De vampiros, brujas y otros monstruos en la música clásica (Tercera parte)

Por José Antonio Palafox Por su parte, el vampiro es uno de los seres oscuros más fascinantes para el público por la noción de inmortalidad […]

Por Jose Antonio Palafox Última Modificación octubre 31, 2016

Por José Antonio Palafox

Por su parte, el vampiro es uno de los seres oscuros más fascinantes para el público por la noción de inmortalidad inherente a su figura. Uno de los mayores miedos del ser humano es el de enfrentarse a la muerte, pero ¿qué sucede cuando se le ofrece la inmortalidad? Este es el terreno que básicamente explora la abundantísima literatura sobre vampiros (basada a su vez en las leyendas folclóricas de varios países, que dan por cierta la existencia de criaturas muertas que se alimentan de los seres vivos), desde La novia de Corinto de Goethe y El vampiro de John Polidori hasta la apocalíptica visión vampírica de Soy leyenda de Richard Matheson y los vampiros posmodernos de las Crónicas vampíricas de Anne Rice. Pero es Drácula de Bram Stoker la quinta escencia del no-muerto que camina entre los vivos alimentándose de ellos, y es precisamente este vampiro el que se ha convertido en fuente temática inagotable dentro de otros ámbitos de la cultura: cómics, videojuegos, programas de televisión, películas y, por supuesto, la música. Excepto la ópera El vampiro, compuesta en 1828 por Heinrich Marschner y basada en el relato de Polidori, prácticamente todas las composiciones sobre el tema giran en torno a Drácula.

Así, encontramos el Drácula de Philip Glass para cuarteto de cuerdas, el ballet Drácula de Philip Feeney, el musical Drácula de Frank Wildhorn, el Drácula de Wojciech Kilar, el Nosferatu para violín solo del compositor español Antonio Ballestín y el Nosferatu del polifacético compositor estadounidense John Zorn.

Antonio Ballestín: Nosferatu / Alma Olite (violín)

Philip Glass: Drácula (fragmento) / Philip Glass (teclado) y el Kronos Quartet, dirige Michael Riesman

Sin embargo, también existe otro tipo de seres sobrenaturales cuya presencia resulta muy perturbadora porque es incorpórea: los fantasmas. A grandes rasgos, se trata de las almas de personas que alguna vez estuvieron vivas pero que ahora, ya sin ninguna atadura física, se manifiestan perceptiblemente en el mundo de los vivos, vagando por los lugares que frecuentaban en vida. Como sucede con los vampiros, la pintura, la literatura y el cine se encuentran llenos de historias de fantasmas, algunas terroríficas y otras más bien melancólicas. En el caso de la música, la presencia de los fantasmas es más discreta, pero existente. Así, encontramos al romántico fantasma condenado a navegar eternamente sin descanso hasta encontrar un amor puro que lo salve mediante la muerte en El holandés errante de Richard Wagner, la poderosa presencia del fantasma del rey asesinado en los Hamlet de Liszt y de Tchaikovsky, el espectro enamorado que regresa del más allá para ofrecer una postrera serenata a su amada en La serenata del espectro, sexta y última de las Goyescas para piano de Enrique Granados, la misteriosa iglesia de la ciudad de Ys que, cuando el mar está en calma, deja escuchar el tañido de sus campanas y reaparece entre las olas conteniendo los fantasmas de sus feligreses en La catedral sumergida, décima pieza del Primer Libro de los Preludios para piano de Claude Debussy, los depravados fantasmas que victimizan a dos inocentes niños en la inquietante ópera Otra vuelta de tuerca de Benjamin Britten, basada en la novela del mismo nombre escrita por Henry James, y las extrañas e indefinibles presencias que trastornan las vidas de los dos protagonistas de la ópera Casa tomada del compositor portugués Vasco Mendonça, basada en el cuento de Julio Cortázar.

Claude Debussy: La catedral sumergida / Pavel Kolesnikov (piano)

Benjamin Britten: Otra vuelta de tuerca (Variación XII. Quint) / Onur Ertur (Quint)

Pero más horrible que cualquiera de los monstruos arriba mencionados resulta el último de nuestra lista, puesto que es real y tangible: el propio ser humano. En cierta manera, todas las personas tenemos un poco del respetable doctor Jekyll y del abyecto señor Hyde, y a veces solo basta una presión un poco mayor de lo normal por parte de nuestro entorno, o el deseo de gratificar psicológicamente algún impulso que creíamos reprimido en el fondo del subconsciente, para que la oscuridad surja de golpe y nos convierta en ese monstruo tan temido. Ahí tenemos, ejemplificando el primer caso, al soldado Franz Wozzeck que —reprendido y humillado por sus superiores— termina acuchillando a Marie, su amante, en la ópera Wozzeck de Alban Berg. El segundo caso se encuentra presente en la otra ópera de Berg, Lulú, donde la voluptuosa protagonista es asesinada a sangre fría y con la mayor saña por Jack el Destripador.

Alban Berg: Wozzeck (fragmento) / Dale Duesing (Wozzeck), Kristine Ciesinski (Marie) y la Frankfurter Museumsorchester, dirige Sylvain Cambreling

Alban Berg: Lulú (final) / Patricia Petibon (Lulú), Tanja Ariane Baumgartner (Condesa Geschwitz), Ashley Holland (Jack el Destripador) y la Orquesta Filarmónica de Viena, dirige Marc Albrecht

Sea como fuere, el hecho es que desde la noche del 31 de octubre y hasta la madrugada del 2 de noviembre coinciden las celebraciones del Día de los Fieles Difuntos, el Día de Todos los Santos y el Día de Muertos. Las brujas, los zombis, los vampiros y todos los diablos van a andar sueltos, y solo nos queda hacer a un lado el miedo y esperarlos en casa armados con una gran bolsa de dulces, o unirnos a ellos.

Jose Antonio Palafox
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