La balada del dolor judío

Los versos de Bertolt Brecht se unen a la música de Hanns Eisler en ‘La balada de Marie Sanders’ para contar la historia de una joven alemana bajo el poder de Hitler castigada por tener un novio judío. 

Por Francesco Milella Última Modificación octubre 6, 2022

Los versos de Bertolt Brecht se unen a la música de Hanns Eisler en ‘La balada de Marie Sanders’ para contar la historia de una joven alemana bajo el poder de Hitler castigada por tener un novio judío. 

(Kate Kühl)

Nüremberg, Alemania: 1935. A solo dos años de su elección como nuevo canciller del Reich, Adolf Hitler promulga una nueva ley antisemita: ‘casarse o mantener relaciones sexuales con una persona judía se considera prohibido y él o la contrayente alemanes pueden ser considerados como judíos de primer grado, pena la prisión’. Para la joven Marie Sanders la noticia es un golpe en el estómago; de un día para otro su vida cambia para siempre: no puede ver a su novio ya que ahora para la ley es un ‘hombre falso, equivocado’. Él también es alemán pero su nariz es demasiado grande, su pelo negro, su apellido… no: mejor que no vaya a verlo. Es judío. Pero Marie no pierde la esperanza. Tranquiliza a su madre: en el fondo, quizás, las cosas no son tan graves como parece. Pero es solo una ilusión: a los pocos días van por ella, le rapan la cabeza, le arrancan sus vestidos y le cuelgan al cuello un cartel con las palabras ‘Judenhure’. Prostituta de judíos.

La rápida escalada al poder de Adolf Hitler fue para muchos el triunfo de una nueva Alemania después de la humillante derrota de la primera guerra mundial y la persistente crisis económica durante la República de Weimar. Hitler, con su hábil retórica y la violencia de sus gestos, había vuelto a dar la esperanza del renacimiento teutónico sobre Europa. Pero para otros, minorías sin voz y cada vez más aisladas, su triunfo representó una ola de oscuridad y represión sin precedentes. Comunistas, negros, homosexuales, gitanos y judíos vieron sus derechos y sus libertades desaparecer rápidamente: el poder nazi comenzó a encarcelarlos o segregarlos en guetos, mientras que la propaganda los iba representando con una montaña de falsedades como el mal absoluto, la causa de todos los problemas. Un mal que había que extirpar.

(Kuhle Wampe)

‘La balada de Marie Sanders’ – personaje probablemente más ficticio que real – nace precisamente en este contexto. Compuesta en 1938 por el compositor austriaco Hanns Eisler (1898 – 1962) con un texto del dramaturgo alemán Bertolt Brecht (Historias de Calendario, 1935) nos cuenta el inexorable avance del terror nazi y su lenta difusión en la vida de cada día. ‘Siempre hay gente en los suburbios – escribe Brecht en sus texto –, los tambores tocando con fuerza. Dios mío, si están planeando algo, será esta noche’: el verso se repite como un macabro estribillo al final de cada estrofa como un obsesivo memento mori del que todos querían escapar. Pero Marie Sanders no lo logra: ‘una mañana temprano, cerca de las nueve, recorría la ciudad con solo una camisa puesta, un cartel al cuello y la cabeza rapada. La calle se reía a carcajadas. Ella tenía una mirada fría.’ 

 ‘La balada de Marie Sanders’ (Ballade von der Judenhure Marie Sanders) es una de las muchas, poderosas y penetrantes poesías que acompañaron la extraordinaria trayectoria como escritor para teatro de Bertolt Brecht. Sus versos describen la realidad con la esencia cruda e inmediata de la poesía de su época: pocas palabras, diálogos breves e inquietos y una perspectiva que cambia constantemente obligando al lector a identificarse sin filtros con los hechos e imaginar una realidad que, aun sin ser escrita, aparece violentamente en cada palabra. Marie, por ejemplo, aun siendo la protagonista, no aparece, no canta. No tiene voz, sin embargo la escuchamos: fuerte y dolorosa en una presencia que en silencio se vuelve universal. 

(Julia Bentley)

Aunque poco conocida y, menos, estudiada como canción, ‘La balada de Marie Sanders’ es uno de los ejemplos más altos de la capacidad que la música tuvo de contar una de las grandes tragedias del siglo XX. Sin tener – aunque faltan serios estudios para negar lo contrario – el carisma poliédrico e irreverente del colaborador más célebre de Brecht, Kurt Weill (1900-1950), Hanns Eisler fue una voz interesantísima en el panorama musical en la Europa de la Segunda Guerra Mundial: tras haber estudiado con Arnold Schönberg e Anton Webern se dedicó principalmente a componer música para películas memorables como Los verdugos también mueren de Fritz Lang (1943) o el documental sobre el Holocausto Noche y Niebla de Alain Resnais (1955) y canciones patrióticas como Auferstanden aus Ruinen, himno de la República Democrática Alemana desde 1949 hasta 1990.

(Ute Lemper)

‘La balada de Marie Sanders’ se coloca en el momento más político de la producción de Eisler cuando, ante el ascenso de Hitler, decide acercarse a grupos de izquierda extraparlamentaria y dedicarse a la composición de canciones y obras con un claro mensaje propagandístico anti nazi. Partiendo del texto de Brecht, la música de la balada amplifica su dimensión profundamente teatral y dramática: desde las disonancias y tensiones armónicas de herencia dodecafónica de sus maestros Schönberg e Webern – evidentes desde las primeras notas –, Eisler se acerca tanto a tonos de la tradición judía como al mundo grotesco y satírico típicos del cabaret: espacios a veces prohibidos en donde las clases más marginadas encontraban, entre el olor a cigarro y tragos de vino, un desahogo paródico para reírse de la realidad, incluso la más dura. ‘Siempre hay gente en los suburbios – se repite hasta el final la canción –, Streicher hablará esta noche. Dios del Cielo, si lo escucháramos, sabríamos lo que van a hacer con nosotros’. Julius Streicher, un jerarca nazi, (aunque Streicher, ‘pintor’ en alemán, podría ser el mismo Hitler, como solía llamarlo Brecht) pronunciará un discurso sobre el futuro de los judíos en Alemania. Todos saben, pero nadie quiere saber la verdad. Ni la música, desestabilizante porque desestabilizada, parece encontrar, entre cantos y silencios, danzas y disonancias vacilantes, las notas de un dolor tan sordo. 

Milva

Francesco Milella
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