La Cuarta sinfonía de Johannes Brahms.

Beethoven había llevado al género orquestal más relevante hasta su punto más alto, pero durante el gran siglo del Romanticismo, el desarrollo de la sinfonía […]

Por Música en México Última Modificación enero 17, 2016

Beethoven había llevado al género orquestal más relevante hasta su punto más alto, pero durante el gran siglo del Romanticismo, el desarrollo de la sinfonía parecía haberse detenido. Obra sin par, por su estructura y sus temas, las cuatro sinfonías de  Brahms (y las que compuso Anton Bruckner) terminaron con aquel tiempo de espera.

La “Cuarta de Brahms” fue una de las más perfectas e innovadoras, una de las más altas expresiones del género y, sin duda, la mejor de las cuatro sinfonías compuestas por Brahms.

A diferencia de Rajmaninov, Brahms nunca dejó de componer en múltiples géneros pero, en cambio, la sinfonía fue el que le ocasionó conflictos creativos, pues el modelo insuperable de Beethoven representaba para él un obstáculo irrebatible. Brahms sentía que componer una sinfonía inferior a las ejemplares obras de Beethoven era

una imperdonable herejía. Por ello, con gran indecisión, fue componiendo obras orquestales en otros géneros que, de igual modo, fueron obras maestras de la mayor relevancia, como sus monumentales conciertos para piano y para violín (a su vez, modelos insuperables en su tiempo), las dos oberturas, las Variaciones sobre un tema de Haydn y las tempranas Serenatas. (El Doble concierto para violín y violonchelo es

una obra tardía, posterior a la Cuarta Sinfonía).

Cuando finalmente estrenó la primera sinfonía en 1876, Brahms contaba con 43 años; la había bosquejado y trabajado durante 14 años y ya había escrito casi todas sus obras orquestales, incluyendo aquellas para coro y orquesta o para voz solista y orquesta) y resultó una sinfonía original y de gran magnitud, con un ineludible homenaje “beethoveniano” en un pasaje que recuerda la gran melodía de “la Novena de Beethoven”.

Sus siguientes sinfonías no tuvieron que esperar tanto: la Segunda la escribió al siguiente año, en un lapso muy corto; la Tercera, en 1883, tardó seis años en surgir y la Cuarta, en cambio, la compuso en menos de dos años, entre 1884 y 1885.

Este dato sorprende pues la Cuarta Sinfonía es una obra muy elaborada en su estructura, en sus desarrollos tonales y, sobre todo, en el intrincado movimiento final que, a pesar de su belleza melódica y de la naturalidad con que fluye su desarrollo, esconde una compleja y rigurosa passacaglia (pieza musical en la que una serie de variaciones sobre un tema –en este caso, 30 variaciones y una coda- se escuchan sobre un fondo musical, a modo de acompañamiento continuo, que en este caso, es un majestuoso coral bachiano).

Este movimiento por sí solo, es una de las creaciones más innovadoras y perfectas de Brahms, cuya magistral complejidad interna podemos descartar en una audición normal y sólo dejarnos llevar por ese flujo de temas continuos que parecen ser uno solo, y por la belleza melódica total del movimiento. Prodigiosa joya musical que corona esta trascendental  Cuarta Sinfonía

Fuente: Luis Pérez Santoja para OFUNAM

La OFUNAM intepretará esta magistral obra bajo la batuta de Enrique Diemecke.

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