Javier Camarena es sin duda una de las grandes superestrellas del repertorio de bel canto en la escena operística mundial, y el público de Zurich gozó de una muestra de su magisterio artístico durante un reciente concierto (12 de julio) ofrecido por la Opernhaus dentro del mini-festival “Finale”.
Camarena escogió un repertorio de bel canto enfocado principalmente a obras de Donizetti. La noche empezó con “Je suis joyeux” de Rita ou le Mari battu, una alegre y despreocupada aria cantada por un joven galán. Este fue el primer concierto de Camarena después de una obligada pausa por la pandemia. Su joie de vivre y su felicidad de estar presente y cantando de nuevo eran evidentes en cada nota espectacular, en cada burbujeante pasaje staccato, en cada exultante tralala. Fue un arrebato de vida y emoción.
La voz de Camarena es poco común: las notas agudas increíblemente fáciles son fuertes y seguras, pero el centro de su voz se encuentra más bien en el registro medio con gran fuerza lo cual da una uniformidad extrema en todo el registro . Demostró musicalidad y gran técnica, con un smorzando (desvanecimiento) bien pensado y una acertada utilización del pianissimo, pero sus mejores logros se hallan en la transmisión de emoción y pasión, con el poder de su instrumento cautivador.
El aria siguiente, “Un ange” de La Favorite, brindó a Camarena la oportunidad de exhibir su fraseo: su interpretación fue más intensa que melancólica, y le dio vida al atormentado Fernand.
Después de un aria de Le Rois d’Ys, de Edouard Lalo, con un La smorzando, seguido por dos arias de Donizetti: “Seul sur la terre” de Dom Sebastien, Roi du Portugal (en las que brindó unas notas super agudas en pianissimo) y, sin faltar, su aria emblemática “Ah, mes amis” de La hija del regimiento, con la que cerró la primera parte del recital. Durante la incesante ovación que despertó, alguien gritó “encore!”. Camarena se disculpó, riéndose, y respondió: “¿Ya vieron el resto del programa que sigue?”
En la segunda parte del programa cambió del francés al italiano: la primer aria “Nel furor delle tempeste”, de El Pirata de Bellini, fue el momento más extraordinario del programa. En mi opinión, Bellini exige un altísimo nivel de musicalidad y fraseo (en términos generales) que Camarena alcanzó con maestría y elegancia. La cabaletta fue irresistible, rápida, con un legato maravilloso y un Re agudo que sacudió al teatro.
Le siguió un aria de Donizetti, Genaro en Lucrezia Borgia, escrita para el tenor Mario en la versión parisina de 1840 – “Com’e soave quest’ora di silencio” – y después “E fia ver” de Betly, del mismo compositor.
Concluyó con el aria de Alfredo, del segundo acto de La traviata, de Verdi: “De´miei bollenti spiriti”. Camarena interpretó un Alfredo ideal: su poderosa voz comunicó toda la emoción del joven amante, y hasta la caballeta “O mio rimorso” (no lo mejor del maestro Verdi) logró convencer.
El primer encore, “Una furtiva lagrima”, fue abordada con un espectacular ataque, suave y preciso. Acto seguido Camarena dijo unas palabras emotivas en la que comunicó su felicidad de estar cantando de nuevo – evidente en su recital -pero también su profunda tristeza por la tragedia mundial que ha forzado el cierre de la música en vivo.
Pasó a cantar una obra de Schubert: Litanei auf das Fest Allerseelen (Letanía en la fiesta de todos los santos), una especie de réquiem, en memoria de todas las personas que han muerto de Covid-19. Desde un punto de vista estrictamente musical, la partitura es un poco demasiado grave para la voz de Camarena y quizás no dominó el estilo a la perfección, pero fue un momento muy emocional, apreciado por un público que reaccionó hasta las lágrimas. El pianista Enrico Maria Cacciari, fue una presencia insustituible en todo el concierto y contribuyó con una interpretación compasiva y de gran estilo de la música de Schubert.
Y, finalmente, Camarena repitió “Ah! Mes amis!”, lo cual fue un tanto desconcertante pues saltó de la pieza luctuosa de Schubert a los fuegos de artificio de Donizetti pero bastó para que el concierto terminara con una entusiasta ovación del público.
Fuente: Laura Servidei, en bachtrack.com
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