SALIR EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO.

Por Martín Casillas de Alba Cuando en la apacible y silenciosa meditación salgo en busca del tiempo perdido, suspiro al recordar tantas cosas anheladas y, […]

Por Música en México Última Modificación junio 23, 2017

Por Martín Casillas de Alba

Cuando en la apacible y silenciosa meditación salgo en busca del tiempo perdido, suspiro al recordar tantas cosas anheladas y, con esos viejos dolores, lamento perder el tiempo…, así empieza el Soneto 30 de Shakespeare que viene a cuento ahora que he escuchado, entendido y disfrutado, después de haberla conocido hace cuarenta años, Jaula, esa creación gráfica de Arnaldo Coen (1940-) y musical de Mario Lavista (1943-) en donde, el primero construye una partitura-gráfica que hace años me explicó en detalle, mientras que Lavista compuso una obra en homenaje a John Cage (1912-1992), el compositor norteamericano que usaba el azar para determinar sus notas, ritmos y silencios, que bien conocieron cuando vino a México en 1964 y los tres hicieron clic, para luego regalarle la obra gráfica y musical para piano-arreglado en cuatro notas: C (Do), A (La), G (Sol) y E (Mi), CAGE, como su nombre lo indica.

La semana pasada Mario la interpretó como parte de una de las actividades de la exposición Arnaldo Coen: reflejo de lo invisible que montaron en la Galería Sur de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de Xochimilco, en donde pudimos ver, entre otras piezas, una versión de la partitura-gráfica y, en este caso, también poética con textos de Francisco Serrano que fueron el escenario para la presentación del libro de Celia Fanjul Peña, Arnaldo Coen: donde empieza el silencio en el espacio tiempo, una tesis de maestría convertida en libro, con muchas y variadas interpretaciones de la obra de Arnaldo.

¿Dónde empieza el silencio? -se pregunta Eduardo Matos en el catálogo de la exposición y Arnaldo contesta: el silencio comienza donde se entretejen tiempo, espacio, forma y color. Sólo le faltó un ingrediente que únicamente nos puede dar un artista verdadero: genialidad.

El arte puede servir de terapia, como en este caso cuando salgo en busca del tiempo perdido, entretejido en el espacio por la obra de Coen y, en el tiempo con la obra musical de Lavista que es un fluir continuo, entrecortado por algunos silencios.

La reunión empezó con la interpretación de Jaula mientras gozaba de esa explosión creativa de los dos artistas tanto en la obra musical como en la gráfica pues como escribió Andrés de Luna: sólo ahora, pasados los años y con otros bagajes de experiencia pueden verse los cuadros de Coen ligados a una cuestión musical. ¿Quién podría abolir los sonidos que están en la cabeza de un pintor ligado por vía materna a la música?

Las notas destempladas por ese piano-arreglado nos ofrecieron ritmos que recuerdan las percusiones orientales, golpeteos que se suceden entre breves espacios como si fueran el respiro de un caminar agitado por un laberinto para tomarnos, de tiempo en tiempo, un instante para saber a dónde vamos o si no hemos regresado donde hemos estado hace tiempo.

Los cubos de Coen (en su más pura estructura ósea) se pueden desplegar en sesenta y cuatro piezas como las mutaciones del I Ching que Cage usaba para inspirarse en el azar como podía ser el resultado de este hexagrama que pudo salir un día cualquiera, indicándole que… “cuando el agua esté por encima del fuego después de la consumación, el noble debe reflexionar sobre la desgracia para que se arme contra ella por anticipado” y con esto, Cage pudo haber tomado la sugerencia para incluirla, musicalmente hablando, para que fuese parte de su obra.

Ese día pude ver en acción a Coen y Lavista, desplegando su inteligencia y su galanura: el primero, con sus obras plástico-musicales alucinantes y, el segundo, improvisando ritmos con las cuatro notas intervenidas de CAGE y, los dos, sin perder el sentido del humor que los caracteriza, envueltos por la manta de sus obras que nos hacen un guiño que sonreímos como si fuéramos cómplices y que seamos nosotros los que improvisamos y completamos sus obras para que así perduren y se renueven.

¡Ah qué alivio!

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