Para Vladímir Áshkenazy “la música es uno de los más grandes logros de la humanidad”. Lo dice quien la ha vivido intensamente, como escucha, pianista y director. El músico de origen ruso está en México para conducir dos conciertos con la Philharmonia Orchestra de Londres, en lo que será uno de los eventos musicales más importantes de la temporada.
Tanto en el primer concierto, realizado ayer en la sala Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes, como en el segundo, hoy en el Auditorio Nacional, la orquesta contará con la joven violinista Esther Yoo como solista. Al preguntarle su experiencia de trabajar con alguien de la talla de Áshkenazy, Yoo respondió en conferencia de prensa que lo recuerda desde su infancia. “Lo admiraba como pianista y como director. Trabajar con el maestro la primera vez fue como un sueño y desde el principio nos llevamos bien. Me siento muy bien al trabajar con él, siento que aprendo mucho de su experiencia en la música y me inspira mucho”. El maestro comentó que ha perdido la cuenta de cuántas veces ha dirigido el Concierto para violín y orquesta en re mayor, op. 35 de Piotr Illich Tchaikovsky, en el que Yoo será solista. “Lo que me gusta particularmente de los músicos jóvenes es que tocan sin afectación, de una manera muy honesta, sincera. Es muy raro, pero mientras ella toca podrán escuchar muchas notas correctas — afirmó con humor—. Hay pasajes muy difíciles, incluso no muy violinísticos, pero cuando ella toca nunca pensarán que es difícil”. Después de una larga carrera como pianista, en la que grabó todas las sonatas para piano de Beethoven y Scriabin, así como la obra pianística completa de Rachmaninoff, Chopin y Schumann, además de dirigir grandes orquestas, Áshkenazy indicó que, para responder lo que es la música, “tendría que ser un gran filósofo, lo que no soy. Pero pensando en aquello que ha producido la humanidad, mentes más brillantes que la mía han dicho que la música es la empresa espiritual más grande de la humanidad. Expresa algo para lo que no puedes encontrar las palabras correctas, nos eleva a un nivel de existencia más alto.” Los beneficios de la música clásica, que él prefiere llamar “música seria”, han sido numerosos, agregó el pianista y director. Recordó que durante su niñez en una escuela de Moscú un maestro decidió incluir una hora de música seria como asignatura semanal, que empezó con la música más sencilla. “En esta lección de 45 minutos, la mitad de los alumnos se fue y el resto se quedó. Regresaron cada sábado y fueron pasando a las sinfonías de Brahms, Beethoven y otros. Lo interesante es que los niños que se quedaron tuvieron mejores calificaciones. Es solo un ejemplo.” ¿Qué es lo que más disfruta al dirigir? Es muy simple: al dirigir música tan grandiosa, trato de mandar el mensaje a los músicos y espero que sea aceptado y produzcan lo que yo espero que produzcan. Se trata de hacer justicia a una de las grandes expresiones de la humanidad, que es la música. No puedo decir que hago todo bien, porque sé que no lo hago, además de que estoy entre grandes colegas directores. Como director trato de mandar este gran mensaje al público. ¿Existen ejemplos contemporáneos en lo que usted llama música seria Es una pregunta muy difícil de responder, no hay una respuesta comprensible. Nuestra gran música empezó tal vez en el siglo X o XI. Primero fue el canto coral, luego hubo un inicio muy lento de la música instrumental. Si empezamos con Bach, Haydn, Beethoven y Mozart, veremos cuánto se ha desarrollado la música en 200 años o algo así. Si tocáramos música de Shostakovich a Bach, ¿qué piensan que pensaría? Es posible que hayamos llegado a la última frontera de lo que esta música pueda producir, tal vez podamos ir más lejos (si es así estaré muy feliz, pero no estoy seguro). No soy filósofo y no estoy en el negocio de las predicciones, pero me temo que estamos llegando al final. Sin embargo, no debemos dejar de apoyar la gran música que se ha compuesto, porque eso nos lleva a un nivel de existencia más alto y hace mejor al mundo. Tchaikovsky: del rechazo a la posteridad Si en su presentación en la sala Blas Galindo Esther Yoo tocó como solista en La ascensión de la alondra, de Ralph Vaughan Williams, hoy en el Auditorio Nacional brillará en el Concierto para violín y orquesta en re mayor, op. 35 de Piotr Illich Tchaikovsky. La violinista comentó que “se trata de uno de los conciertos más hermosos y también más populares. Definitivamente hay diversos retos técnicos y musicales. Uno de los retos más grandes es que es una obra muy conocida, así que lo que disfruto es encontrar mi propia interpretación. Hay mucha belleza en el hecho de buscar tu propia interpretación en una pieza que es tan popular.” Vladímir Áshkenazy, que mucho sabe de este concierto, pues antes lo ha grabado con James Ehnes y Joshua Bell, además de haberlo dirigido muchas veces, comentó que cuando la obra se estrenó en 1881, con Adolph Boski en el violín, no tuvo ningún éxito. “En las primeras presentaciones, los críticos dijeron: ‘es una pieza muy ordinaria y aburrida, no tiene futuro’. Pero ahora todos la tocan”.
Fuente: Xavier Quirarte, en Milenio
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