La música tradicional de Tlaxcala

Poco se sabe de la música de Tlaxcala antes de la Conquista, ya que con la llegada de los españoles las costumbres musicales de los nativos de la región se fusionaron rápidamente con los estilos y formas musicales europeos

Por Música en México Última Modificación mayo 17, 2023

Además de los instrumentos musicales prehispánicos —teponaztli, huéhuetl, ocarina, tlapitzalli (flauta de barro o madera), tzicahuaztli (instrumento ludidor fabricado en hueso o madera)— que se han encontrado en zonas arqueológicas como Cacaxtla, Ocoteluco, Tizatlán y Xochitécatl, muy poco se sabe de la música de Tlaxcala antes de la Conquista, ya que con la llegada de los españoles las costumbres musicales de los nativos de la región se fusionaron rápidamente con los estilos y formas musicales europeos, además de que —en su afán por lograr una evangelización total—los misioneros se dieron a la tarea de modificar el sentido y el contenido de las danzas indígenas, ajustándolas a su calendario de fiestas patronales. De hecho, la Iglesia siguió teniendo un papel fundamental en la educación y difusión musical de los tlaxcaltecas hasta bien entrado el siglo XX, muestra de lo cual son los alabados, breves versos musicalizados de carácter religioso que se entonan en prácticamente todas las ocasiones importantes, desde el inicio de la temporada de siembra hasta el Día de Muertos y las fiestas de Año Nuevo. 

Entre las manifestaciones musicales de claro origen prehispánico con menor grado de asimilación europea que todavía subsisten en algunas regiones de la entidad se encuentran la Danza de Tónatl, que se realiza en honor al sol y en la que los danzantes bailan con acompañamiento de teponaztli y flautas de carrizo para finalizar con una lluvia de flores lanzadas por las mujeres del grupo, y la Danza de Xochipitzahuatl, que es una plegaria ceremonial cantada y bailada que se interpreta como parte de los rituales tradicionales del matrimonio en diversas regiones de México. El acompañamiento musical de esta danza está formado por once melodías distintas que están ligadas entre sí por breves poemas cantados en náhuatl y cuyo tema en algunas regiones es la belleza y delicadeza de la mujer, y en otras es una alabanza a la Virgen María.

Danza de Xochipitzahuatl

Quizá el lugar donde se pueden encontrar agrupadas las manifestaciones dancísticas tradicionales más representativas de la entidad sea en el famosísimo Carnaval de Tlaxcala, introducido por los colonizadores españoles en el siglo XVII y hoy en día uno de los eventos culturales más importantes del estado. Este evento se celebra el domingo, lunes y martes anteriores al Miércoles de Ceniza, y en él participan diferentes grupos (denominados cuadrillas o camadas) de danzantes (llamados indistintamente huehues) de todas las regiones de la entidad, ataviados con las vestimentas típicas de cada baile. Entre las danzas más famosas que se interpretan en el carnaval se encuentra la Danza de los charros, originaria de Papalotla de Xicohténcatl, Mazatecochco de José María Morelos, Tepeyanco y Santa María Acuitlapilco. Considerada como la danza más antigua de este monumental evento, en la Danza de los charros los participantes van vestidos con camisa blanca, pantalón y chaleco negros, y corbata. Sobre la espalda llevan una capa larga bordada a mano con hilos y lentejuelas de colores brillantes, forrada de terciopelo y con la orilla de hilaza blanca tejida. Cubren su rostro con una máscara de madera que tiene rasgos europeos y ojos de vidrio movibles, y llevan en la cabeza un sombrero forrado de terciopelo y adornado con un llamativo tocado llamado macetón o plumero, elaborado con un nutrido ramillete de multicolores plumas de avestruz. En las piernas llevan enrolladas pieles curtidas que asemejan botas, y en la mano derecha portan una cuarta, que es un pequeño látigo de cuero hecho de correas trenzadas y sujetas a un mango de madera corto, el cual hacen restallar en el aire durante el baile. En algunas versiones de la Danza de los charros intervienen otros personajes: la nana (que es un hombre vestido con ropas de mujer, con un sombrero de charro adornado con dos plumas de avestruz y con un máscara de madera con rasgos femeninos), los vasarios (que llevan chaleco, pantalón y zapatos negros, camisa blanca, sombrero negro adornado con dos plumas, una verde y otra roja, y dos listones de los mismos colores entrelazados en la parte superior del cuerpo) y las doncellas (que originalmente eran hombres caracterizados como mujeres y hoy en día son mujeres con el rostro descubierto y con vestidos de seda o de organza). El momento más esperado de esta danza es cuando los charros bailan La culebra, que es un son estructurado en dos partes claramente diferenciadas: una lenta en la que los bailarines, distribuidos en parejas, simulan un combate con sus látigos, los cuales hacen restallar contra las piernas de su contrincante, y otra más rápida, en donde los charros bailan sin agredirse. Al final, los participantes se dan la mano en señal de que no hay ningún rencor entre ellos.

