Apasionado por el folclore y profundamente interesado en el pensamiento filosófico y la cultura hindúes (aunque nunca viajó a la India), Gustave Theodore von Holst (1874-1934) —que con la Primera Guerra Mundial cambió su nombre a Gustav Holst para evitar ser identificado erróneamente como alemán— fue un compositor inglés que pasó a la historia por ser el autor de una de las obras más interpretadas y grabadas dentro de la música de concierto: Los planetas (1914-1916). Estrenada en 1918, esta majestuosa suite sinfónica en siete movimientos —cada uno de los cuales lleva el nombre de un planeta y su correspondiente deidad en la mitología grecorromana— terminó por eclipsar al resto de su producción musical, dentro de la que se encuentran obras como A Somerset Rhapsody (1907), la revolucionaria suite oriental Beni Mora (1909-1910), Two Eastern Pictures (1911), un grupo de once himnos corales basados en el Rig Veda (1908-1912), The Hymn of Jesus (1917), el ballet The Perfect Fool (1918-1922), las óperas Savitri (1908) y The Wandering Scholar (1929-1930) y un Doble Concierto para dos violines y orquesta (1930), espléndidas composiciones injustamente relegadas a un segundo plano.
Aunado al arrollador éxito de Los planetas, el carácter reservado de Holst hizo que su figura fuera oscura e imprecisa dentro del panorama de la música inglesa del siglo XX. Sin embargo, la vida de este atípico compositor fue más interesante y compleja de lo que sus retratos —donde vemos a un hombre delgado, de aspecto enfermizo, miope y con expresión de aburrimiento— podrían hacernos sospechar. De hecho, ese fue el punto de partida de lo que más tarde sería el documental Holst: In the Bleak Midwinter (2011). Durante una visita que hizo a Benjamin Britten (1913-1976) en su casa de Aldeburgh, el cineasta británico Tony Palmer (1941) observó que el compositor tenía una fotografía de Gustav Holst en su estudio. Al preguntarle la razón, Britten exclamó: “¡Le debo [a Holst] más de lo que puedes imaginar!”. Intrigado, Palmer empezó a sumergirse en la vida y obra de Gustav Holst, y cuatro décadas después de ese encuentro estrenó lo que es el primer (y único, hasta donde llega nuestro conocimiento) largometraje documental sobre uno de los compositores ingleses más extraordinarios y vanguardistas del siglo XX.
In the Bleak Midwinter es no solo el título de un poema navideño escrito en 1872 por Christina Rossetti (1830-1894) y convertido en villancico al ser publicado en The English Hymnal en 1906 con música de Gustav Holst, sino también el título de este documental tan poco convencional como su protagonista. La película inicia con imágenes de un desierto por el que de un momento a otro esperaríamos ver pasar a Lawrence de Arabia montado en un camello. Sin embargo, la primera información que nos proporciona la voz en off del propio Tony Palmer —realizador, entre muchos otros, de filmes como Benjamin Britten: A Time There Was… (1979), Stravinsky: Once at a Border… (1982) y The Strange Case of Delfina Potocka: The Mystery of Chopin (1999)— es que Gustav Holst fue un hombre que anduvo en bicicleta por el desierto del Sahara, que durante su estancia en Argelia (por motivos de salud) vivió en una calle de prostíbulos, que aprendió sánscrito de forma autodidacta, que aborrecía la patriótica letra (I Vow to Thee my Country) que le pusieron a una de sus melodías más famosas (Júpiter, de Los planetas) y que le tenía un terror absoluto a la inevitabilidad de la vejez y la muerte. Así, esas afirmaciones nos presentan de un solo trazo a un artista atípico cuya figura se irá completando a lo largo de las siguientes dos horas y cuarto, por medio de una incesante yuxtaposición de imágenes de archivo, hermosas vistas panorámicas de los lugares donde vivió el compositor, entrevistas con expertos y extensos segmentos de interpretaciones musicales elegantemente filmadas sobre un fondo negro. Con la ayuda de este entrelazamiento de fragmentos aparentemente inconexos y con una estructura que a primera vista se antoja un tanto errática (la información biográfica parece mezclarse sin ton ni son con fragmentos de películas mudas, impresionantes interiores de iglesias, imágenes de sobrevivientes de un campo de concentración, servicios religiosos, una bailarina desnuda, un ballet de siluetas, un festival en la India y escenas documentales de soldados de la Primera Guerra Mundial, entre otras cosas), Tony Palmer explora cronológicamente los eventos más importantes en la vida de Holst, los cuales nos van revelando a un hombre con una ajetreada vida como padre de familia, profesor y director de orquesta, pero sobre todo con una personalidad compleja, llena de aparentes contradicciones. Así, nos enteramos —por ejemplo— de que este retraído y cortés compositor era un apasionado socialista que no solo compartía las ideas del novelista y activista William Morris (1834-1896) y no se perdía las conferencias del dramaturgo y polemista George Bernard Shaw (1856-1950), sino que llegó a entablar una gran amistad con Conrad Noel (1869-1942), conocido como el Vicario rojo de Thaxted, quien fue un combativo sacerdote antiimperialista, miembro del Partido Laborista Independiente y uno de los fundadores del Partido Socialista Británico. También se nos informa, con las vertiginosas imágenes de un filme musical hollywoodiense como fondo, del discreto (y hoy olvidado) paso de Holst por el mundo de la música para cine, y de la actividad de su hermano menor, Ernest Cossart (1876-1951), como actor teatral y cinematográfico. Descubrimos además a un Gustav Holst que luchó incansablemente por difundir la música folclórica inglesa, si bien no dejó nunca de ser un innovador en el uso de disonancias, excentricidades rítmicas y efectos orquestales que lo colocan al lado de vanguardistas extremos como Arnold Schönberg (1874-1951) e Ígor Stravinski (1882-1971), e incluso se nos muestra cómo ciertas audacias en sus partituras prefiguran el trabajo de compositores como Steve Reich (1936) y John Adams (1947).
Entre los estudiosos que analizan la figura de Gustav Holst en este filme se encuentran el destacado director de orquesta John Eliot Gardiner (1943), el compositor y musicólogo Raymond Head (1948), el renombrado crítico musical Stephen Johnson y el historiador Arthur Burns, pero sin duda el mayor atractivo es la presencia de la compositora y musicóloga Imogen Holst (1907-1984), hija del compositor, en una entrevista de archivo que agrega aún más valor al documental.
Como era de esperar, el retrato del compositor se complementa con abundantes interpretaciones no solo de su obra más conocida, sino de un amplio abanico de piezas que seguramente muchos espectadores escuchamos aquí por primera vez, en las espléndidas versiones de un puñado de músicos de primerísimo nivel como la soprano Kiri Te Kanawa, la mezzosoprano Katherine Jenkins, el tenor Russell Watson, el pianista Antoine Françoise, la violista Ruth Gibson, el BBC Symphony Chorus dirigido por Stephen Jackson, el BBC Symphony Chorus dirigido por Hilary John Davan Wetton, la Savaria Symphony Orchestra dirigida por Tamás Vásáry y la orquesta del Royal College of Music dirigida por Sian Edwards.
Comentarios