Desde el Met de Nueva York: Una Tosca sin Tosca

por: Ricardo Rondón Tosca es una de las óperas más populares de Giacomo Puccini y vehículo de lucimiento para tres grandes cantantes. En México hemos […]

Por Música en México Última Modificación noviembre 24, 2013

por: Ricardo Rondón

Tosca es una de las óperas más populares de Giacomo Puccini y vehículo de lucimiento para tres grandes cantantes. En México hemos aplaudido a algunos divos y abucheado a otros tantos. La “nueva producción” de Luc Bondy es de las peores que hemos visto. Da la impresión de un hangar de aviones abandonado y para nada respalda el argumento, ni permite una proyección lógica del argumento, que deberá estar aplicado con maldad y sangre pero dentro de un ambiente en donde aún el villano Scarpia tiene cierta elegancia. En esta producción, predominó un mundo “amateur” del cine mudo que por desgracia no siempre guardó silencio. Haber sustituido la producción anterior de Franco Zeffirelli por este insulto a la inteligencia es inexplicable y sí fue por razones económicas, no vemos beneficio alguno. Luc Bondy ya nos ha mostrado de sobra su falta de talento pero aquí se coronó como campeón de la ramplonería y falta de inventiva. Su presencia en el Metropolitan Opera es un misterio y hasta observamos un vestuario de dos etapas diferentes de la historia de Francia pero es el menor de los problemas. El todo fue espantoso y los aciertos, se asomaron esporádicamente. La soprano Patricia Racette (Tosca) es poseedora de una voz mediocre, nunca de primera línea, y que no satisface los requisitos musicales. Aún peor es su presentación histriónica, como inspirado en la Gloria Swanson de El ocaso de una vida (Sunset Boulevard). Aunado a todo, Racette canta con línea musical pobre, notas desafinadas y un legato pobrísimo. Su Vissi D’Arte hubiera sido reprobado en cualquier otro sitio. El público del Met es muy tolerante pero al menos casi no aplaudió. En nada cubre las exigencias del rol de Floria Tosca y fue lamentable tenerla que escuchar en tres actos. El peor fue el primero pero en su gran solo refrendó la mala impresión que llevaba. Roberto Alagna estuvo bien como Cavaradossi, actuando con naturalidad y en voz bastante fresca y expresiva. Sus agudos continúan siendo excelentes y es un actor convincente. Por mucho fue el mejor de la función. El barítono georgiano George Gagnidze fue víctima de los acercamientos de la cámara en el primer acto y la voz nos pareció bastante ordinaria. Mejoró en el segundo y dio muestras de que parte de sus problemas fueron culpa de la nefasta dirección escénica de Bondy. De cualquier forma, no es un artista que uno asociaría con el coso lírico más importante del mundo. En partes menores se lucieron John del Carlo, un Sacristán simpático pero cuya voz ya ha visto mejores días y Richard Bernstein, excelente como Angelotti y de timbre atractivo y claro.

La dirección orquestal de Riccardo Frizza se fue de buena a excelente luciendo a la orquesta en el famoso “Amanecer romano”, aquí invadido por un estúpido juego de ajedrez. Resultó una función mediocre y peor que eso en el caso de la soprano Patricia Racette que dio cátedra de cómo no debe cantarse Tosca. Su falta de carisma y control vocal nos produjeron escalofríos. Los responsables deberán enterrar sus cabezas en la arena como señal de vergüenza.


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