La culebra (Danza de los charros)

No menos famosa es la alegre Danza de los huehues, en la que participa una camada formada por 20, 40 o hasta 120 danzantes, cuya vestimenta es muy similar a la de los charros: camisa blanca, pantalón y saco negros, corbata, una capa larga forrada de terciopelo y adornada con chaquiras, lentejuelas y cascabeles, botas o botines negros, guantes de piel y sombrero forrado con una tela de color que cae hasta la espalda del danzante. La parte trasera del sombrero va adornada con un pequeño espejo y varios listones de colores, y en la parte superior se coloca el infaltable penacho elaborado con coloridas plumas de avestruz. De igual manera, los huehues llevan el rostro cubierto con una máscara de madera que tiene flequillos dorados y facciones europeas. Las mujeres visten chaleco, falda y blusa, o un vestido circular adornado con imágenes o grecas de estilo prehispánico.

Danza de los huehues

Parodia de los elegantes bailes de salón llevados a cabo por la aristocracia durante la intervención francesa, la Danza de los catrines (originaria de Santa Cruz Tlaxcala, Panotla, Amaxac de Guerrero y San Miguel y San Bernardino Contla) es un baile de parejas en el que participa un grupo de hombres elegantemente vestidos con camisa blanca, pantalón y levita negros, guantes blancos, una fajilla de satín de color rojo y una gran mascada de color blanco con coloridos adornos bordados a mano que les cubre la cabeza y el cuello y cae sobre la espalda a modo de capa. Completan su atuendo con un sombrero de copa adornado con una cinta del mismo color que la fajilla y con una sonriente máscara de madera con ojos de cristal y mejillas sonrosadas. Por su parte, las mujeres llevan el rostro descubierto y un sencillo vestido de una sola pieza, sin mangas y con falda amplia y un poco arriba de la rodilla para evitar restarles la movilidad que necesitan al dar sus rápidos pasos con los sendos tacones que complementan su vestimenta. Esta danza también se conoce como la Danza de los paragüeros, porque cada uno de los varones participantes porta un paraguas negro que abre en repetidas ocasiones durante el baile.

Danza de los catrines

Con un vestuario a la usanza prehispánica destaca la Danza de tarogoteadas. En ella, las mujeres portan blusa blanca con adornos bordados en distintos colores, falda negra o azul también con adornos, un ceñidor rojo en la cintura, huaraches y el cabello trenzado con listones de colores. Los hombre llevan camisa y calzón largo de color blanco, un ceñidor rojo en la cintura, huaraches y sombrero de palma adornado con plumas de colores o espejos. También llevan el rostro cubierto con máscaras de madera que tienen ojos movibles de cristal y facciones europeas. En ocasiones, los danzantes acentúan el ritmo de sus movimientos con castañuelas. 

Mención aparte merece la Danza de los chivarrudos, que es originaria de San Lorenzo Axocomanitla, Papalotla, Teolocholco, Xicohtzinco y Zacatelco. Aunque actualmente los altos y movimientos bruscos de los danzantes se acompañan con instrumentos de viento metal y tambora, hasta hace unos años todavía se bailaba al ritmo de un solo teponaztli. En esta danza se representan las tareas de arreo llevadas a cabo en las haciendas ganaderas de la entidad a finales del siglo XIX y principios del XX, por lo que los danzantes personifican a los vaqueros, arrieros, peones, mayorales y jinetes encargados del cuidado de animales entre los que se encontraban cabras y chivos. Sin embargo, el nombre de la danza no proviene de estos últimos animales, sino de la chivarra, que es una piel de chivo curtida que los danzantes se colocan como chaparreras durante el baile. Los chivarrudos complementan su atuendo con pantalón de cuero, camisa blanca, saco negro, paliacate al cuello, botines negros y una máscara de madera pintada de color rosa con bigote y cejas abundantes de color negro, y adornada con un flequillo dorado o naranja. También llevan un característico sombrero de color crema, adornado con dibujos de triángulos de colores y estrellas rojas y negras. Los chivarrudos suelen ir bailando detrás de un torito con cohetones que se quemará al final de la interpretación, y de cuando en cuando hacen un alto para recitar versos de doble sentido. 

