De España al norte de Italia, de la vihuela al violín

por Francesco Milella Cuando el Renacimiento fue lentamente descubriendo la música instrumental a partir de los últimos años del siglo XV, cada país se fue […]

Por Francesco Milella Última Modificación mayo 22, 2016

por Francesco Milella
Cuando el Renacimiento fue lentamente descubriendo la música instrumental a partir de los últimos años del siglo XV, cada país se fue en cierta manera “especializando” en un instrumento (o tipología de instrumentos); en particular, Francia se acercó al clave abriendo el glorioso camino sobre el cual Rameau y Couperin caminarán un siglo más tarde; la protestante Alemania prefirió la solemnidad y pureza del órgano, mientras que el área mediterránea desarrolló, entre otros, un singular interés por los instrumentos de cuerda, muy probablemente por influencia de las culturas árabes y judías: Italia se focalizó en el liuto, pilar de toda su música renacentista, España dio un impulso mayor a dos instrumentos, la vihuela de arco y de mano, que hoy nos parecen casi desconocidos pero que tuvieron el privilegio de ser los protagonistas de una fascinante y revolucionaria historia.
Junto a las misas de Cristóbal de Morales y Francisco Guerrero, a partir del siglo XVI el mundo español fue desarrollando una deslumbrante literatura musical totalmente focalizada en las tipologías de vihuelas, de mano y de arco. La primera era un instrumento muy parecido, en forma y técnica, a la guitarra moderna, con seis cuerdas de las cuales cinco dobles. La vihuela de arco tenía una forma parecida a su “hermana” de mano, con dos grandes diferencias: la primera era técnica ya que las cuerdas, apoyadas sobre un puente plano, se tocaban con un arco y no eran pellizcadas con la mano; la segunda es histórica.
Tras la conquista del Reino de Nápoles por parte de Alfonso de Aragón en 1442, y de la elección a Papa de Alonso Borja (Calixto III) en 1455, Italia es realmente invadida por la cultura española que se vuelve aún más intensa cuando en 1492 desembarcaron en la península todos los judíos sefarditas corridos de España. Llegan políticos, funcionarios, científicos y sobre todo músicos, con sus vihuelas tanto de mano como de arco. Roma y Nápoles se acercan a estos instrumentos mostrando inmediato interés por la vihuela de arco ya que, probablemente, el laúd estaba demasiado radicado para ceder su lugar a su “prima” española, la vihuela de mano.
Pero Italia no era España, sus músicas eran diferentes. Italia estaba lentamente abandonando la polifonía renacentista para acercarse a la monodia. La vihuela en este sentido era poco funcional. Sus cuerdas apoyadas sobre un puente plano podían ser tocadas todas juntas: era por lo tanto imposible hacer vibrar una cuerda a la vez. Conscientes de este problema, pero al mismo tiempo del fascinante potencial de este instrumento, los lauderos napolitanos inventaron el puente enarcado que permitía poder pasar el arco sobre una sola cuerda. Nace así la viola da gamba. Pero la historia, por suerte, no termina aquí.
Nápoles en los años de la dominación española tenía relaciones muy fuertes con las cortes italianas del norte. La nieta de Alfonso de Aragón se había casado en 1471 con Ercole d’Este, duque de Ferrara, uno de los mecenas más importantes de todo el Renacimiento. Junto a pintores y escritores, llegaron a la pequeña y rica ciudad del norte de Italia compositores como Josquin Desprez, y lauderos de gran fama educados obviamente en la escuela napolitana y española. Pero fueron sus hijas, Isabel en Ferrara, y Beatriz en Milán quienes impulsaron de manera sorprendente la laudería gracias a dos figuras a quien la música debe mucho: el laudero Lorenzo Gusnasco, íntimo (quizás demasiado) de Isabel, en Ferrara, y Leonardo da Vinci en Milán.
En fin, la vihuela de arco y toda la finísima laudería española y napolitana llegaron, después de un largo viaje, al norte de Italia. Nadie, ningún músico ni compositor era consciente de que una revolución estaba por comenzar. Pero el momento, el espacio y el clima eran los más adecuados: cortes fastuosas y ricas deseosas de invertir recursos en la música, compositores geniales de diversos países, nuevos gustos musicales que se iban alejando de la polifonía renacentista hacia nuevas tierras desconocidas, materiales perfectos como la madera de los Alpes, flexible y resistente, una técnica de laudería de impresionante calidad como la napolitana y española y un grupo de artesanos locales especializados en trabajar dicho material. En fin, como cuando se prepara un pastel, todos los ingredientes se unen, se mezclan, se revuelven, se dejan descansar y se hornean para obtener el resultado final: el violín.

España, vihuela de arco: Diego Ortiz (Toledo 1510 – Nápoles 1570) – Recercada settima

Norte de Italia, violín: Antonio Bertali (Verona 1605- Vienna 1669) – Ciaccona per violino

Francesco Milella
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