DISCOS: Conciertos de Ricardo Castro

Ricardo Castro (1864-1907): Concierto p/piano; Concierto p/chelo; Oithona, poema sinfónico. Orquesta Sinfónica de San Luis, José Miramontes Zapata, director; Rodolfo Ritter, piano; Vladimir Sagaydo, violoncello. Sello Sterling […]

Por Música en México Última Modificación noviembre 17, 2015

Ricardo Castro (1864-1907): Concierto p/piano; Concierto p/chelo; Oithona, poema sinfónico. Orquesta Sinfónica de San Luis, José Miramontes Zapata, director; Rodolfo Ritter, piano; Vladimir Sagaydo, violoncello. Sello Sterling CDS 1106-2.

El sello Sterling presenta “un logro de importancia histórica ya que reúne los primeros ejemplos de poema sinfónico, concierto para piano y concierto para violoncello escritos en Latinoamérica”. De las extensas notas de José María Álvarez que acompañan a este disco, destacamos algunos fragmentos salientes:

Ricardo Castro nació en la Hacienda de Santa Bárbara, Municipio de Nazas, Durango, el 7 de febrero de 1864. Desde pequeño mostró pasión y aptitud para la música y a los ocho años ya escribía diminutas obras de salón que gozaron de enorme aceptación en los círculos más destacados de la sociedad duranguense. Su familia se mudó a la Ciudad de México, gracias a lo cual Ricardo se inscribió en el Conservatorio Nacional y prosiguió su instrucción con el profesor Juan Pablo Salvatierra (1831-1880) en piano y Melesio Morales (1838-1908) en composición. Añadió sus cursos de perfeccionamiento con quien era considerado el máximo pianista mexicano de esos tiempos, Julio Ituarte (1845-1905). La impecable técnica y gran imaginación de Castro como compositor le granjearon una invitación para participar como representante mexicano en la Exposición Universal de Nueva Orleans, en 1885; esa fue la catapulta que lo llevaría a ofrecer sendos conciertos en Filadelfia, Nueva York, Washington y otras ciudades de la Unión Americana.

A su regreso triunfante de esa gira, su actividad se circunscribió a la composición, confeccionando innumerables piezas de salón que estaban muy en boga en la sociedad mexicana en el ocaso del siglo XIX. Castro compuso ávidamente y consiguió partituras de innegable valor artístico (que, como México no parece tener memoria, hoy están llenas de polvo en los archivos). De aquel período datan dos sinfonías: la No. 1, en Do menor, que porta el sobrenombre de Sagrada, escrita en 1883 y la segunda compuesta en 1887. En 1885 escribió el poema sinfónico Oithona y la ópera Giovanni d’Austria que quedó inconclusa. En 1892 ocurrió un importante acontecimiento para la vida cultural mexicana: se fundó la Sociedad Filarmónica Mexicana y Castro fue invitado a tocar como solista el Concierto de Edvard Grieg (1843-1907) en la gala inaugural. De tal manera ya se conocía a Castro por algunas de sus primeras partituras sino también como concertista virtuoso. De hecho fue él quien estrenó en México el Quinteto de Robert Schumann, así como los Tríos de Tchaikovski y Anton Rubinstein.Castro obtuvo un sonado éxito con el estreno de su ópera Atzimba en 1900, y para el año 1901 presentó tres importantes conciertos, en uno de los cuales estrenó su hoy famoso Vals Capricho.

Pudo costearse su residencia en Europa, específicamente en París, durante un período considerable. Recibió una renta mensual del gobierno mexicano con el único propósito de que perfeccionara su técnica y difundiera “la buena música mexicana”, a decir de las publicaciones de la época.

A su llegada a Francia, en enero de 1903, Castro promovió su producción musical con estupendos resultados: tan solo tres meses después de su arribo, logró que se estrenara su Concierto para violoncello. Trabó amistad con músicos y compositores destacados a quienes dedicó creaciones suyas, entre ellos Saint-Saens, quien lo apoyó para llevar a cabo diversos recitales.

Después de su fantástica aventura europea, Castro fue nombrado (finalmente) director del Conservatorio Nacional en 1907. Sin embargo, el pianista y compositor no vivió lo suficiente para dejar su huella en la institución educativa pues falleció – inesperadamente – el 28 de noviembre de 1907, probablemente a causa de lo que en aquellos tiempos definieron los médicos como “pulmonía fulminante”. Después de la muerte de Castro, faltaban pocos años para que comenzara la Revolución Mexicana.

Fue así que el repudio total a los logros del Porfiriato envió a las tinieblas a la producción artística mexicana del siglo XIX. Muchas obras están totalmente perdidas y solo sabemos de ellas gracias al rescate de textos de la época. Tuvo que pasar medio siglo para que el pianista mexicano Miguel García Mora (1912-1998) rescatara del olvido una buena parte del repertorio de Castro, como su Concierto para piano y varias piezas sueltas. De ahí la importancia de este disco que rescata también el Concierto para violonchelo y el poema sinfónico Oithona.

“Fue Ricardo Castro quien, elevándose por encima de las limitaciones estilísticas impuestas por una exitosa carrera como compositor de música de salón, dio el paso definitivo hacia la adquisición de una técnica de mayor envergadura que le facilitaría el acceso a las formas mayores del romanticismo como la sinfonía, el concierto, la ópera y el cuarteto de cuerdas” (Yolanda Moreno Rivas, La composición en México en el siglo  XX, México, Conaculta, 1994).

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