Tomando como base la Eneida de Virgilio, en mayo de 1856 el compositor francés Hector Berlioz (1803-1869) empezó a trabajar en el libreto de Les Troyens, su ópera más ambiciosa y quizá el punto más alto de su carrera musical. Con una respetable duración de aproximadamente cinco horas, estructurada en cinco actos (cada uno formado por escenas independientes que, sin embargo, forman un continuo narrativo), con muchos personajes y con un interesante uso de la orquesta (que deja de simplemente acompañar la acción para explicarla y comentarla), esta colosal obra maestra del Romanticismo francés quedó terminada en abril de 1858. Sin embargo, el compositor pasaría los siguientes cinco años de su vida intentando estrenarla en la Ópera de París, en ese entonces el único escenario capaz de albergar tan mastodóntica producción. Cansado de las vacilaciones de los directivos de la Ópera de París, Berlioz se vio forzado a dividir su obra en dos partes (La prise de Troie y Les Troyens à Carthage) para que solo la segunda de ellas, reestructurada y con todavía más cortes adicionales, se estrenara en el Théâtre Lyrique de la capital francesa, en noviembre de 1863.
Aunados a la sorpresiva muerte de su segunda esposa, la mezzosoprano Marie Recio (1814-1862), tanto el tira y afloja con los empresarios operísticos como el hecho de tener que mutilar la obra en que había volcado su concepción personal del arte musical agotaron a Berlioz, quien nunca se recuperó de tan amargo trago. Pero, aún empalidecida por la fragmentación y la reducción de que había sido objeto, la ópera había causado una profunda impresión en el público, cuyo interés permitió que se ofrecieran 22 representaciones, con una creciente asistencia. Sin embargo, Hector Berlioz, desmoralizado, no volvió a intentar nunca más el estreno de Les Troyens en su forma original. Fue hasta 1890, veintiún años después de la muerte del compositor, que en el Großherzoglichen Hoftheater (actualmente Badisches Staatstheater Karlsruhe) de Karlsruhe, en Alemania, se llevó a cabo la primera producción integral de la ópera —traducida al alemán— en dos sesiones consecutivas, bajo la dirección de Félix Mottl. Por su parte, la Ópera de París finalmente se decidió a presentar Les Troyens completa, en una sola sesión, bajo la batuta de Philippe Gaubert, en junio de 1921.
Y es este inútil y desgastante combate entablado por Hector Berlioz para representar su obra maestra el punto de partida de Yo, Berlioz, espléndido telefilme dirigido en 1993 por el prolífico cineasta británico Tony Palmer (Benjamin Britten: A Time There Was…, Stravinsky: Once at a Border…, Testimony: The Story of Shostakovich, Maria Callas: La Divina, entre muchos otros trabajos) para The South Bank Show.
“Yo, Louis Hector Berlioz, compositor, músico, ciudadano de Francia, con 64 años de edad, afirmo, en esta mi última voluntad y testamento, que mi tema es —y siempre ha sido— la guerra”. Con estas palabras inicia Tony Palmer su recuento de las terribles dificultades sufridas por Hector Berlioz para estrenar Les Troyens, combate en el que no tuvo éxito y que prácticamente lo aniquiló como artista. Encerrado en su estudio, el compositor rememora el proceso de creación de su ópera y sus infructuosos esfuerzos por montarla en la Ópera de París. Al mismo tiempo, somos testigos de la puesta en escena del propio Palmer para la producción de Les Troyens llevada a cabo en 1992 por el Teatro de la Ópera de Zúrich. Con esta intercalación entre la recreación de época (basada en cartas y recuerdos autobiográficos del compositor) y la producción contemporánea de la ópera —lograda a través de una especie de collage con un cuidado equilibrio entre palabra, música e imagen— el cineasta se propone ofrecer al espectador no solo un perfil biográfico de una de las figuras clave el Romanticismo musical francés (que como hombre se nos revela ambiguo, frágil y malhadado, si bien como artista devino poderosa influencia para generaciones posteriores de compositores), sino también una exploración del impulso originario de la creación artística y del choque entre la obra de arte y la aceptación del público.
Elegantemente filmado, espléndidamente editado y acertadamente protagonizado por Corin Redgrave (A Man for All Seasons, Excalibur, Cuatro bodas y un funeral) —hijo de sir Michael Redgrave y hermano de Vanessa Redgrave— como Hector Berlioz, Yo, Berlioz cuenta además con la participación de la mezzosoprano sueca Anne Sofie von Otter (1955) como Marguerite en La damnation de Faust y la mezzosoprano ucraniana Ludmila Schemtschuk (1946) como Dido, el tenor italiano Giorgio Lamberti (1938) como Eneas, la soprano dramática alemana Agnes Habereder (1954) como la profetisa Casandra y la mezzosoprano búlgara Vesselina Kasarova (1965) como Ana, hermana de Dido, en Les Troyens. La música de Hector Berlioz es interpretada por el coro y la orquesta del Teatro de la Ópera de Zúrich bajo la batuta del director austriaco Ralf Weikert (1940).
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