Danza de los chivarrudos

Aunque originaria de Huejotzingo, Puebla, El rapto de la hija del corregidor por Agustín Lorenzo es una danza que se ha vuelto tradicional de las camadas provenientes de Natívitas, Tlaxcala. Con una estructura más narrativa que dancística, en esta danza se escenifica — entre estallidos de cohetes, abundantes disparos de mosquetes y emocionantes persecuciones a caballo—la historia de amor entre Agustín Lorenzo, que fue cabecilla de una banda de forajidos que robaban a los ricos para dar a los pobres y que asolaron la región de Puebla, Tlaxcala, el Estado de México, Morelos y Guerrero a principios del siglo XIX, y Elena, una bella dama de sociedad hija del corregidor de Puebla. El amor entre Agustín y Elena era mutuo, pero las diferencias sociales y las actividades delictivas del galante caballero lo hicieron imposible. Ante esta situación, la pareja decide huir para iniciar una nueva vida en otro lugar pero, al enterarse de la fuga, el corregidor y sus soldados los persiguen. En algunas versiones, la historia termina con la captura y el ajusticiamiento de Agustín Lorenzo frente a una sufriente Elena. En otras, más optimistas, los enamorados escapan con éxito y nunca más vuelve a saberse de ellos. Como sea, la danza que se interpreta en el carnaval de Tlaxcala inicia cuando el bandido llega a caballo, entre música, cohetes y tiros de mosquete, al Palacio Municipal, contra una de cuyas paredes apoyará una escalera adornada con flores para que su amada escape con él. Una vez realizado el rapto, tienen lugar la boda y la persecución, y esta última sirve para el lucimiento de las habilidades de los jinetes, que ofrecen todo un espectáculo de suertes con sus cabalgaduras. 

El rapto de la hija del corregidor por Agustín Lorenzo (fragmento)

Por su parte, las camadas originarias de Totoloac, Yauhquemehcan, Santa Úrsula Zimatepec, Santa Anita Huiloac y San Esteban Tizatlán ofrecen la Danza de cuadrillas, derivada de los bailes de salón europeos de los siglos XVII y XVIII. Es interpretada por parejas de hombres y mujeres, que forman figuras coreográficas de gran complejidad mientras desarrollan sin interrupción diversos números de género variable que suelen incluir minuetos, contradanzas y gavotas, con acompañamiento musical de un violín, un contrabajo y dos bajos sextos, aunque actualmente es más común una alineación de instrumentos de viento metal y tambora. Los hombres llevan huaraches, pantalón y camisa blancos con coloridos adornos prehispánicos bordados a mano, un ceñidor rojo en la cintura, la cabeza cubierta con un paño blanco que cae sobre la espalda y un sombrero blanco coronado con un llamativo penacho de colores brillantes. También llevan el rostro cubierto con la infaltable máscara de madera que tiene ojos de cristal y facciones europeas. Las mujeres visten falda acampanada a la rodilla, un ceñidor de color azul y blusa blanca de manta con coloridas grecas de estilo prehispánicos bordadas a mano en las mangas y en el cuello. También llevan huaraches, se adornan con aretes y collares de playa y llevan el cabello trenzado con listones multicolores.

Danza de cuadrillas

Con origen en la tradición religiosa española se encuentra la Danza de moros y cristianos, en la que los participantes —distribuidos en dos grupos de 12 integrantes, denominados comparsas— visten ropajes y máscaras distintivos del bando al que pertenecen. Cada participante lleva un machete en la mano derecha, y el jefe de cada comparsa lleva además en la mano izquierda el estandarte de su grupo. Por supuesto, la danza ejemplifica un combate entre los moros (también llamados mahomas) y los cristianos, quienes terminan vencedores con la ayuda de una bandada de niños disfrazados de angelitos. Los nombres de los sones musicales que se interpretan durante esta danza se corresponden con la trama de la representación, por ejemplo La partida de la plaza, Las embajadas, La batalla o Lamentos, ente otros.

