Música de oro: el Renacimiento en España

por Francesco Milella En ningún otro país del continente europeo la palabra “Renacimiento” tuvo un significado tan intenso y revolucionario como en España. Los cambios […]

Por Francesco Milella Última Modificación septiembre 30, 2018

por Francesco Milella

En ningún otro país del continente europeo la palabra “Renacimiento” tuvo un significado tan intenso y revolucionario como en España. Los cambios que Italia, Francia, Alemania y, por supuesto, las regiones flamencas, fueron experimentando lenta y gradualmente a partir de 1450, en la península ibérica ocurrieron de forma rápida y repentina, desencadenando una serie de transformaciones que la historia suele identificar bajo la etiqueta “Siglo de Oro”.  El año 1492 lo dice todo: en enero Castilla conquista Granada, marcando el fin de la asombrosa aventura árabe en España y el triunfo del mundo católico; en octubre Cristóbal Colón llega a América, cerrando definitivamente las puertas de la Edad Media y abriendo las del nuevo siglo. Sin tener el tiempo de adaptarse, España se encontró radicalmente proyectada en una dimensión totalmente nueva: de ser una región relativamente periférica en la geopolítica europea, se encontró al centro de una nueva economía global que en ese momento se abría hacia el Atlántico (una de las grandes consecuencias fue el declive de Venecia).

Bajo el reinado de Carlos V (1500 – 1558) y de su hijo Felipe II (1527 – 1598), España y su creciente Imperio fueron ocupando una posición cada vez más central no solamente en los juegos políticos internacionales, sino también en las  dinámicas culturales que el Renacimiento había desencadenado. La tentación de entrar en las maravillas que tanto la literatura como la pintura ofrecen a partir de estos años es grande. El solo hecho de citar escritores como Tirso de Molina, Lope de Vega, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo y, obviamente, Miguel de Cervantes, junto a filósofos e intelectuales del nivel de Ignacio de Loyola, Bartolomé de las Casas,o pintores como Diego Velázquez o José de Ribera puede ayudar a entender,aunque sea de forma muy superficial, la calidad, la profundidad y la modernidad del universo cultural que España fue capaz de generar en esta época.

Junto a la escritura y a las artes plásticas, la música no tardó en participar directamente en este momento extraordinario de desarrollo cultural. Durante toda la Edad Media, la música ibérica vivió envuelta en el silencio sintiendo el peso de la tradición gregoriana procedente de Francia e Italia. Las cortes del norte, sobre todo las de Cataluña, alcanzaron a escuchar el amable canto de los trovadores, aunque su centro cultural nunca dejó de ser el mundo provenzal. En ese sentido, el 1492 marcó realmente un nuevo inicio: por un lado, la llegada de las regiones flamencas de Carlos V, con su séquito de artistas y músicos y, por el otro, el crecimiento de las cortes locales y sus catedrales, finalmente deseosas de rodearse de nuevos lenguajes culturales, impulsaron un desarrollo musical que España nunca había vivido.

La experiencia de los maestros flamencos, su compleja polifonía y su monumental conocimiento teórico llegaron a España justo cuando la Reconquista estaba generando un entusiasmo católico sin precedentes, un entusiasmo que, obviamente, terminó por encontrar en la tradición musical flamenca su canal de expresión favorito. El resultado fue nada menos que sensacional. Tres fueron los grandes protagonistas de esta brillante etapa musical: Cristóbal de Morales (1500 – 1553), Francisco Guerrero (1528 – 1599) y Tomás Luis de Victoria (1548 – 1611).

Los primeros dos tuvieron, con sus debidas diferencias, trayectorias relativamente parecidas: ambos trabajaron en Sevilla, ciudad que el comercio con las tierras de América había transformado en una de las más ricas y prósperas de Europa, y se dedicaron principalmente al repertorio religioso: Morales con un tono más inquieto y dramático, Guerrero con una mirada más pacífica y serena. Tomás Luis de Victoria, el más celebrado de los tres, tuvo una trayectoria más compleja que inicia con sus estudios en Roma en plena Contrarreforma, donde pudo absorber todos los humores y los lenguajes de la capital del mundo cristiano. Durante toda su vida viajó entre Roma y Madrid, dejando en ambas ciudades huellas de su extraordinario arte musical, síntesis perfecta entre la refinadísima polifonía flamenca y el misticismo que Roma estaba difundiendo en todos los territorios católicos. Con la música de Victoria, como también con la de Morales y Guerrero, la abstracta geometría del mundo flamenco se simplifica, adquiere un lenguaje más inmediato y espontáne pero, sobre todo, más intenso y expresivo, atento a los matices dramáticos del momento litúrgico y respondiendo así a las nuevas exigencias espirituales del siglo XVI, más íntimas y humanas.

Después de esta gloriosa generación, como de hecho pasó con la muerte de Orlando di Lasso y el fin de la tradición flamenca, la escuela española volvió a caer en el silencio: ninguno de ellos fue capaz de formar una escuela y dar un futuro a su arte. Y así, tanto el mundo musical ibérico como el flamenco, al terminar el Renacimiento, desaparecieron completamente de la geografía musical europea. Su herencia fue pasando progresivamente a Italia. Ahí, en la cuna del Renacimiento, la experiencia de estos extraordinarios músicos será filtrada y elaborada de forma original por cada ciudad (Bolonia, Venecia y Roma, entre otras) generando así nuevos y soprendentes lenguajes musicales.

 

Cristóbal de Morales

 

Francisco Guerrero

 

Tomás Luís de Victoria

 

Documental BBC (en inglés): 

Francesco Milella
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