Hace ya más de cien años que, en 1896, Strauss compuso la que es una de sus más importantes obras y, después del inteligente uso que de ella hizo Kubrick en su película 2001, la más nombrada: Así hablo Zaratustra, un poema sinfónico “libremente basado” en el libro de Nietzsche, que puede y quizá es mejor disfrutar prescindiendo de consideraciones ajenas a la propia música:
No he pretendido escribir música filosófica ni representar musicalmente la gran obra de Nietzsche. He tratado de traducir en música una idea de la evolución de la raza humana, desde sus orígenes, a través de diversas fases de su evolución, religiosa y científica, hasta la idea nietzscheana del superhombre. El poema sinfónico en su totalidad pretende ser un homenaje al genio de Nietzsche, que halla su mayor expresión en su libro Así habló Zaratustra
Pero, por definición, un poema sinfónico tiene argumento literario y en el programa del día del estreno en Frankfurt, podía leerse la siguiente nota:
Primer movimiento: Salida del sol. El hombre siente el poder de Dios. Andante religioso. Pero el hombre todavía anhela. Se sumerge en la pasión (segundo movimiento) y no encuentra la paz. Se vuelve hacia la ciencia, y trata en vano de resolver los problemas de la vida en una fuga (tercer movimiento). Suenan agradables melodías de baile y se convierte en un individuo. Su alma se eleva hacia lo alto, mientras el mundo se hunde muy por debajo de él.
Tres movimientos que incluyen nueve secciones tocadas sin pausas, que toman su título del capítulo del libro de Nietzsche en que se inspiró Strauss, no todos muy ilustrativos para el que no lo conozca y recuerde.
(0:10) I. Einleitung, oder Sonnenaufgang (Introducción, o Amanecer)
La inmensamente popular fanfarria que representa la salida del sol (Sonnenaufgang) (o al propio Zaratustra, o a la naturaleza, o a la fuerza creadora…) , surge de un tenebroso fondo de un Do bajo mantenido por los contrabajos, el contrafagot y el órgano. Al acabar, sólo queda el órgano y un abrumador Do mayor.
(1:41) II. Von den Hinterweltlern (De los trasmundanos)
Los contrabajos en tremolo inician una transición a un lírico pasaje presentado por violas y violoncelos (2:38) que va cargándose de tensión antes desvanecerse en la calma de una viola (5:16)
(5:30) III. Von der großen Sehnsucht (Del gran anhelo)
El arpa y las cuerdas agudas de los violines dan un brusco giro a la obra. La música parece suspenderse mientras sucesivas llamadas del corno inglés (5:46) recuerdan el motivo de la introducción, hasta que los contrabajos intervienen bruscamente (6:38) y arrastran a la orquesta a una enorme agitación -en la que de nuevo se escucha el motivo del amanecer, ahora en las trompetas (7:11)- que culmina con una aguda escala del piccolo.
(7:23) IV. Von den Freuden und Leidenschaften (De las alegrías y de las pasiones)
Los violines y la trompa interpretan una apasionada melodía que se prolonga en las cuerdas solas hasta que los trombones interrumpen (8:47) y hacen concluir el episodio (9:06)
(9:26) V. Das Grablied (La canción de los sepulcros)
Nuevo cambio de ambiente, en una escena de ansiedad y desconcierto que se inicia con las notas más agudas del concertino (9:42) y concluye con el grave sólo de un violoncelo (11:29)
(11:50) VI. Von der Wissenschaft (De la ciencia)
Los contrabajos inician en pianissimo una fuga recordando el tema principal, a la que se incorporan luego los violoncelos (12:41) y el fagot (12:58) y que incluye las doce notas de la escala cromática. El clima de expectante tensión que se ha creado se resuelve fructíferamente en las notas más agudas de los violines (14:13) y en unas wagnerianas flautas (14:36). De nuevo el tema de la introducción, ahora en el oboe (14:52) señala el inicio de la parte final de esta conclusión, que recuerda al travieso y nada heroico Till Eulenspiegel.
(15:34) VII. Der Genesende (El convaleciente)
En el centro de la obra, la fuga de la anterior sección se desarrolla frenéticamente hasta llegar a un clímax en fortissimo con el tema principal de la obra (17:13) y una espectacular pausa. Luego de unos compases muy apagados, la música se reanima y empiezan trinos en las maderas (18:37) con una repetida frase del clarinete (18:45) y un diálogo entre el concertino y el violoncelo solista (19:20) que de nuevo recuerdan a Till Eulenspiegel, hasta que una serie de unísonos y escalas de la cuerda (20:00) marcan el final del episodio.
(20:39) VIII. Das Tanzlied (La canción del baile)
Una vez más el tema principal, esta vez en la trompeta sobre trinos de las flautas, da paso a un vals que presenta el concertino (20:58) y desarrolla luego largamente toda la orquesta (22:45) sin dejar de contar con el protagonismo del primer violín. A propósito de este baile, el crítico musical Herbert Glass escribió:
En “La canción del baile”, el feroz filósofo de Nietzsche, Zaratustra, se arranca con un vals. Algunos críticos pro-Strauss consideran que el compositor glorifica con esto la fuerza de la vida, mientras que los detractores lo señalan como un ejemplo de su miserable gusto. Con toda probabilidad, es a la vez indicativo del afecto de Richard Strauss por otro Strauss (sin parentesco), el mismo rey del vals, y de su sentido del humor (el de Richard), que incluía no tomarse a sí mismo tan en serio como lo hicieron sus oyentes.
(28:12) IX. Nachtwandlerlied (La canción del noctámbulo)
El clímax del vals se va desvaneciendo al empezar a oírse las doce campanadas que marcan el inicio de una tranquila noche (29.19), en la que las notas agudas de los violines, las flautas y el piccolo (la humanidad, Till) (31:28) se despiden con un Si mayor, mientras en las profundidades, las cuerdas graves (la divinidad) no deja de repetir (32:02) el omnipresente Do bajo del motivo inicial de la obra.
Fuente: Notas al programa del concierto del 24 y 25 de abril de 2015 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Publicado en conciertoseneldelibes.wordpress.com
Comentarios