Existen muy diversas formas musicales para expresar el sentimiento de pena y tristeza, por ejemplo a través de una misa para difuntos (Missa pro defunctis): desde misas de canto llano hasta las versiones más elaboradas para ejecutar en concierto como los réquiems de Palestrina, Mozart, Berlioz, Verdi, Bruckner, Fauré, Dvorak. El texto sigue el de una misa normal sin el Gloria y el Credo y agrega un Dies Irae (días de ira). Pero no todos utilizan el texto en latín: El Réquiem alemán de Brahms utiliza textos de la biblia alemana; el Réquiem de Delius utiliza un texto de H. Simon descrito como “pagano”. El Réquiem de guerra de Benjamin Britten sigue el texto de la misa en latín, entrelazado con poemas de Wilfred Owen. Otros géneros musicales – no necesariamente misas – han servido para expresar los sentimientos de angustia, dolor e ira ante la muerte: Penderecki utilizó un gran conjunto de 52 cuerdas para su Treno por las víctimas de Hiroshima (1960); Stravinsky escribió unas Variaciones (1963-4) en memoria de Aldous Huxley; Luigi Nono compuso su Epitafio para F. García Lorca para coro y orquesta y en Recuerda lo que te hicieron en Auschwitz(1966) utiliza sonidos diversos en cinta magnética. Otras oraciones fúnebres, como el kaddisch judío, han sido objeto de musicalización como Josephs en su Réquiem, Leonard Bernstein en su tercera sinfonía y Ravel en su bella pieza para violín solo. También están las marchas fúnebres que se utilizan en una forma u otra en ceremonias públicas en honor de un difunto como el tercer movimiento de la segunda sonata para piano de Chopin y su Marche funèbre, Op.72b; el segundo movimiento de la sinfonía no. 3 de Beethoven (Eroica), y la Marcha ‘sulla morte d’un eroe’, un movimiento de su sonata para piano, Op.26; la marcha fúnebre de Sigfrido, de El ocaso de los dioses de Wagner; varios ejemplos en las sinfonías de Mahler; todas estas marchas tienen el carácter si no es que el título de marcha fúnebre.
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