Véronique Gens, Soprano. Lionel Bringuier, Director | Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt
La mélodie es un género vocal de canciones en francés que generalmente utilizan textos poéticos. La poesía es el punto de partida para la composición de las piezas, así que aspectos musicales como la forma y la rítmica de la línea melódica dependerán de este origen. Sin duda, el propósito es que la música evoque el tono emotivo del poema y que permita en la medida de lo posible hacer inteligible el texto en cuestión. Por ello, la mélodie, es considerada el equivalente francés del lied alemán, ambos englobados en el género conocido como “Canción de arte”.
La relación entre poesía y música que establece la mélodie, en especial durante el boom de esta forma en el siglo XIX, ha permitido encuentros entre varias de las figuras más prominentes de la cultura francesa. Los textos de Gautier, Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Apollinaire o Éluard fueron musicalizados por magníficos compositores como Berlioz, Fauré, Chausson, Duparc, Hahn, Debussy, Ravel, entre otros.
Les nuits d’été de Hector Berlioz (1803-1869) es unos de los ciclos de mélodíe más importantes de la primera mitad del siglo XIX. Las canciones fueron compuestas en 1832 y publicados hasta 1841, con poemas de Théophile Gautier. Con excepción de Absence, orquestada en 1843, las versiones orquestales del resto del ciclo fueron completadas hasta 1856. Aparte de su atractivo inmediato, el ciclo sugiere que, antes de la nueva escuela de compositores franceses – como Fauré, Duparc, Debussy y Ravel – Berlioz ya reaccionaba a la demanda de la audiencia de su país de canciones de carácter distintivamente francés que contrastaran con el lied alemán, muy generalizado en su época. Pero asegurar que fue Berlioz el que sembró las semillas del lirismo musical francés del resto del siglo es, quizá, una exageración. Era demasiado admirador de la música alemana para hacer tal cosa. De hecho la primera canción, Villanelle, es casi estrófica y solo en la tercera stanza muestra algún cambio melódico real en la línea vocal, un mecanismo que recuerda claramente a Schubert.
Los cantantes tienden a escoger algunas de las canciones para su ejecución por separado pero, dado que cada una tiene méritos artísticos suficientes, esto no afecta del todo. Absence, una llamada al retorno del ser amado, podría, por ejemplo, ser un inicio impresionante para el ciclo: Le spectre de la rose es operística en su carácter y evita ritmos obvios de vals usados en la música para ballet que también inspiró este poema. Sur lagunes, un lamento para el amante muerto, fue musicalizada por Fauré bajo el título Chanson de pêcheur. Berlioz la vuelve una barcarolle, con un acompañamiento flotante que hace eco de España e Italia. Au cimetiere es un lamento, con la dimensión añadida de sonoridades cromáticas y modulaciones enarmónicas –evidencia de la búsqueda constante de Berlioz de distanciarse del sistema tonal convencional. La última canción, L’ile inconnue, es una ligera serenata que, más allá de una cadencia un tanto rara antes que las suplicas de la mujer, iguala las ideas armónicas progresivas. Las cualidades expresivas de ternura de este ciclo nos hacen desear que Berlioz hubiera continuado dedicando tiempo a la poesía francesa.
Fuente Roy Brewer para allmusic.com
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