Danza de moros y cristianos

Originaria de Toluca de Guadalupe, poblado localizado en el municipio de Terrenate, la Danza de los cuchillos —también conocida como Danza del ahorcado— destaca por poseer una complejidad narrativa muy particular. Llamados cuchilleros, los danzantes (entre 12 y 18 participantes, exclusivamente varones) usan camisas de colores llamativos, chaleco negro, una falda de satín adornada con listones de colores, medias de color carne y botines negros. En la cabeza llevan un sombrero de palma adornado con flores de papel de china y se cubren el rosto con una máscara de cuero curtido pintada de algún color llamativo. En los tobillos, como si fueran espolones, se colocan cuchillos que hacen sonar entre sí cuando —al ritmo de una sucesión ininterrumpida de sones interpretados con guitarra y violín— ejecutan los complicados pasos de su baile, que incluyen saltar la cuerda y realizar diversas suertes para demostrar su destreza al no lastimarse con los cuchillos. Parte importante de esta danza son los charros, que van vestidos con camisa de color, chamarra de piel, sombrero charro, botas negras, una máscara pintada de color rosa con espesas cejas y bigote, un paliacate que les cubre la boca y un látigo en la mano derecha. Antes de iniciar la danza, los charros se encargan de reunir a los participantes en el centro de la explanada, haciéndose discretamente a un lado cuando la guitarra y el violín inician el primer son. Una vez terminada la primera pieza, los cuchilleros siguen bailando mientras los charros, acompañados de otros comparsas caracterizados como el hacendado, el sacerdote, la viuda, el catrín, el médico, el diablo y la muerte, realizan números cómicos entre el público. La música y la danza siguen, pero cuando los instrumentos empiezan a interpretar un son que llaman Las agonías, el diablo y la muerte se colocan uno a cada lado de la horca que se ha levantado en el centro de la plaza. Los charros empiezan a buscar entre los espectadores al hacendado, y cuando lo encuentran lo llevan hasta el patíbulo, donde se simulará su ahorcamiento entre el jolgorio de los demás participantes, quienes bailan con los cuchilleros un son que se llama El ahorcado.

Danza de los cuchillos (fragmento)

De San Juan Totolac y Santa Ana Chiautempán se representa en el carnaval la Danza de las cintas, en la que un varón vestido con camisa y pantalón de manta se coloca en el centro de la plaza sosteniendo un mástil del que cuelgan varios listones de colores. Alternando un hombre y una mujer —los varones vestidos con huaraches, medias de color carne, camisa y pantalón corto de manta, la cabeza envuelta en una mascada de color llamativo que cae obre la espalda como una capa, el rostro cubierto con la infaltable máscara de madera y un sombrero blanco adornado con plumas de colores, y las mujeres con el rostro descubierto, falda larga de colores y quexquémitl (prenda que consta de dos piezas de tela rectangular, tejidas a mano y adornadas con intrincados diseños bordados a mano, que se cosen juntas para formar una especie de chal que se cuelga de los hombros)—, los demás participantes se colocan alrededor del mástil, y cada uno toma un listón con su mano derecha mientras que con la izquierda tocan una sonaja. Cuando empieza la música, que consiste en sones interpretados con violín y guitarra, los participantes empiezan a girar en torno al mástil, los hombres hacia la derecha y las mujeres hacia la izquierda, y después en sentido contrario. Así, van enredando y desenredando los listones, que forman intrincadas figuras.

Danza de las cintas

Originaria de San Juan Totolac, la Danza de la jota es un baile de parejas en el que se hace la representación de un cortejo amoroso. Al ritmo de una sucesión de alegres temas que inicia con una fanfarria de bienvenida, los participantes —los hombres vestidos con huaraches, camisa y pantalón blancos con estilizados adornos bordados a mano, ceñidor rojo o negro, la cabeza envuelta en una mascada blanca también con adornos bordados y que cae sobre la espalda como una capa, el rostro cubierto con una sonrosada máscara de madera que tiene barba y bigote, y con un sombrero blanco adornado con un puñado de plumas de colores; las mujeres con huaraches, vestido blanco con adornos de estilo prehispánico bordados a mano en el pecho, las mangas y la falda, un ceñidor de un color llamativo y el cabello peinado en trenzas o chongo y adornado con una pequeña mantilla— bailan animadamente, con los varones revoloteando alrededor de sus damas, inclinándose hacia adelante y quitándose el sombrero para hacer galantes reverencias, mientras las mujeres se van inclinando ligeramente hacia atrás, buscando con la mirada el rostro de su caballero. Por momentos, el cabecilla del grupo de hombres —que se distingue por llevar un penacho diferente en su sombrero—hace resaltar el ritmo del baile tocando unas castañuelas que porta en la mano derecha. La danza termina con la pareja simulando darse un beso.

