Rimski-Korsakov, pintor de la música

Capitán de Marina, compositor por pasión, Rimski-Korsakov representa el mundo ruso y sus leyendas fabulosas con los colores de la orquesta.

Rimski-Korsakov
Por Francesco Milella Última Modificación abril 14, 2021

Capitán de Marina, compositor por pasión, Rimski-Korsakov representa el mundo ruso y sus leyendas fabulosas con los colores de la orquesta.

Richard Taruskin, voz segura e indispensable de la musicología moderna, nunca tuvo dudas al respecto: Nikolai Rimski-Korsakov es y sigue siendo uno de los compositores más subestimados de la historia de la música, un genio universal considerado injustamente un ‘artesano que se dedicó con éxito a cosas más triviales’. El asunto, delicado y actual, tiene raíces muy profundas: capitán de la marina rusa con una profunda pasión por la música y, luego, profesor de composición en el Conservatorio de San Petersburgo, Rimski-Korsakov (1844-1908) nunca logró deshacerse de la fama, mal vista en la Europa de los instintos románticos y antiburgueses, de músico por pasión convertido en un prudente y sabio docente, padre generoso y fiel marido. El mismo Músorgski, amigo y colega desde los años del Grupo de los Cinco, nunca logró perdonarle su transformación en compositor ‘institucional’ con la que traicionó los temas y los valores de anti-academismo y libre espontaneidad que animaron al Grupo desde el principio. Hoy Rimski-Korsakov sigue siendo víctima de la misma opinión, como si la inquietud personal, la violencia emotiva, la fractura con la sociedad, tan ajenas a su personalidad, fuesen requisitos fundamentales para poder entrar al pequeño círculo de genio de la música occidental. El éxito extraordinario de Sheherazade (y el consecuente ocaso de todo su vasto catálogo) lo encerró definitivamente en una jaula, ofensiva hacia su genio y falsa respecto a su historia. 

Un hombre tranquilo

Si Músorgski y, lo veremos pronto, Chaikovski vivieron una trayectoria musical y biográfica atormentada e incluso violenta (en ambos casos las hipótesis de suicidio siguen abiertas y muy debatidas), en esos mismos años Rimski-Korsakov dejaba la Marina y entraba en las instituciones musicales rusas acompañado y apoyado por su esposa Nadežda Nikolaevna Purgold, figura central en la vida del compositor, y sus siete hijos. Su larga, constante y escrupulosa actividad de docente y compositor le garantizaron una estabilidad económica y social que ni la primera revolución rusa del 1905, ni las tensiones con las autoridades políticas generadas por algunas de sus óperas lograron alterar. A pesar de las críticas del Grupo de los Cinco por su acercamiento al academismo occidental, Rimski-Korsakov pudo contar siempre con el apoyo generoso de sus colegas y alumnos hasta el final de su vida a principios del siglo XX. Un contexto personal y profesional tan estable y constante es imprescindible para entender su lenguaje y su estética musical. Si Músorgski y Chaikovski, definitivamente sus coetáneos más reconocidos y emblemáticos, vivieron la música como un lenguaje de exploración y representación de su propio mundo interior, Rimski-Korsakov usó la música como instrumento para observar y representar mundos, como un turista (palabras del mismo compositor) que toma una instantánea de la realidad que observa. Pero ¿cuáles mundos se representan en su música?

De Rusia a Occidente. 

Rusia es la prioridad: siguiendo el ejemplo de sus colegas y amigos del Grupo de los Cinco, Rimski- Korsakov se dedica a estudiar las melodías de la liturgia ortodoxa, los mitos, los cuentos, las tradiciones más auténticas de su pueblo. Sin embargo, la representación musical de este mundo no implica, como en Músorgski, la enfatización de sus tonos más crudos o salvajes. Al contrario, Rimski-Korsakov se dedica a pintar grandes cuadros corales acentuando su componente fabuloso y místico. La ópera, sin lugar a duda, es el espacio ideal y favorito para concretizar estas poéticas iconográficas y narrativas: recuperando la tensión espiritual de Wagner y la grandilocuencia escenográfica y musical del grand-ópera francés, el compositor ruso rescata las grandes leyendas e historias de la tradición local – La doncella de nieve: un cuento de hadas primaveral (1882), Sadko (1898) La leyenda de la ciudad invisible de Kítezh y la doncella Fevróniya (1907), entre otras – y las representa en obras majestuosas y elegantísimas en donde el mundo ruso se transforma en un ideal mítico, perdido en los tiempos. Así mismo, la música sinfónica se transforma en un lenguaje programático y narrativo para poder pintar grandes frescos místicos como la majestuosa Obertura de la gran Pascua Rusa (1887-88) o para recordar mitos como Antar, monstruo legendario protagonista de la Sinfonía n. 2, sin olvidar su extensa producción coral y camerística. Con la misma mirada coral y fabulosa, Rimski-Korsakov se acerca también al mundo occidental buscando sus trazos más exóticos y curiosos (desde su perspectiva rusa) como la canción napolitana (Canzone napoletana, 1907), las tradiciones populares asturianas (Capriccio Español, 1887), o el mundo árabe de las Mil y una noches de la ya mencionada y reconocida Sheherazade (1889). 

Un genio de la orquestación.

Estos datos nos pueden ayudar a rescatar la figura de Rimski-Korsakov pero no resuelven el tema de su grandeza como compositor ni justifican las inquietudes de Richard Taruskin por su reputación actual. Por esto, considero que es fundamental escuchar y entender su música y su principal instrumento: la orquesta. Lo que puede parecer algo obvio (hablar de la importancia de la orquesta del barroco en adelante sería como hablar del agua en biología), cuando nos acercamos a la música de Rimski-Korsakov se transforma en algo asombroso, casi único e irrepetible. Usa los instrumentos de la orquesta (orquesta moderna, obviamente, con más de 80 elementos) como un conjunto vivo, heterogéneo y dinámico de colores que hay que combinar, resaltar y explorar en sus infinitas posibilidades tímbricas y expresivas. Los colores de la orquesta dan vida a sus grandes cuadros transformándolos en mundos vivos, teatrales, fabulosos y cautivadores en donde el espectador (visual y auditivo) se pierde entre detalles riquísimos, ritmos narrativos de gran novelista y escenarios cinematográficos. Las habilidades de Rimski-Korsakov en la orquestación pasarán a la historia, marcando un modelo imprescindible para la primera mitad del siglo XX, desde Ottorino Respighi hasta Claude Debussy. A esa orquesta, a sus colores, a su potencial expresivo y descriptivo mirará, tan solo cinco años después de la muerte de Rimski-Korsakov, uno de sus alumnos más brillantes para romper la historia y abrir definitiva y traumáticamente las puertas del siglo XX. Su nombre era Ígor Stravisnki. Sus temas eran rusos y el escenario parisino. El título: Le Sacre du printemps

Francesco Milella
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