Messiaen: un cuarteto para el fin del tiempo

Julio de 1940, en un campo de concentración, Olivier Messiaen compone el Cuarteto ‘Para el fin de los tiempos’, una representación del fin del mundo y del tiempo. 

Por Francesco Milella Última Modificación febrero 7, 2023

Julio de 1940, en un campo de concentración, Olivier Messiaen compone el Cuarteto ‘Para el fin de los tiempos’, una representación del fin del mundo y del tiempo. 

Y llegó la guerra: la invasión alemana en Polonia en el otoño de 1939 aceleró repentinamente tensiones internacionales que, por largo tiempo, por lo menos desde finales de la Primera Guerra Mundial en 1918, habían permanecido latentes. En pocos meses, la prepotencia militar de Hitler envolvió el continente europeo en una niebla gris de muerte y horror: Polonia, Francia, Austria, Hungría, Grecia, Suiza, Holanda y Bélgica cayeron sin más defensas ante su violencia ciega e implacable de la que muy pocos lograron escapar. Tal fue el destino de varios, no todos, compositores y compositoras cuya única alternativa fue la de enfrentar la tragedia de la guerra con la esperanza de dar voz a un continente sin palabras.  

Messiaen, de Francia al campo de concentración.

Olivier Messiaen (1908-1992) fue uno de esos compositores. Organista brillante y compositor revolucionario, Messiaen es una de las grandes promesas de la música francesa: a tan solo veinte y ocho años funda el grupo ‘La Jeune France’ (La Joven Francia) con el que rechaza el manifiesto ‘trivial’ de Jean Cocteau e Igor Stravinsky y apoya el nacimiento de ‘una música viva, sincera, generosa y consciente’: un mensaje que, por algunos años, logra transmitir como profesor de música en la prestigiosa École Normale de Musique, por lo menos hasta 1940, cuando la amenaza alemana, cambia todos sus planes. En la primavera de ese año, tras haberse unido al ejército francés como médico auxiliar contra Alemania, Messiaen es capturado y recluso en el campo de concentración Stalag VIII-A de Görlitz en Sajonia. 

A diferencia de Mauthausen y Auschwitz, Stalag VIII-A no es un campo de exterminio: al contrario, recibía principalmente prisioneros políticos y de guerra. La vida de estos prisioneros era dura, pero de ninguna forma comparable a la violencia indecible que tuvieron que soportar judíos, gitanos y homosexuales, entre otros, en los campos de exterminio. Cada día, Messiaen y sus compañeros trabajaban como esclavos por horas y horas en actividades a menudo humillantes. Sin embargo, podían también disfrutar de ciertas ‘comodidades’ y momentos de descanso. El caso de Stalag VIII-A fue para Messiaen particularmente afortunado ya que el director responsable del campo era un gran amante de la música: luego de haberse informado sobre las capacidades musicales del joven francés, le encargó la composición de un trío para que se ejecutara en los espacios del campo con otros prisioneros y abrió a la posibilidad de comprar instrumentos en el caso de que fuera necesario. Messiaen no tenía alternativa y comenzó a trabajar inmediatamente en un trío para chelo, clarinete y viola, instrumentos que tocaban algunos compañeros del campo. Messiaen añadió un piano y a las pocas semanas terminó el trabajo. El cuarteto ‘para el fin de los tiempos’ se presentó por primera vez en el campo Stalag VIII-A el 15 de Julio de 1941 con Messiaen (piano), Henri Akoka (clarinete), Jean le Boulaire (violín) y Étienne Pasquier (chelo). Ni los prisioneros ni el director del campo, ni quizás el mismo Messiaen, podían imaginar que de ese encargo tan forzoso iba a nacer una de las obras más representativas del siglo XX y sus tragedias: el Quatuor ‘Pour la fin du temps’. El cuarteto para el fin de los tiempos. 

El Apocalipsis del tiempo.

