Max Reger nació en un período estilísticamente conflictivo, que inevitablemente dejó huella en muchas de sus composiciones. Su encomiable producción para piano sirve como una puerta de entrada ideal para que podamos dar un vistazo a su mundo creativo, que, sorprendentemente, ha producido relativamente poca investigación y estudios en países fuera de Alemania.
La aparición de los Sechs Intermezzi, op. 45, compuesta en 1900 marca el comienzo del período intermedio de composición de Reger. En estas piezas, Reger parece haber llevado al límite las cualidades virtuosas de sus primeras obras de época. La textura y el sonido parecían haber desdibujado en ocasiones las ideas e intenciones musicales del compositor. Dejando a un lado sus excesivas demandas para el jugador, las incesantes marcas expresivas fueron una exageración, lo que de alguna manera puede haber dañado más su credibilidad como compositor que elevarla. También es notable su uso derrochador de la dinámica en el rango ff. Debido a que esta pieza debe verse como una transición entre sus períodos temprano y medio, las armonías empleadas son, en principio, no radicalmente diferentes a las que había usado antes. Similar al Op. 32 piezas, hay un uso aún más liberal de armonías cromáticas.
Sechs Intermezzi Op. 45
Markus Becker, piano
Las Variaciones y fuga sobre un tema de J. S. Bach, op. 81 será recordada no solo por su gran escala y construcción masiva, sino también como el epítome de lo que conocemos como el verdadero y maduro estilo “regeriano”. Cabe señalar que esta obra es la primera pieza para piano que Reger ha llamado específicamente al uso de un género musical arcaico (variación), ya que las piezas de personajes dominan todas las obras anteriores. Curiosamente, para las dos primeras variaciones, Reger mantiene la integridad armónica ideada por Bach en el tema original de la Cantata 123, como si Reger estuviera haciendo una reverencia de admiración hacia su amado maestro del pasado y reconociendo/respetando la relevancia de la tonalidad como fundamento de toda la música.
Variaciones y Fuga op. 81 sobre un tema de Bach
András Schiff, piano
La última obra para piano de Reger, completada en 1915 justo un año antes de su muerte, fue una colección de 12 piezas para piano titulada Traeume am Kamin, Op. 143. Si pudiera usarse una palabra para describir la estructura de estas piezas, sería la de economía de los materiales musicales. Había luchado durante la mayor parte de su vida para buscar el equilibrio perfecto entre los diferentes parámetros de la música (forma,textura, dinámica… etc.), y con esta pieza, parecía haberse acercado a ese objetivo. Su muerte solo un año después es ciertamente desafortunada, ya que su verdadero estilo maduro apenas comienza a tomar forma. La mayoría de las 12 piezas de la colección son suaves e introspectivas; aún más notable es el hecho de que todas las piezas, excepto una, terminan en una dinámica suave. El objetivo de Reger en estas piezas era centrarse en las ideas musicales, sin dinámicas excesivas ni texturas espesas para recalcar el punto. En la superficie, estos suenan mucho como las últimas piezas de personajes de Brahms (Op. 116-119), excepto con un lenguaje armónico “actualizado”. La no. 2 sirve como un buen ejemplo: esta pieza está muy en el espíritu de Brahms, especialmente en su abundante acompañamiento arpegiado y expansivo de la mano izquierda. Sin embargo, su invención armónica y sus atrevidas modulaciones superan con creces lo que Brahms jamás habría intentado.
Träume am Kamin, Op. 143
John Buttrick, piano
Fuente: En-Hao Lin, Daniel. The Evolution of Max Reger’s Piano Works Unearthed: Aspects of Harmony, Counterpoint, and Texture. Indiana University, Mayo 2015.
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