Max Reger produjo contribuciones sustanciales a casi todos los géneros instrumentales, combinando un profundo conocimiento de sus rasgos con un continuo deseo de innovar y reinventar. Su música de cámara se basa en una fidelidad a las formas clásicas que imponen estructura a su, por lo demás, fluido. estilo melódico. Muchas de sus obras de cámara son muy largas, pero los ejemplos de Schubert y Brahms (una influencia definitiva) demuestran que esto no tiene por qué ser un problema en la música imaginativa pero rigurosamente construida.
El segundo de sus tríos con piano, el Op. 102 es un ejemplo notable de lo anterior. La obra abre con un motivo de cuatro notas provocativamente cromático que se convierte en la base temática del primer movimiento. El motivo demuestra la relación ambivalente de la obra con la tonalidad, no una lucha sino una indiferencia voluntaria, con la música a la deriva entre tonos distantes a través de modulaciones innovadoras y elegantes. Esto se hace más evidente en el largo, un movimiento lento de alcance y amplitud brucknerianos, sostenido en todo momento por la capacidad de Reger de hacer girar largas líneas melódicas sobre patrones de acordes tonalmente ambiguos.
Trio con piano No. 2 in mi menor, Op. 102
Fanny Mendelssohn Quartet y Wolfram Lorenzen (piano)
La Sonata para violín en do menor Op.139 es una de las mejores obras de Reger en el género. La completó en 1915 y obtuvo una popularidad inmediata. El propio Reger interpretó la obra muchas veces como acompañante del gran Adolf Busch. El primer movimiento está marcado con passione y es tan emotivo y dramático como cualquiera de los que escribió. Los siguientes tres movimientos se mueven a un tono de intensidad más controlada. El breve Largo se basa en las estructuras de frases extendidas características de Reger, pero aquí adaptadas a la escala reducida, con su clara delineación que articula la forma y la dirección del movimiento. El Scherzo es delicado y urbano, alternando frases de figuración de violín ligero con respuestas de filigrana del registro superior del piano. Y el final es un tema y variaciones, una especialidad de Reger. Las variaciones se mueven entre tonalidades distantes y las frases se expanden y contraen, pero Reger conserva un toque ligero en todo momento. Solo la séptima variación (de nueve) aumenta el drama, sólo brevemente, y la obra continúa para concluir en una coda serena y silenciosa. No se trata de música especialmente virtuosa, pero sin embargo requiere intérpretes de habilidad y experiencia para controlar el contorno melódico mientras se mantiene una sensación de imprevisibilidad.
Sonata para violín No. 9 en do menor, Op. 139
Stanley Wainer, violin, and Giselle Desmoulins, piano
Enfatizar el ingenio contrapuntístico y las innovaciones armónicas de Reger corre el riesgo de simplemente reforzar los estereotipos que a menudo se tienen en contra de su música. El mismo Reger era muy consciente de esto, y en sus últimos años recurrió a un estilo compositivo más simple. Su Quinteto con clarinete Op.146, compuesto el año anterior a su muerte, demuestra esta nueva franqueza. La música traza una delgada línea entre lo austero y lo sentimental y da una idea de la dirección que Reger podría haber tomado si hubiera vivido en los años entre las dos grandes guerras, un lenguaje más decididamente posromántico.
Quinteto con clarinete Op. 146
Sabine Meyer (clarinete), Sexteto de Viena
Fuente: Gavin Dixon en The Chamber Music of Max Reger, consultado en gavindixon.info
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