¡El Rey soy yo! Camarena: homenaje a Manuel García

por Francesco Milella, desde Salzburgo. Los que recuerdan su nombre parecen (tristemente) contarse con los dedos de una mano: aficionados minuciosos, melómanos fanáticos, estudiantes pedantes […]

Por Francesco Milella Última Modificación mayo 24, 2018

por Francesco Milella, desde Salzburgo.

Los que recuerdan su nombre parecen (tristemente) contarse con los dedos de una mano: aficionados minuciosos, melómanos fanáticos, estudiantes pedantes (y un poco obsesivos). Su historia y su música han sido por años un tesoro de nicho que pocos han recuperado y difundido. Una reciente biografía escrita por James Radomski (Oxford, 2000) despertó cierto interés. Pero no fue suficiente para dar inicio a nuevos estudios sobre una figura sensacional de nuestra música, un tenor, compositor y pedagogo revolucionario y deslumbrante, cuya trayectoria artística cambió por completo el rostro de la ópera. La verdad es que enfrentar la figura de Manuel García no es cualquier cosa. Recorrer su mito, estudiar y ejecutar sus partituras (y las de los compositores que en él y en su voz legendaria se inspiraron) es un reto que pocos se han atrevido a enfrentar – hasta hace pocos días.

El regreso triunfal de Javier Camarena al prestigioso Festival de Salzburgo fue el evento que desde hace tiempo esperábamos: presentar oficialmente un homenaje a Manuel García. El concierto fue en realidad un fabuloso momento de descubrimiento y difusión de un universo musical que por demasiados años había permanecido en silencio entre archivos y bibliotecas. Finalmente, las óperas que García había compuesto a lo largo de su vida (1775 – 1832) en sus intensas y funambulescas giras por el mundo, de Madrid a Nápoles, desde París hasta la Ciudad de México, volvieron a cobrar vida acompañadas, de forma razonada, por una selección de arias que otros grandes compositores de su época escribieron explícitamente para su voz, entre otros Gioachino Rossini y Nicola Zingarelli.

Javier Camarena y Gianluca Capuano, director de Les Musiciens du Prince, unieron los dos rostros dominantes de la compleja identidad del gran músico español, compositor y cantante,entregando al público del Mozarteum un retrato musical entusiasmante. El recital alternó composiciones típicamente españolas de García (qué delicia el monólogo de El poeta calculista!) con arias y escenas de las tradiciones italiana y francesa, a las que este gran compositor español supo acercarse con notable sensibilidad conquistando grandes triunfos en ambos lados del Atlántico. Dos fueron las arias de la Mort du Tasse, estupenda ópera que García presentó en París en 1821, y una aria de El gitano por amor, compuesta en los últimos meses de su estancia mexicana en 1828. Les siguieron una larga serie de bis: la canción “Yo que soy contrabandista”, verdadero éxito en su época, la serenata “Deh, vieni alla finestra” del Don Giovanni de Mozart, rol en el que García triunfó tanto en Europa como en América (legendaria fue la colaboración con Lorenzo da Ponte en Nueva York),  y el duetto de La Cenerentola de Rossini, con la agradable sorpresa de Cecilia Bartoli en el escenario. El resultado, sin querer ser completo y definitivo, fue suficiente para trazar las líneas esenciales del monumental y complejo legado musical de Manuel García.

Javier Camarena, verdadero protagonista de la noche, logró responder con gran inteligencia a las demandantes partituras que solían formar el repertorio del tenor español. Su voz (de García), aún siendo de tenor, solía a menudo bajar al registro de barítono adquiriendo una extensión poco común en su época. El virtuosismo, si miramos a lo que Gioachino Rossini se atrevió a escribir para él (sobre todo Otello y Barbero), decoraba cada página en un verdadero y auténtico triunfo de lo que comúnmente se conoce como bel canto. Frente a tantas dificultades, Camarena reaccionó de forma impecable respondiendo a las exigencias de la partitura con la seguridad y la sensibilidad a las que ya nos ha acostumbrado con sus interpretaciones de Ramiro (Cenerentola) e Idreno (Semiramide), brillando quizás aún más en las arias de tradición italiana y española respecto a las francesas, cuya vocalidad nasal y larmoyant suele ser a menudo riesgosa para las voces latinas).Gianluca Capuano, fino y celebrado director de música barroca, acompañó la voz de Camarena con discreción y sensibilidad, ofreciendo siempre las dinámicas rítmicas correctas y apoyando sus funambulescos juegos vocales con precisión y flexibilidad.

Difícil sería describir la reacción del público reunido en la Grosse Saal del Mozarteum salisburgués: aplausos, aplausos y más aplausos cerraron, entre flores y zapateados, un concierto memorable. Memorable por el arte que Javier Camarena nos compartió con coherencia, elegancia y sensibilidad. Pero memorable también por su encomiable labor histórica y su afán por recuperar del olvido y dar nueva vida a uno de los grandes protagonistas de nuestro pasado musical.

 

Rossini: Cessa di più resistere (Il Barbiere di Siviglia)

 

Rossini: Si, ritrovarla io giuro (La Cenerentola)

 

García: Yo que soy contrabantista (El poeta calculista) – Cecilia Bartoli

Francesco Milella
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