Según el musicólogo y promotor musical, Eckhardt van den Hoogen, Gioacchino Rossini (1792-1868) “fue algo así como la imagen viviente de su figura operística más conocida: Fígaro; allí donde se mirara a comienzos del siglo XIX, allí estaba ya Rossini. Incluso compositores tan admirados y considerados como Ludwig van Beethoven tuvieron que rendirse ante el rival de Italia.
Rossini era hijo de un intérprete de trompeta y de una cantante de ópera, con lo cual su camino estaba ya fijado, pues quien de niño entra en contacto con el teatro musical, o bien sale corriendo o bien es atrapado por su encanto. En el caso del joven Rossini ocurrió esto último. A partir de 1810 comenzó el progresivo camino triunfal de sus propias óperas, que hasta 1823 siempre fueron estrenadas en su patria. Después siguieron los triunfos en París, donde en 1829 se estrenó su última ópera.
Il Barbiere di Siviglia: “Largo al factotum”
A partir de ese año, y en sus siguientes cuarenta años de vida, Rossini no compuso más obras escénicas, sino que se dedicó de manera más intensa a otra de sus aficiones: el arte culinario. También en este campo gozó de gran prestigio, y cuando falleció en París distintos compositores italianos escribieron conjuntamente una gran misa de difuntos en honor a un hombre que incluso el categórico Richard Wagner dijo que “era la primera persona realmente digna de respeto que se había encontrado en el mundo del arte”.
Óperas
Rossini escribió cerca de tres docenas de óperas en un periodo de tiempo bastante corto. Es un hecho incontestable que la comedia El barbero de Sevilla, en la que el avispado Fígaro ayuda al conde Almaviva a conseguir a su esposa, sigue figurando en el primer lugar en los gustos del público. El elemento cómico predomina también en La escalera de seda, La italiana en Argel, El turco en Italia, Cenicienta y La urraca ladrona, que son conocidas sobre todo por sus oberturas. Rossini toca temas más serios en Otello, Semiramis, Moisés en Egipto y, finalmente, en la ópera francesa Guillermo Tell.
La Cenerentola: “Non più mesta”
Sus dotes musicales están en evidencia en una música brillantemente orquestada, que despliega un gusto por el crescendo, el virtuosismo vocal, el humor y el efecto teatral.
Música de iglesia
Rossini aplicó a la versión original de su Petite Messe solennelle (Pequeña misa solemne) una dotación sumamente original: las doce voces solistas son acompañadas por dos pianos y un harmonio. Más tarde realizó una orquestación para esta obra que, junto a su Stabat Mater, es una de sus composiciones religiosas más interpretadas.
Stabat Mater
Orquesta Sinfónica de Zaragoza
Música de cámara
A los doce años de edad, Rossini dio pruebas elocuentes de su talento musical con sus seis sonatas para instrumentos de cuerda, en las cuales el estilo operístico que por entonces estaba de moda se adapta para un pequeño ensamble instrumental. Los seis cuartetos para instrumentos de viento y los cuartetos para flauta y trío de cuerdas son notables pero figuran con poca frecuencia en los repertorios; lo mismo sucede con su música para piano.
En 2018 se celebraró en muchas partes del mundo su 150 aniversario luctuoso, incluyendo el famoso festival de Pesaro, donde nació.
Fuente: E. van den Hoogen, El ABC de la música clásica, México, Taurus/Santillana, 2001.
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