Todo comienza con una cita que el mismo Messiaen escribe en la prefacio del cuarteto: ‘Y vi otro poderoso ángel bajar de los cielos, vestido con una nube: y había un arcoíris sobre su cabeza, y su cabeza era como si fuera el sol, y sus pies como pilares de fuego …y puso su pie derecho sobre el mar, y su pie izquierdo en la tierra …Y el ángel que vi de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó su mano al cielo y juró por él que viviría por siempre… que no habría más tiempo: Mas en los días de la voz del séptimo ángel, cuando empezara a escucharse, el misterio de Dios terminaría’. El Apocalipsis de San Juan abre el cuarteto en ocho movimientos: “Liturgie de cristal”, “Vocalise, pour l’Ange qui annonce la fin du temps”, “Abîme des oiseaux”, “Intermède”, “Louange à l’Éternité de Jésus”, “Danse de la fureur, pour les sept trompettes”, “Fouillis d’arcs-en-ciel, pour l’Ange qui annonce la fin du temps”, “Louange à l’Immortalité de Jésus”. 

La historia

Esta referencia al último episodio del Evangelio de San Juan ofrece distintos niveles interpretativos de la obra. El primero, quizás el más inmediato y, sin embargo, el más debatido, es el histórico. Las palabras ‘fin del mundo’ nos transportan inmediatamente a los eventos que Messiaen y toda Europa estaban viviendo en esos años: una guerra sin precedentes que parece acabar con el mundo entero en un verdadero Apocalipsis global. La música responde a esta interpretación con un canto suspendido entre melancolía y desesperación, gritos y silencios, ternuras y tensiones. Pero no. No es el canto coral de la humanidad sino la oración íntima e inquieta de cada ser humano.  

La religión

El segundo nivel, aún más explícito, es el religioso. La referencia al Apocalipsis aparece no solo en el título principal de la obra sino también en cada uno de los ocho movimientos del cuarteto. Sin embargo, Messiaen se acerca al Evangelio de San Juan no para contar sus eventos en clave narrativa, sino para representar la ausencia del tiempo que precisamente en el Apocalipsis, así como San Juan lo representa, alcanza su máxima tensión. Lejos de buscar un mensaje abiertamente teológico, Messiaen se acerca a la cuestión religiosa como puro pretexto para poder representar lo inexpresable, es decir: la suspensión del tiempo. Su música da voz a esta intención con un lenguaje profundamente espiritual e íntimo que dilata los tiempos y representa, con una eficacia absoluta, el nacimiento de la eternidad. 

La filosofía

De lo religioso pasamos a lo filosófico. Con este cuarteto Messiaen llega a definir su propria concepción de la eternidad y del tiempo, la primera sincrónica e inmóvil, el segundo diacrónico y móvil, a partir del pensamiento de Tomás de Aquino y Henri Bergson. La vida humana aparece como un camino que nace de la eternidad, se transforma en tiempo cuando el hombre camina en la tierra y vuelve a la eternidad con la muerte. Este camino, sin embargo, depende del ser humano que puede decidir qué camino tomar hacia la eternidad, si la comunión con Dios o la condena eterna. En ambos casos se trata de condiciones eternas para las que no hay vuelta atrás. Messiaen traduce este contraste de manera emblemática con los movimientos IV ‘Intermède’ y “Louange à l’Éternité de Jésus”: el primero, carnal y terreno, parece mirar hacia el mundo vivo y conciso del cabaré; el segundo, lento y contemplativo, parece, indicar el camino opuesto. La decisión es nuestra.

La música.

Y llegamos al último nivel: el musical. A partir de la fundación del grupo La Jeune France Messiaen había comenzado a imaginar la idea de una música libre, capaz de superar las fronteras del compás y del ritmo para elevarse a nuevas dimensiones expresivas. ‘Mi primera preocupación – como afirmó el mismo Messiaen en 1960 – fue la abolición del propio tiempo, algo infinitamente misterioso e incomprensible para la mayoría de los filósofos, desde Platón hasta Bergson’. Un objetivo que Messiaen alcanza en este cuarteto a través de armonías tonales, módulos rítmicos no tradicionales y modos de transposición limitada, un mecanismo, pensado, entre otros, por el mismo Messiaen en donde grupos de notas de la escala cromática (doce notas) se componen para generar nuevas secuencias de intervalos. 

El cuarteto ‘para el fin de los tiempos’ no es una obra que cambia la historia de la música ni, mucho menos, abre nuevos caminos en la constante experimentación del siglo XX. Sin embargo, este cuarteto se considera, hoy, una obra imprescindible en el camino de la música occidental: uno de los momentos más altos en los que la música afirma su capacidad de trascender el lenguaje humano y dar voz a un mundo enmudecido.

Fuente: Francesco Milella para Música en México

Francesco Milella
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