El barroco francés: un mundo fascinante por descubrir.

El barroco francés: un mundo fascinante por descubrir.

Por Francesco Milella Última Modificación septiembre 22, 2015

por Francesco Milella

Emprendemos hoy un nuevo camino dentro el mundo del barroco musical europeo: después de haber analizado juntos las obras del barroco italiano y alemán a través de Vivaldi y Bach (obras que seguiremos descubriendo, ¡no se preocupen!), tomamos ahora una nueva ruta. Nos alejamos por un momento de las severas iglesias alemanas y de los elegantes palacios neogóticos del Canal Grande veneciano para descubrir una nueva tierra musical, fascinante por su belleza y por su complejidad: Francia.

Al hablar de barroco musical en Francia pensamos inmediatamente en Versalles, en sus maravillosos jardines, en sus majestuosas salas decoradas de elaborados estucos y refinados vitrales donde día y noche resonaba música triunfal, alegre, brillante y exótica. Imaginamos trompetas y tambores, flautas e instrumentos misteriosos que acompañaban danzas orientales y fuegos artificiales para el puro placer del Rey Sol y de su fastuosa corte.

Todo esto no es más que un pequeño capítulo de una subyugante novela que se desarrolla en casi doscientos años de historia, desde los últimos años del Renacimiento, cuando la música francesa seguía sufriendo la dependencia de la gloriosa polifonía flamenca, hasta ese gran evento mundial que cambiará por completo al hombre y su mirada hacía el mundo dando vida al romanticismo y a todo el siglo XIX: la Revolución Francesa.

Esos son los años que descubriremos juntos en este viaje. Veremos cómo, a partir de la delicada polifonía de la música religiosa, los gustos se fueron lentamente moviendo hacia el mundo de la ópera, dando así vida a una de las formas artísticas más duraderas e impresionantes de la historia musical europea. Veremos también cómo compositores como Marin Marais o Jean Philippe Rameau fueron capaces de glorificar a la corte y su rey con obras triunfales y majestuosas y, al mismo tiempo, dar espacio a una intimidad de exquisita finura y fragilidad a través del clavecín y de la viola “da gamba”.

Pero sobre todo iremos conociendo los secretos que hicieron del barroco francés una experiencia única, irrepetible. No son pocos los historiadores que hacen comparaciones entre la Atenas de Pericles, cuna cultural y social de nuestra cultura donde nació la democracia, el teatro y la filosofía, y la corte de Versalles del Rey Sol.

Tanto Atenas en el V siglo a. de C., como Versalles en la época barroca fueron espacios (geográficos y sociales) en donde coincidieron diversos y muy afortunados elementos: habilidad política, inteligencia económica, fuerza militar y un impresionante número de pintores, escritores y músicos que, aprovechando esta feliz combinación de elementos, lograron dar vida a obras maestras.

Más allá de las posibles comparaciones entre Pericles y Luis XIV, Eurípides y Moliére, entre Esopo y Perrault o entre Platón y Descartes, desde 1630 a 1770, cuando la corona francesa empieza a perder el poder (y luego, en 1793, la cabeza… ¡pobre María Antonieta!), en la corte de los reyes de Francia asistimos a un verdadero desfile de genios de la música. Empezando por Giambattista Lulli, florentino, que logró transformarse en el padre de la ópera francesa pasando a la historia con el nombre de Jean Baptiste Lully (¡vaya nacionalismo francés!), pasando por Francois Couperin, Marin Marais, André Philidor… hasta llegar a Jean Philippe Rameau, genio total de la música francesa, cuya brillante sensibilidad musical logrará sintetizar todo el barroco antecedente para abrir las enormes puertas al siglo XIX.

Este es el viaje que nos espera para conocer más de cerca, escuchar y apreciar la música francesa, para recorrer nuevos caminos, descubrir y disfrutar de ese envolvente universo que es el barroco europeo.

Francesco Milella
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