Danza de la jota

Finalmente, del municipio de Terrenate proviene la Danza de los negros o Danza de los negritos, en la que un solo violín (a veces con acompañamiento de guitarra o guitarrón) ejecuta una serie de diez sones que llevan el nombre de la parte de la danza que se está ejecutando en ese momento: El zapateado, El pespunteado, La suerte, la media vuelta, La trenza, La vuelta entera, La trenza mancereña, El coyotito, La reverencia y El zapateado final. Llamados bailadores, los participantes visten calzoncillos de manta hasta la rodilla adornados con cascabeles, media nagüilla de algodón de color llamativo y adornada con espejos, medias de color carne, botines negros, camisa o pechera de color llamativo y sombrero de palma adornado con flores de papel de china y listones de colores que cuelgan en la parte posterior. También llevan el rostro cubierto con una grotesca máscara elaborada en cuero por el propio danzante. En la realización de esta danza participan de doce a treinta bailadores, quienes antes que nada se presentan en la iglesia, entrando de rodillas y avanzando de la misma manera hasta el altar, donde hacen una oración. Luego, todavía arrodillados y sin dar la espalda al altar, salen del recinto y llegan al atrio, donde por fin se ponen de pie y se preparan para bailar durante todo el día. Los bailadores forman dos filas, cada una encabezada por un puntero. En medio de las filas se coloca el Negro Mayor, quien lleva un fuete en la mano y se encarga de dar indicaciones en voz alta a los bailadores, los cuales a su vez contestan con una exclamación (por ejemplo, el Negro Mayor dice “¡Una vuelta negros!” y los demás responden “¡Auuu!”). El Negro Mayor y los punteros bailan las dos primeras frases musicales de cada son, y los bailadores deben imitarlos bajo la atenta mirada del Negro Mayor, que da un latigazo al desafortunado que se equivoque. Complementan la danza una Maringuía y varios corraleros. La Maringuía es un hombre vestido de mujer que se coloca detrás del Negro Mayor y lo sigue a todos lados, mientras que los corraleros bailan alrededor del grupo, bromeando con los espectadores y cuidando que los negros no se salgan de sus filas.

Danza de los negros

Parte indiscutible del folclore mexicano es el jarabe, género musical y coreográfico presente en gran parte del occidente, el centro y el sureste de nuestro país, sobre todo en estados como Nayarit, Jalisco, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Puebla y Tlaxcala. Formados por una sucesión de varios sones representativos de la región donde se bailan (enlazados a la manera de un popurrí), los jarabes suelen constar de cinco partes bien definidas — introducción, copla cantada, zapateado, descanso (o paseo) y final— y llevan el nombre de la copla cantada. Y aunque el jarabe más conocido en México y en el mundo entero es el jarabe tapatío, es necesario mencionar el jarabe tlaxcalteca, que se interpreta a lo largo y ancho de la entidad y cuyos sones centrales (interpretados con violín y guitarra o con salterio) son El palomo, El durazno, El cojito, El jorobante, El tlaxcalteco, El toro y La petenera. En este baile, los varones llevan pantalón y camisa blanca, sombrero de palma, un ceñidor rojo, huaraches, paliacate al cuello y un sarape sobre el hombro izquierdo. Las mujeres visten enaguas largas de color azul marino, blusa blanca, ceñidor rojo y un huipil de color blanco con adornos bordados en el pecho y las mangas. Llevan huaraches, se adornan con collares y llevan el cabello peinado en chongo y adornado con una gruesa cinta de color rojo que colocan sobre su frente.

Jarabe tlaxcalteca

A finales del siglo XIX y principios del XX surgieron en la entidad numerosas bandas de alientos, sobre todo en poblaciones como Apizaco, Calpulalpan, Cuapiaxtla, Huamantla, Hueyotlipan, Nanacamilpa y Zacatelco. Pronto, estas bandas se convirtieron en favoritas del público con sus interpretaciones de marchas, sones, valses, chotis, pasos dobles y mazurkas para amenizar todo tipo de fiestas y eventos. A ellas se agregó, también en la primera mitad del siglo pasado y sobre todo en lo que hoy es el municipio de Atltzayanca, el salterio (instrumento de cuerda pulsada que llegó a México durante la época virreinal). Curiosa fusión de la modernidad con los vestigios del pasado prehispánico, con el tiempo también surgieron (principalmente en el Valle de Puebla-Tlaxcala y en el grupo de municipios que conforman el llamado Bloque de Tlaxcala) alineaciones formadas por instrumentos como chirimía, teponaztli, sonajas, raspador y tambor redoblante, las cuales interpretan las más variopintas melodías de los géneros de música popular más diversos para deleite de los escuchas de las nuevas generaciones.

Chirimía y teponaztli de Zacatelco

Música en México
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