Like water for chocolate: la ROH de Londres celebra un clásico mexicano

En pleno Jubileo de Platino de la Reina Isabel II de Inglaterra, la novela de Laura Esquivel revive en una memorable adaptación para ballet de la Royal Opera House bajo la batuta de Alondra de la Parra. 

Agua Chocolate
Por Francesco Milella Última Modificación junio 15, 2022

Por Francesco Milella.

En pleno Jubileo de Platino de la Reina Isabel II de Inglaterra, la novela de Laura Esquivel revive en una memorable adaptación para ballet de la Royal Opera House bajo la batuta de Alondra de la Parra. 

Treinta y tres años han pasado de su primera publicación, entre múltiples traducciones, reediciones e incluso una exitosa adaptación al cine. Sin embargo, Como agua como para chocolate parece estar más viva que nunca: su fuerza evocativa, su capacidad de reinventarse y atraer nuevos públicos más allá de los fieles adeptos al mundo del realismo mágico siguen sin agotarse. Like water for chocolate, una nueva producción del ballet de la Royal Opera House de Londres, lo acaba de demostrar exitosamente a todos aquellos que ya habían puesto el libro en la repisa de su casa seguros de que ya nada nuevo podía surgir de la novela de Laura Esquivel. 

Tres años de trabajo

Todo inició antes de la pandemia, en 2019, cuando Christopher Wheeldon, coreógrafo y director británico, comenzó a buscar nuevas ideas para un nuevo ballet. La novela Como agua como para chocolate cautivó inmediatamente su atención: la mezcla única entre pasión, represión y liberación, así como la presencia de figuras femeninas fuertes en un desierto revolucionario permeado de realismo mágico parecían ofrecer los ingredientes necesarios no solo para cuestionar y actualizar el significado simbólico de su historia sino también para reinterpretarlo a través del cuerpo y su movimiento en el escenario. El proyecto fue claro desde un principio, como cuenta Judith Mackrell del Guardian: ‘Wheeldon sabía que no quería aguacates danzando en el escenario. Para él, la comida en la novela de Esquivel era simplemente una puerta para descubrir el mundo interior de Tita. Más que coreografiar su magia culinaria, así como aparece en el escenario, Wheeldon buscó traducir su esencia en una danza más abstracta y poética’. Y así fue. 

México abstracto

Los doce capítulos que el libro original identifica con meses y platillos de la tradición mexicana permanecieron intactos perdiendo, sin embargo, su carácter evocativo y culinario. Lejos de querer reconstruir o imitar el mundo mexicano de la novela de Esquivel con una actitud pictórica, Like water for chocolate intenta evocarlo poéticamente con referencias alegóricas y minimalistas. Lo esencial y más ‘típico’ permanece, desde el día de los muertos con sus calaveras y su papel picado (la memoria de Coco sigue viva como referencia inevitable) hasta los sombreros y la artesanía local que, con sus hermosos espacios de color, rompe con gusto y discreción la calurosa monotonía del desierto de Piedras Negras, (sensacionales los vestidos de Nacha y auténticamente casera la mesa con sus sillas azules). Sin embargo, todo se coloca en una dimensión escenográfica abstracta y hierática que parece ignorar la sabia cotidianidad de lo mágico – el carácter espiritual y emocional del folklor culinario – para celebrar su esencia atemporal y simbólica. 

Cuerpos en el escenario

Este es el espacio en el que viven los cuerpos de Tita y Pedro junto a los demás personajes. El afán simbólico de Wheeldon cobra vida en una coreografía que define el cuerpo como máxima fuerza descriptiva y expresiva en el escenario. Like water for chocolate supera el reto de contar una historia sin palabras magistralmente con una gestualidad que comunica con claridad, pero sin obviedades, hechos y emociones de la historia incluso a quienes asistieron sin haber leído el libro o visto la película. Pero Wheeldon va más allá buscando una abstracción poética total en donde el cuerpo se libera de su esencia carnal para alcanzar dimensiones metafísicas, tanto en lo sensual – véase la elevación de Gertrudis al probar la comida de Tita – como en lo espiritual – en el final, cuando Pedro y Tita, ya mayores, se unen en una danza final que los lleva a trascender el reino mortal. 

Leitmotiv a la mexicana

El compositor Joby Talbot acompaña la historia con una música que, como bien dijo Alondra de la Parra, ‘tiene un sonido atemporal que no pertenece a ningún espacio geográfico, pero logra inmediatamente despertar memorias de nuestra región’. Talbot, gracias también al apoyo musical de la directora mexicana, recupera sonidos e instrumentos de la tradición folclórica y los coloca, coherentemente con el proyecto escenográfico de Wheeldon, en una dimensión profundamente simbólica: cada instrumento se transforma en un leitmotiv asociándose a personajes específicos como canal expresivo de su mundo emotivo (la guitarra para Pedro, la ocarina para Tita, las campanas y las percusiones para Mamá Elena). De la misma forma, también los ritmos de la música folclórica aparecen en la partitura de Talbot en momentos de mayor significado emotivo como el danzón cuando Gertrudis se deja conquistar por la fuerza sensual de la cocina de Tita, o los joropos cuando las tropas revolucionarias de la misma Gertrudis danzan en círculo alrededor de un fuego. Alondra de la Parra se acerca a la partitura de Talbot con un increíble gusto teatral exaltando tanto los momentos de fuerte carácter rítmico como los de gran lirismo y trascendencia poética.  

Al final el público de la Royal Opera House, que hasta ese momento había seguido el espectáculo con compostura británica, explotó en un gran y merecido aplauso para todos los protagonistas de Like water for chocolate, cómplices de haber hecho historia en un capítulo memorable en el camino de una novela sin tiempo

Por Francesco Milella. Enviado especial

Francesco Milella
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