Arón Bitrán, violín
Alvaro Bitrán, violoncello
La Sonata para violín y cello fue compuesta en 1933 y estrenada en los conciertos del Teatro Hidalgo a finales de ese mismo año. Salvador Contreras consideró esta como su primera obra. Está constituida por cuatro movimientos: Allegro Moderato, Andante, Scherzo y Final.
El 20 de octubre de 1933, se tocaron los dos últimos movimientos en el concierto de la orquesta del conservatorio que dirigía Silvestre Revueltas. El diario nacional del 18 de octubre de este año decía lo siguiente:
Es interesante esta obra por ser la primera de un joven músico que ha descollado entre los alumnos de nuestro principal plantel musical. Hay energía inspiración y destellos de una personalidad que empieza definirse. Sin estar compuesta sobre ritmos y melodías mexicanas, tiene el sello y espíritu de nuestra música nacional.
En la Sonata para violín y cello podemos ver, ya en el primer movimiento, ciertas estructuras rítmicas que luego serían peculiares del estilo de Contreras. De hecho, el inicio de la pieza es sumamente rítmico e incisivo, en tanto que el segundo tema, de carácter más sereno, es elaborado en una escala mixolidia de re, muy cantabile. El movimiento transcurre en una clara estructura de forma sonata con breves desarrollos de los temas y una literal reexposición de los elementos de la primera sección. El segundo movimiento, andante, está construido en base a tres secciones que contraste entre sí, reapareciendo al final la primera de ellas. El Scherzo, en tempo vivace, recuerda a Beethoven y hasta pareciera inspirado en el de la Novena Sinfonía. En el Final, Allegro, el compositor elabora un intrincado diálogo entre ambos instrumentos.
La Sonata para violín y cello no está inspirada en elementos indígenas o mestizos, pero en cambio su fuerza, su vigor y también un sentido lírico, la hacen profundamente mexicana.
Fuente: Tello, Aurelio. Salvador Contreras. Vida y Obra. Colección de Estudios Musicológicos. México, CENIDIM, 1987.
Comentarios