A la sombra de su fama inconmovible, surgieron o se afirmaron en el mercado toda una serie de intérpretes especializados: Andrés Huesca, Flor Silvestre, Miguel Aceves Mejía, Las Hermanas Huerta, Lucha Villa, Lola Beltrán, María de Lourdes, Alicia Juárez y tantos otros.
Algunas de las canciones de José Alfredo están destinadas a permanecer indefinidamente en el repertorio de los viejos y nuevos intérpretes: Yo, Ella, Un mundo raro, Te solté la rienda, Amanecí en tus brazos y su última canción, El rey, podrían considerarse como verdaderas clásicas.
A un lado del compositor señero de la canción ranchera continuaron su labor una gran cantidad de compositores que también escribieron canciones significativas. Destacando a los más importantes habría que señalar a Cuco Sánchez, que en 1957 estrenó La cama de piedra años después de su popularísima Fallaste corazón, que dio lugar a la filmación de una telenovela, y en 1964 fue responsable de otro gran éxito: Anillo de compromiso. Su estilo de canción preferido por el mexicano ardido, por el mexicano en las últimas, es sobrio, dramático, lento y nada agitado, aunque de fondo violento. Famoso también como intérprete, Cuco Sánchez define su propio estilo de ejecución como “sincero, que si bien no cuenta con mucha voz, tiene sentimiento y proyección espiritual”.
Tomás Méndez Sosa, después apoyado en su intérprete Lola Beltrán y quien ya se había señalado por Cucurrucucú paloma, escribió más adelante algunos populares éxitos maravillosos: Puñalada trapera (1955), Huapango torero (1956), Paloma negra (1956), Bala perdida (1959), El volado (1961) y Las rejas no matan (1963).
Sus canciones siguen interpretándose con frecuencia, ya que proporcionan momentos de lucimiento y efectos muy apreciados por los cancioneros del género. Amalia Mendoza “La Tariácuri”, Lucha Villa, Pedro Infante y Javier Solís, se cuentan entre sus intérpretes más estimados.
Compositores hubo que, dedicándose a todos los demás géneros de canciones, obtuvieron un éxito memorable con una sola ranchera, como es el caso de José Espinoza “Ferrusquilla” con su Échame a mí la culpa.
La canción bravía de los años cincuenta encontró también una vertiente muy importante de compositores entre los cultivadores del corrido de nuevo cuñado ranchero. Graciela Olmos con Siete leguas y Víctor Cordero con infinidad de corridos siguieron muy activos en esa línea.
Compositores todavía emparentados con el antiguo son jalisciense o con la canción tradicional produjeron también interesantes obras que aportaron a la canción ranchera un hálito de legitimidad y defina sensibilidad: Cielo Rojo de Juan Záizar, Dos arbolitos y el arreglo de Gilberto Parra a ¿Qué te ha dado esa mujer? son tres notables ejemplos de esta tendencia.
Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.
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