por José Antonio Palafox
Continuando con su admirable labor de difusión de la música de concierto más allá de “los clásicos de siempre”, Naxos Records acaba de lanzar al mercado Guitar Music of Mexico, un espléndido álbum en el que se reúnen 10 obras de ocho compositores que amplían nuestro panorama de la música mexicana para guitarra sola a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI.
El disco inicia con Siena, homenaje a Andrew York, del compositor veracruzano Ernesto Hernández Lunagómez (1974). Se trata de una compleja meditación contemporánea de sofisticado aliento barroco en la que el joven guitarrista yucateco Cecilio Perera (1983) hace despliegue de un gran virtuosismo interpretativo como carta de presentación. Le sigue la evocadora suite Imágenes de Yucatán, de Julio César Oliva (1947). Estructurada en tres partes que hacen referencia a lugares emblemáticos del estado de Yucatán (Mérida, Paseo Montejo y Chichén Itzá), esta refinada y juguetona obra fusiona con acierto nuevas técnicas compositivas con elementos armónicos y melódicos tradicionales que nos remiten a las inconfundibles sonoridades de distintos momentos del siglo pasado. El mismo Julio César Oliva hace un inspirado arreglo para guitarra de La llorona, uno de los temas tradicionales mexicanos más conocidos e interpretados por infinidad de músicos, desde Chavela Vargas hasta Diamanda Galás, en las más variadas versiones y estilos. Después, el sabor popular cede el paso a las deliciosas 3 piezas para guitarra de Jorge Ritter (1957). Compuestas en 1982, son tres brevísimas exploraciones rítmicas de accesible estructura tonal que pueden contarse entre lo más digerible dentro del corpus creativo del compositor. Continuando en la vena lírica, la siguiente pieza del disco es la hermosa Marina, una luminosa reflexión de inspiración romántica compuesta por el propio guitarrista Cecilio Perera para Marina Razumovskaya, pianista y compositora que ha sido su compañera en diversas presentaciones de dúos para guitarra y piano. Esta encantadora obra nos sirve como respiro antes de abordar la que, con su casi media hora de duración, es la composición más extensa y ambiciosa de todo el álbum: la Sonata para el final de los tiempos, de Julio César Oliva. Aunque no resulta técnicamente demandante para el solista, esta pieza estructurada en tres movimientos (I. Señales proféticas, II. La gran tribulación, III. Paraíso recobrado) posee un cautivante entramado sonoro que envuelve texturas armónicas de singular intensidad dramática. Después, Cecilio Perera vuelve a hacer acto de presencia como compositor y arreglista con una elegante adaptación para guitarra sola de Sueño (Soñó mi mente loca), célebre canción compuesta por el músico yucateco Alfredo Tamayo Marín (1880-1957) en 1909. Discutible paternidad musical de Manuel M. Ponce aparte, el arreglo de Perera consigue dar a la canción un ritmo lánguido y perezoso, como si de una ociosa improvisación bajo una palmera se tratase. A esta ampliamente disfrutable obra sigue la tierna y expresiva Mabi, brevísima pieza de carácter íntimo escrita por el guitarrista Cutberto Córdova (1963) para su esposa. Después, el veterano compositor Juan Helguera (1933), figura imprescindible en lo que a difusión de la música mexicana para guitarra se refiere, hace acto de presencia con la conmovedora Un retrato, pieza que en su brevedad encierra una belleza arrolladora. El álbum concluye con Aires de son, evocadora suite en tres movimientos (I. Aire istmeño, II. Quedo, III. Son trunco) compuesta en 1977 por Gerardo Tamez (1948). Esta obra posee una atmósfera dinámica que bosqueja en delicados trazos la riqueza sonora de la música tradicional propia del sur de México, con un tratamiento melódico que apuesta más por las impresiones que por la técnica del intérprete. Gracias a ello, el compositor consigue un seductor efecto al mismo tiempo nostálgico y moderno.
La interpretación de Cecilio Perera —en su segundo disco para Naxos Records— es cálida, con una articulación y un fraseo impecables. Su lectura de las partituras rebosa empatía con el propósito de cada compositor, y se agradece que los hábiles movimientos de su mano izquierda sobre los trastes de la guitarra no “ensucien” el sonido. Por su parte, como es característico del sello discográfico, la calidad de la grabación es excelente.
Julio César Oliva: Sonata para el final de los tiempos / Cecilio Perera (guitarra)
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