Alcina de Händel , entre magia y fantasía

Por Francesco Milella El éxito de Gulio Cesare, obra presentada en Londres en 1724, había logrado calmar la guerra entre los aficionados a la ópera, […]

Por Francesco Milella Última Modificación marzo 20, 2018

Por Francesco Milella

El éxito de Gulio Cesare, obra presentada en Londres en 1724, había logrado calmar la guerra entre los aficionados a la ópera, los cuales terminaron aceptando la evidente superioridad de Georg Friedrich Händel. El mismo Giovanni Bonocini, su gran rival, calló definitivamente dejando al compositor alemán la gloria inglesa y regresando a su país natal entre escándalos y críticas. A pesar de sus constantes triunfos (desde 1724 a 1733 había compuesto más de veinte óperas), Händel no podía dejar de luchar para mantener su posición: nuevos compositores, aún más famosos y valiosos que Bononcini, estaban a punto de cruzar el canal de la Mancha para fundar en Londres una nueva sociedad teatral: la Opera of the Nobility. Con el apoyo de la nobleza británica, nuevos compositores y cantantes italianos, entre ellos Niccoló Porpora y el gran Farinelli, animaban intensamente la vida musical local con espectáculos de extraordinaria calidad.

Quizás un poco viciado por sus viejas glorias, Händel reaccionó fundando una nueva sociedad en el Covent Garden, en aquel entonces gestionado por John Rich, dando inicio al último capítulo de su trayectoria operística. Diez años después del extraordinario éxito de Giulio Cesare, el prestigio de Händel volvía a ser amenazado y, como había sucedido diez años antes, la respuesta dejó a toda la ciudad de Londres y a sus élites musicales sin palabra alguna. Después de haber encontrado un libreto anónimo (“casualmente” basado sobre un texto de Riccardo Brioschi, hermano de Carlo, es decir de Farinelli, su gran enemigo en Londres), Händel no dejó pasar ni un día más y comenzó a componer su nueva ópera, una de las últimas de su larga trayectoria musical inglesa: Alcina.

La necesidad de reaccionar en contra de la compañía de Porpora y Farinelli aparece en diferentes momentos de la ópera, comenzando por su misma historia, amplia e intensamente decorada con elementos mágicos, fantásticos y sobrenaturales. Además, en 1735, Rich, director del Covent Garden, había invitado –hecho muy poco común para un teatro de ópera italiana- a una compañía de baile para enriquecer aún más la estructura teatral de la ópera y, de esta manera, obligaba a Händel a ampliar considerablemente la partitura con danzas típicas de la tradición francesa. En la parte vocal, a pesar de no poder contar con el “equipo” de cantantes de la Opera of the Nobility, Händel y su empresarios consiguieron voces que estaban a la altura de la obra:   entregaron la parte de Alcina a Anna Maria Strada del Po y la de Ruggiero al celebre castrato Carestini.

En torno a estos dos personajes y a sus contrastantes emociones entre amor y odio, pilares insustituibles de la complicada historia, Händel construyó toda la estructura musical de la ópera. Por un lado, Alcina, reina invencible y maga cruel, quien se transforma en mujer frágil y perdidamente enamorada, por el otro, Ruggiero, amante hechizado por la misma Alcina, quien se recupera de su locura y  vuelve a ser un digno y noble caballero, moralmente impecable al lado de su amada Bradamante.

Frente a tanta complejidad teatral, Händel reacciona buscando en la música todo lo contrario: es decir, la sencillez. Alcina nos entrega una serie interminable de momentos musicales de indescriptible belleza. Al escuchar la música, no sorprende que de todas las óperas de Händel, Alcina es la que más sólidamente ha logrado superar el tiempo y las adversidades de la historia. La belleza de sus arias, la capacidad de la música de moldear la psicología de los personajes más allá de las palabras, la genuinidad e inmediatez de las escenas han cautivado la atención de todas las épocas siguientes hasta el siglo XX, cuando Alcina vivió otro momento de gran éxito gracias a la voz de Joan Sutherland, diva profundamente enamorada de la partitura.

Al hablar de Georg Friedrich Händel, el gran escritor inglés Samuel Butler solía decir, con británica y elegante ironía, que su música era tan sencilla que incluso un músico profesional habría sido incapaz de entenderla a fondo. Educado y prudente como todo escritor victoriano, Butler no nos dice a cual de todas las composiciones de Händel era preferible aplicar dicha cualidad. Nos gustaría imaginar que, de todas ellas, la favorita era Alcina, la más delicada, sublime, fantástica ópera de Georg Friedrich Händel.

 

Alcina parte 1

 

Alcina parte 2

Francesco Milella
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