o su no menos famoso Lamento borincano. Como resultado de esa nueva influencia caribeña tuvieron inmensa popularidad piezas como Amor perdido de Pedro Flores, Quisiera ser de Wello Rivas y Angelitos negros de Manuel Alvarez Maciste.

Simultáneamente al auge del estilo tropical, gran número de orquestas siguieron practicando el estilo de influencia norteamericana, como lo demuestra el éxito duradero de la orquesta “El escuadrón del ritmo” formada por el compositor Gonzalo Curiel y que contaba en sus filas de ejecutantes a los compositores Miguel Prado y Alberto Domínguez.

Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.

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