Programa no. 2: Marcela Rodríguez, Beethoven y Dvorak.
por Ricardo Rondón
Con una magnífica entrada en la Sala Nezahualcóyotl, se llevó a cabo felizmente el segundo programa. José Areán estaba en el podio y prodigó talento, control, matices y balance en un programa nada fácil pero siempre estimulante. La orquesta estaba en excelente forma sobresaliendo la sección de alientos. Se estrenó Nocturno Violento de Marcela Rodríguez (1951), una de las mejores compositoras de México y cuyas ideas llevan una fuerza notable dentro de un mundo sinfónico que nada más le pertenecen a ella. Nocturno Violento pretende acercarse al mundo del sueño y la vigilia nocturna donde paseamos los seres humanos por lo menos seis horas diarias en estado horizontal. Llegan pasajes violentos, intensos, pesadillas y terror. Aunque hay una cita de Gustav Mahler, esta es secundaria en una obra tan personal y suya que solo ella podía haber producido. Dentro de una orquestación deslumbrante por su intensidad y brillantísima por los sonidos que logra, sentimos que caminamos por una selva en donde los sonidos animales, especialmente las aves, nos rodean y ejercen su encantamiento. La batería de percusiones es inmensa e incluye palos de lluvia y una serie de instrumentos que Marcela seguramente sacó de la cocina porque nunca antes habíamos escuchado algo así. La obra es básicamente violenta e intensa con pocos respiros líricos pero el camino de este sueño no es corto sino algo que deja huella. La orquestación es verdaderamente fabulosa y seguramente habrá una grabación próxima, ojalá, porque la voz de Marcela Rodríguez podrá gritar y asustar pero es irresistible. Areán y la orquesta se cubrieron de gloria deleitándose en las múltiples oportunidades de lucimiento. El sabor pictórico no tiene parecido con ninguna otra obra que conocemos.
El trio Wanderer integrado por Jean-‐Marc Philips-‐Varjabédian al violín, Raphael Pidoux en el chelo y Vincent Coq en el piano son tres artistas espléndidos, que forman un equipo notable al servicio de la música. El triple Concierto de Beethoven se escucha en México con cierta regularidad pero en esta ocasión fue tocado por un verdadero trío y hace toda la diferencia del mundo. Nada de superestrellas sino tres voces que se toman de la mano para comunicar la inspiración de Beethoven. Su temperamento y virtuosismo llama la atención y la concentración es digna de envidia. Beethoven se asoma al pasado en esta composición con la estructura del concerto-‐grosso. Los solistas son el concertino y la orquesta , el ripieno. El Trío Wanderer comunicó frescura y entusiasmo y el pianista, especialmente, es un maestro del “touché”. No había un solo sonido fuera de lugar y trabajaron admirablemente con Areán y la OSM. Como “encore” tocaron una Dumka de Antonin Dvorak, una danza folklórica checa con todo el sello de este genio.
La Sinfonía No. 8, Op. 88 de Dvorak es la más melodiosa de las nueve que compuso aunque ninguna nos ha dejado de gustar. Pertenece a 1889 y en Inglaterra la llamaron su Sinfonía Pastoral que descubrió en la música paisajes y sonidos rurales, todo fresco y encantador. Otras la han llamado su Sinfonía Bohemia por el sabor folklórico y nacional inconfundible. Lo que cuenta es el extraordinario lirismo y la belleza de cada movimiento. Areán mantuvo tiempos justos y decididos, dejando fluir las grandes melodías y luciendo a las cuerdas en el delicioso tercer movimiento. El balance entre las secciones de la orquesta fue óptimo. La pieza se desborda de encantos y belleza y todo se nos comunicó como si este fuera un banquete musical, lo que definitivamente fue. Fue un evento de primer nivel y las ovaciones no se hicieron esperar.
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