Una nueva serie de la BBC4 examina el arte de la partitura cinematográfica mientras los críticos del diario inglés The Telegraph endosan sus favoritas.
1. Las aventuras de Robin Hood (1938) – Erich Wolfgang Korngold. Una selección nostálgica señala el crítico David Gritten. “Fue la primera partitura musical que distinguí como acompañamiento perfecto a una película. De origen checo, Korngold era un eminente compositor y director de orquesta en Viena y Berlín antes de tener que huir a Hollywood por el nazismo. Privilegiaba secuencias muy animadas ideales para una película de aventuras de Errol Flynn como esta”.
2. Lo que el viento se llevó (1939) – Max Steiner. La obra maestra de Max Steiner es la partitura cinematográfica que acaba con todas y, a la vez, es un nuevo punto de partida por su exuberante romanticismo y buen humor. Se pueden escuchar antecedentes de lo que serán las posteriores partituras de Hollywood de gran escala como las de Elmer Bernstein, John Williams, John Barry y Hans Zimmer, entre otros. Rebbie Collin.
3. El fantasma y la señora Muir (1947) – Bernard Hermann. De toda la magnífica obra de Hermann, su partitura para la sublime fantasía romántica de Joseph L. Mankiewicz nunca deja de seducir. Toda la película está contenida aquí: las olas, la casita, el mar, el fantasma del capitán, el amor, el paso del tiempo, y la muerte y la vida de una mujer. Anne Bilson.
4. Ambiciones que matan (1951) – Franz Waxmann. La versión que hizo el director George Stevens de la novela clásica “Una tragedia americana” de Theodore Dreiser requería una partitura intensa y dramática y Franz Waxmann fue el compositor ideal. El principal tema musical es flexible y funcional tanto para una secuencia de baile romántica y como esencia de un amor condenado.
5. Un tranvía llamado deseo (1951) – Alex North. Señalada como una de las grandes partituras de jazz para cine, la música de North es ideal para subrayar las tensiones sexuales de la multipremiada obra de Tennessee Williams, dirigida por Elia Kazan.
6. Nido de ratas (1954) – Leonard Bernstein. Una curiosidad, la única partitura para cine comisionada a Bernstein, se sostiene sola como composición musical. Contiene un interludio lírico para la historia de amor, y pasajes percutivos recurrentes para la violenta acción. Su tono disonante, urbano, antecede a la música que Bernstein escribió para West Side Story (Amor sin barreras), que en forma de suite se incluye frecuentemente en los programas de las principales orquestas sinfónicas.
7. Ascensor al cadalso (1958) – Miles Davis. El miedo petrificante como estado mental emblemático del film noir nunca ha sido mejor expresado que en la partitura del jazzista Miles Davis para esta película de Louis Malle. Fue escrita en frente de la proyección de la película en un solo día. Al ver a Jeanne Moreau deambulando por las calles de París, la trompeta de Davis acentúa el clima de la soledad, y se puede percibir el estilo y ambiente de la “nueva ola” del cine francés de la época.
8. Vértigo (1958) – Bernard Hermann. Posiblemente el caso ejemplar de una partitura que encaja de manera perfecta en su contexto cinematográfico y también en la sala de conciertos. Es la partitura más romántica de Hermann – frecuente colaborador de Hitchcock – y que, a la vez, envuelve al espectador y oyente en la pesadilla que relata.
9. Los siete magníficos (1960) – Elmer Bernstein. Autor de memorables partituras como “El hombre del brazo de oro”, Bernstein escribió la música para este western clásico que se sostiene en cada minuto, rastreando y acentuando la acción dramática y violenta, con sutiles homenajes a otros compositores como Bartók, Ninguna partitura más western que esta.
10. 8 1⁄2 (1963) – Nino Rota. Federico Fellini y Nino Rota formaron una de las parejas director-compositor más destacadas del cine, y 8 1⁄2 permitió a los dos colaborar en perfecta sincronía creativa. Rota crea una sinfonía de melodías que continuamente compiten entre sí – swing, pop, rumba, música de fondo – y se entrelazan con Wagner, Puccini, Tchaikovsky y Léhar frenética y desenfadadamente; suena imposible de lograr pero a Rota nunca le detuvieron los límites de lo posible.
Otras grandes partituras que figuran justificadamente en cualquier lista Top Ten: El bueno, el malo y el feo, La misión (Ennio Morricone, 1966); El agente 007 (John Barry, 1969); Destruyan a todos los monstruos (Akira Ifukube, 1968); El padrino (Nino Rota, 1972); Ed Wood (Howard Shore, 1994); El final de la trama (Michael Nyman, 1999); Solaris (Cliff Martínez, 2002), y muchas más.
Fuente: The Telegraph, Londres.
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