Con frecuencia se ha llamado a Brahms el sucesor de Beethoven, y en parte es cierto ya que utilizó los mismos medios y métodos que Beethoven. También adoptó la idea de Beethoven de una acción musical basada en el desarrollo orgánico de los elementos musicales. Además, el arte de Brahms – especialmente el perfeccionamiento del estilo “variación”, su maestría excepcional sobre todos los detalles de la construcción musical orgánica, su seriedad y concisión estilística – superan el de todos los compositores intermedios desde Beethoven y justifican el encuentro de cierta relación con el compositor de Bonn.
Pero sería tan falaz describir a Brahms como el sucesor de Beethoven como denominar a la rama de cualquier árbol como sucesora del tronco principal. Toda la música del siglo XIX proviene de Beethoven y tuvo muchas ramas, cada una de ellas desarrolló una parte especializada de la fuerza del original, ninguna de ellas comparable a la raíz principal que incluye a todas. Dentro de la amplitud del dominio de Beethoven, Brahms cultivó una sola provincia y en ella, su obra orquestal – si bien reducida en extensión – refleja un prototipo imponente, jamás igualado ni mucho menos repetido o seguido.
Sinfonía no. 4 – Johannes Brahms
Orquesta de Cámara de Europa, dirige Bernard Haitink
Lo mismo aplica a todos los compositores que han sido aclamados por sus admiradores como sucesores de Beethoven. Uno de ellos, el austriaco Anton Bruckner, nació en 1824, nueve años antes que Brahms y, al igual que Brahms, compuso su primera sinfonía después de los 40 años.
Pero Bruckner empezó tardíamente por razones distintas a Brahms. Bruckner se desarrolló lentamente y sus rasgos peculiares sirvieron para despertar antagonismo hacia su persona y obra. Se le señaló como un individuo sin intelecto, que tenía relaciones amorosas ridículas y que era demasiado absurdo para ser tomado en serio. Hasta los jueces benévolos que veían en Bruckner un visionario adelantado a su época, en realidad parafraseaban la idea de que era “un hombre genial pero idiota”.
Siempre se mantuvo la objeción principal: Bruckner no era una persona bien educada en el sentido del siglo XIX. Era un campesino. Y este hecho por sí solo – señalado con cautela o críticamente – fue motivo de escándalo y una limitante para comprender las características individuales de su trabajo creativo.
Sinfonía no. 4 de Anton Bruckner
Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt, dirige Eliahu Inbal
Es necesario reconocer esta situación en vez de comentar superficialmente que las sinfonías de Bruckner contienen algunos pasajes “agradables”. La apreciación misma de “pasajes agradables” refleja pobreza de interpretación. La gente cree haber descubierto analogías cuando en realidad no pertenecen a la esencia del arte de Bruckner.
Las rarezas de Bruckner siempre son perturbadoras: su ingenuidad, en contraste con la intelectualidad altamente desarrollada de Brahms, la sencillez de sus estructuras, que progresan gradualmente en comparación con la continuidad lógica de Brahms, el flujo expansivo e ilimitado de su expresión en contraste con la solidez compacta de Brahms y, finalmente, la ausencia de eventos en su música, que no permiten espacio para confesiones mientras que en Brahms los eventos pertenecen a la calidad orgánica de su música.
Fuente: Paul Bekker, The Orchestra, New York & London, W.W. Norton & Co., 1963
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