Si fuera posible tomar una relativamente rápida sucesión de fotografías instantáneas de la conformación vertical de un pasaje musical, podría obtenerse la estructura básica de su textura musical. Se revelaría entonces la textura de una melodía con acompañamiento; o la textura imitativa, en la que una o más partes se responden en intervalos relativamente cortos; o la textura homofónica, en que las partes se mueven con el mismo ritmo, como en la armonización de una melodía himnódica.
Esto significa que la textura se refiere a la construcción vertical de la música dentro de un periodo determinado, es decir, la relación entre las partes sonoras simultáneas. Cada una de las partes combinadas tiene un carácter lineal más o menos continuo que conforma líneas horizontales con igual grado de importancia, por lo que se dice que la textura musical es contrapuntística.
Una textura contrapuntística no es igual que una fugada. En la textura fugada las partes se comportan como en una fuga, imitándose entre sí en intervalos de tiempo y altura determinados por las reglas tradicionales perfectamente establecidas, y a la vez flexibles, de la práctica fugal. El conocido preludio coral de Bach, Wachet auf (no. 1 de los preludios corales Schübler, BWV645), tiene una textura indiscutiblemente contrapuntística, pero de ninguna manera fugada; combina tres líneas melódicas de construcción bastante distinta, conformando un coral de notas largas con un obligado más o menos elaborado y una línea de bajo regular.
La textura puede estar condicionada por el espaciamiento vertical de los acordes (densidad), por el color instrumental o vocal, la intensidad, el ataque y, de hecho, por el efecto espacial de los silencios.
Fuente: Latham, Alison. Diccionario enciclopédico de la música. Fondo de Cultura Económica, 2008.
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