A la memoria de un ángel: el Concierto para violín de Alban Berg

En 1935 Alban Berg compone el Concierto para Violín, un intenso adiós a la vida pocos meses antes de su muerte.

Por Francesco Milella Última Modificación diciembre 15, 2022

En 1935 Alban Berg compone el Concierto para Violín, un intenso adiós a la vida pocos meses antes de su muerte.

‘Ayer terminé […] la composición. Estoy asombrado por ello, más de lo que quizás lo esté usted. Es cierto que he sido más diligente que nunca en mi vida y además he trabajado con creciente placer. Espero, es más, estoy seguro de que este trabajo me ha salido bien’. Así, el 16 de julio de 1935, Alban Berg anunciaba la conclusión de su Concierto para Violín a Louis Krasner, violinista americano que se lo había encargado por 1500 dólares, una cantidad considerable para aquella época. Su carta, tan amable y diplomática, esconde, sin embargo, una compleja realidad, entre asuntos personales y profesionales, que Berg, probablemente, quería ocultar a su generoso solicitante. 

Una carrera en bambalinas. 

En aquel entonces, Berg tenía cincuenta años y una trayectoria musical sensacional comparable, por calidad e impacto cultural, a la de su maestro Arnold Schönberg, exiliado en los Estados Unidos, o a la de su colega Anton Webern: composiciones como sus Drei Orchesterstücke de 1914/15 o Wozzeck, ópera estrenada en 1925, mismo año de su memorable Kammerkonzert, habían generado reacciones contrastantes, a veces extremas en ambos sentidos, en un mundo musical en rápida transformación. Sin embargo, Berg era un hombre aislado, con pocos recursos y sin poder o saber disfrutar de esa popularidad que acompañaba a otros colegas como Strauss o Stravinsky. Además, el rápido ascenso del nazismo en Alemania y la censura hacia formas de música ‘degenerada’ habían comenzado a representar una amenaza concreta a su vida profesional: Berg sabía muy bien que de un día para otro podía perder todos sus derechos de autor e, incluso, su libertad. Los 1500 dólares que Krasner le ofreció para su nuevo concierto representaban la esperanza de una vida más estable y autónoma. 

La muerte de Manon

Pero había también otro aspecto mucho más íntimo que influyó de manera considerable en la composición de este concierto. El 22 de abril de ese mismo año Manon Gropius, hija de Alma Mahler (viuda de Gustav) y del arquitecto Walter Gropius (fundador del Bauhaus), había fallecido, a tan solo diez y ocho años, de poliomielitis. Berg, amigo íntimo de Alma, había construido una relación muy cercana con Manon, sobre todo a partir de su enfermedad. Su muerte lo había impactado sobre manera y había despertado en él el íntimo y profundo deseo de dedicarle un concierto. Es más, Berg había pensado en un programa detallado de la música como celebración y recuerdo de la joven Manon: una primera parte para retratar a la adolescente y una segunda dedicada a su muerte y transfiguración. Berg dividió cada parte en dos movimientos: I Andante y Allegretto y II Allegro Adagio. Una organización en forma de quiasmo que evocaba ese camino dantesco del infierno a la luz que Gustav, ex marido de la madre de Manon, había recorrido con su Novena Sinfonía. Un camino espiritual, más allá de lo terreno, ‘en memoria de un ángel’: ‘Dem Andenken eines Engels’, como escribió el mismo Berg en la dedicatoria del concierto. 

Doce notas, una canción popular y Bach

Berg construye la partitura a partir de tres elementos musicales distintos. El primero es la serie dodecafónica, un experimento tan genial como significativo que une la nueva experimentación musical con la tradición tonal: ocho tercias y cuatro tonos pensados de tal manera que las primeras nueve notas (sol, si bemol, re, fa diesis, la, do, mi, sol diesis, si) representan las tríadas de sol menor, re mayor, la menor y mi mayor, es decir, los acuerdos perfectos que se pueden tocar a partir de las cuatro cuerdas del violín (sol, re, la, mi). El segundo elemento es una canción popular de la región de Carintia ‘A Vögale af’n Zweschpm-Bam’: su melodía plana y amable confiere un tono de vulnerabilidad e inocencia en un contexto musical sumamente complejo. El tercero, último y quizás más emblemático ingrediente del concierto es la referencia al coral de Bach Es ist genug de la Cantata BWV 60 cuyo texto aparece integralmente en la partitura, sin dejar más espacio para comentarios: ¡Ya basta! ¡Ya es hora! / Señor, si te place, / Líbrame de la esclavitud! / Mi Jesús viene: / ¡Buenas noches, ahora, mundo! / Me voy a la morada celestial, / Me voy seguro, en paz, / Mi gran dolor queda aquí abajo. / ¡Ya basta! ¡Ya es hora! ¡Ya es hora!’. 

La música de Berg va más allá de estos tres ingredientes. La introducción abre las puertas a un mundo primordial: cuatro cuerdas ‘vacías’ de las que lentamente comienza a nacer un mundo inquieto y etéreo acompañado por una segunda parte más rápida, un Ländler popular lleno de nostalgia hacia una vida, quizás, que Manon nunca pudo vivir plenamente. El segundo movimiento se abre con un tono más explícitamente patético: es la muerte de Manon. Un momento de tensión dramática que culmina en un llanto desesperado. Las cuerdas del violín chillan hasta disolverse lentamente en un momento de liberación y descanso: comienza el adagio final. Es el momento de Bach y de la piedad religiosa: un réquiem para Manon. Vuelve a aparecer la melodía popular de Carintia junto a la serie dodecafónica en un mecanismo de yuxtaposición y acumulación perfecto: los tres elementos del concierto se unen en un coro suave que, como todo, se disuelve lentamente al final, en un saludo tierno y conmovido a la pobre Manon. 

Berg termina el concierto en menos de tres meses, interrumpiendo la partitura de su segunda ópera Lulu, ya casi terminada. Sin embargo, nunca logrará escucharlo en vivo, ni en su estreno mundial en Barcelona, el 19 de marzo del año siguiente con Louis Kranser bajo la batuta de Hermann Schrechen. Berg muere el 24 de diciembre de 1935 por un piquete de insecto mal atendido. Una mala suerte, que despierta en nosotros esa imagen, tan romántica e irracional como lo había sido con Mozart y su Requiem, del genio que presiente su propria muerte y la mira a los ojos con poética lucidez. 

Versión con partitura:

Francesco Milella para Música en México

Francesco Milella
Escrito por:

Comentarios

Escucha en directo
Música en México +
mostrar radio