por José Antonio Palafox
En 1935 el gran compositor, pianista y director de orquesta ruso Igor Stravinski (1882-1971) publicó Crónicas de mi vida. Se trata de un libro donde rememora anécdotas de su infancia y adolescencia, su etapa de formación musical, momentos importantes de su evolución como compositor para los Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev, los vertiginosos años que siguieron a la Primera Guerra Mundial y el inicio de su interesante periodo “neoclásico”, que abarca desde Edipo rey hasta Perséfone.
El objetivo de Stravinski al escribir estas memorias era no solo ampliar los horizontes de aquellas personas interesadas en su música, sino poner en claro de manera definitiva determinadas opiniones e ideas emitidas por el compositor en diversas entrevistas y que consideraba habían sido malentendidas, desvirtuadas y deformadas por los medios de un modo que afectaba la comprensión de su obra y creaba una imagen equivocada de su persona.
Así, en las páginas de Crónicas de mi vida el lector encontrará no solo las impresiones de un Igor Stravinski niño fascinado con un rollizo campesino que producía “música” apretando la palma de su mano derecha debajo de su axila izquierda, sino también la indignación mostrada por un Igor Stravinski treintañero ante la concepción de “el arte como religión” después de asistir, en 1912, a una representación del Parsifal de Wagner en Bayreuth, o el encanto que produjo en un Igor Stravisnki ya casi cincuentón el descubrimiento, en Londres, de El retablo de maese Pedro de Manuel de Falla. No exentas de una buena dosis de humor, las sabrosas anécdotas —algunas sobradamente conocidas, como el escándalo suscitado durante el estreno de La consagración de la primavera; otras no tanto, como la grosera reacción de un público “dotado de un inculto esnobismo” que interrumpió a gritos la primera representación de Une éducation manquée de Emmanuel Chabrier hecha por los Ballets Rusos en el Théâtre des Champs-Elysées de París— se ven complementadas con rigurosas reflexiones sobre el arte y el papel del músico como creador, en un marco por el que desfilan personalidades como Jean Cocteau, Vaslav Nijinsky, Claude Debussy, Gabrielle Chanel, Pablo Picasso y Arturo Toscanini, entre otros.
De lectura ágil y amena, Crónicas de mi vida es un documento valioso y esencial que nos lleva de la mano por el fascinante ambiente cultural de la Europa de la primera mitad del siglo XX a la vez que nos permite conocer de primera mano el pensamiento y la personalidad de uno de los compositores contemporáneos más importantes.
Igor Stravinski, Crónicas de mi vida, traducción de Elena Vilallonga Sierra, Alba Editorial, 2005
Igor Stravinski: Sinfonías para instrumentos de viento / Cornell Wind Symphony, dirige James Spinazzola
Comentarios