Se ha escrito mucho sobre la soledad de Beethoven y, en efecto, el compositor nunca logró el vínculo conyugal que deseó durante muchos años; además, estuvo bastante aislado por su sordera en la última etapa de su vida. Sin embargo, disfrutó de ciertas amistades significativas de las que, sin duda, la más importante fue su amistad con el archiduque Rodolfo de Habsburgo.
A pesar de enormes diferencias en cuanto a antecedentes y personalidades, Rodolfo y Beethoven establecieron una relación respetuosa y afectiva entre ellos, lo cual no hubiera sido posible si Rodolfo no hubiera contado con dotes musicales. Fue la única persona a la que Beethoven instruyó en el arte de la composición y hay evidencias de que Rodolfo también era un pianista talentoso. Una muestra de las habilidades pianísticas de Rodolfo y del elevado reconocimiento que Beethoven tenía de ellas es el “Triple” concierto, concluido en la primavera de 1804, cuando el archiduque tenía solo 15 años de edad. Además del Triple concierto, Rodolfo recibió la dedicatoria de obras tan importantes como el cuarto y quinto conciertos para piano, las sonatas para piano “Lebewohl” y “Hammerklavier”, la sonata para violín op. 96, el Trío archiduque, la Misa solemnis y la Grosse fuge.
Beethoven no dejó ningún indicio del por qué escogió tres instrumentos para este concierto. La elección del piano, violín y violonchelo como instrumentos solistas parece no tener precedentes en la literatura — “algo realmente nuevo”, escribió a su editor. Había un género popular en s.XVIII conocido como sinfonía concertante para dos o más solistas con acompañamiento orquestal, un modelo renovado del concerto grosso barroco. Mozart y Haydn dejaron fantásticos ejemplos, pero la combinación particular de piano, violín y violonchelo parece nunca haber sido probada antes.
Beethoven bosquejó el primer movimiento a inicios de 1803, durante su período más prolífico. Al mismo tiempo estaba componiendo la sinfonía “Eroica”, la sonata “Waldstein” y la “Appassionata” y el primero de los cuartetos “Razumovski”.
El “Triple” combina la gran escala de un concierto beethoveniano con diálogos instrumentales entre los solistas más bien similares a la música de cámara. El primer movimiento ocupa casi la mitad de la obra pero mantiene una admirable cohesión a pesar de la extensión gracias a la sutil relación en sus temas. En particular, el motivo rítmico que domina el tema inicial, introducido por los cellos y bajos en los primeros compases, recurre a lo largo de la primera parte, a la vez que el vigor casi marcial contribuye mucho al carácter de este movimiento.
El segundo movimiento es soprendentemente ligero: la orquesta y un solo de cello introducen una melodía-himno que repite el piano con grandes elaboraciones. Pero en vez de desarrollar este tema, los solistas pronto entran en un diálogo que conduce directamente al tercer movimiento. Este abre con un tema que utiliza los ritmos de la polonesa que se mantienen durante todo el movimiento, designado justamente como “Rondo alla Polaca”.
Fuente: Paul Schiavo, Seattle Symphony Orchestra y Ryan Turner para Emmanuel music
Comentarios