El Bolero de Maurice Ravel (1875-1937) es una de las obras orquestales más ejecutada en salas de concierto y plazas públicas; ha sido grabada incontables veces por las orquestas más famosas del mundo y ha servido de inspiración para múltiples coreografías. A casi cien años de su estreno, su popularidad no ha menguado y continúa la aceptación del público.
De acuerdo con su amigo, el compositor Samazeuilh, a Ravel se le ocurrió la melodía del Bolero una mañana mientras tocaba el piano con un solo dedo. Emocionado por ello, le comentó a su amigo: “¿No crees que este tema tiene una calidad insistente? Voy a intentar repetirlo varias veces sin ningún desarrollo, aumentando gradualmente la orquesta lo mejor que pueda”.
Fue así la génesis del Bolero de Ravel, escrito para la compañía de danza de Ida Rubinstein en 1928. Si bien el Bolero tiene un ritmo persistente, deliberadamente dotado de un carácter español y similar al que se encuentra en la música española de baile del mismo nombre, Ravel señaló que la obra no estaba cerca del bolero tradicional y manifestó no haber tenido ninguna intención pintoresca.
El Bolero es una obra que explora la estasis musical a partir de la reiteración de un material temático que se repite incesante, sin variación y desarrollo a lo largo de toda la obra; en palabras del compositor: una pieza que duraba diecisiete minutos y que consistía enteramente en “tejido orquestal sin música” y un largo crescendo progresivo. Quizá por ello Ravel escribió en una carta tardía: “Solo he escrito una obra maestra, el Bolero; por desgracia, esta obra está vacía de música”.
Fuente: Nota de Mariana Hijar Guevara, Programa primera temporada 2023, OFUNAM.
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