El otro Koussevitzky

Serguei Kusevitski (o Koussevitzky, según el idioma para el que se haga la transliteración del ruso) nació en 1874 en la actual Tver Oblast (en […]

Por Música en México Última Modificación noviembre 25, 2018

Serguei Kusevitski (o Koussevitzky, según el idioma para el que se haga la transliteración del ruso) nació en 1874 en la actual Tver Oblast (en su tiempo Vyshni Volochyok), en el contexto de una familia de músicos, con quienes aprendió a tocar los primeros instrumentos (piano, violín, violonchelo y trompeta), antes de que a los 15 años estudiara el contrabajo en Moscú, instrumento que se convirtió en su principal arma de trabajo en su juventud. Pronto empezó a tocarlo en la orquesta del Teatro Bolshoi, en la que, posteriormente, fue nombrado Principal de la sección.

Para 1901 comenzó una incipiente carrera como solista que lo llevó a tocar en Berlín en 1903. Y dos años después ya había compuesto un Concierto para contrabajo (aunque siempre se ha pensado que pudo haber sido compuesto por Reinhold Gliere quien, al menos, colaboró con él en su creación). Casado por segunda ocasión, Serguei vivió con su esposa en Berlín, ciudad en la que estudió dirección de orquesta con el legendario Arthur Nikisch, primer gran director histórico de la ya famosa Filarmónica de Berlín.

En 1908 hizo su debut en público como director, nada menos que con la misma orquesta, pero, en honor a la verdad, es posible que gracias al dinero familiar de su esposa -hija de comerciantes- Serguei contratara a la gran Filarmónica de Berlín. Su segundo proyecto le rindió más frutos: crear una empresa editora, Ediciones Rusas de Música, para lo cual, la pareja regresó a Moscú y publicaron obras de compositores como Rajmaninov, Medtner -especie de sucesor del anterior-, Scriabin, Stravinski y Prokofiev.

En las siguientes décadas, Kusevitski continuó presentándose como solista del contrabajo y con “su propia orquesta a cuestas” realizaba conciertos en Moscú o en barcos que navegaban por el Volga. Después de la Revolución Rusa de 1917, trabajó en Rusia con varias orquestas, antes de exiliarse en Berlín y París. Desde entonces, su orgullo musical era estrenar las obras de sus contemporáneos, especialmente rusos o franceses, hasta que en 1924 se le invitó a sustituir a Pierre Monteux al frente de la Sinfónica de Boston.

Su carrera estadunidense haría historia en los próximos 25 años, con la fama que adquirió como director y por la “era de oro” que comenzó para la Sinfónica de Boston, a la que convirtió en una de las mejores orquestas de Estados Unidos. (Además de sus temporadas regulares, Kusevitski creo el famoso Festival de verano de Tanglewood) además de su leyenda como descubridor de grandes intérpretes, incluyendo a sus alumnos de dirección más distinguidos: Leonard Bernstein, Samuel Adler, Sarah Caldwell y Eleazar de Carvalho, a quienes, por cierto, tuvimos oportunidad de escuchar en México en diversas ocasiones. Bernstein contaba con orgullo que las “mancuernillas” que usaba en cada concierto de su vida, habían sido un obsequio de Kusevitski. Otro de sus legados es el Premio Koussevitzky para directores jóvenes o músicos de diversas especialidades, que fue recibido, entre otros, por Seiji Ozawa, Michael Tilson Thomas y la ya entonces famosa soprano Judith Raskin.

Considerando el escaso repertorio de conciertos para contrabajo y orquesta, la mayoría de ellos escritos en el periodo clásico, la existencia de uno más como el que creó Serguei Kusevitski es de suma importancia y es uno de los más tocados por los contrabajistas. Cuando el futuro gran director aun se dedicaba más a su temprana carrera como solista, en 1903 compuso el Concierto para contrabajo en fa sostenido menor, para ser interpretado por él mismo cuando se le invitara como solista con alguna orquesta. La obra fue estrenada en 1905 con la Filarmónica de Moscú.

La obra está estructurada en un único movimiento, aunque dividido en las tres secciones características de un concierto formal; musicalmente es muy accesible y melódico, como si se tratara de arias de bel canto operístico; de hecho, a la obra la anima algo de la intención de imitar las voces de los grandes cantantes rusos de su tiempo, además de la fuerte influencia del estilo de sus ídolos de la composición musical, Chaikovski, Glinka, Scriabin, Rajmaninov y el propio Gliere.

Fuente: Roberto Ruiz Moctezuma, para OFUNAM.

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