Maurizio Pollini, una de las más grandes leyendas del piano de los últimos tiempos, murió a los 82 años.
Pollini fue durante seis décadas el paradigma del músico brillante y apasionado al tiempo que elegante y fiel. Deja una marca imborrable en el panorama musical, ganándose el respeto y admiración de colegas y aficionados por igual.
Alberto González Lapuente, crítico musical de ABC Cultural escribe una útil y experta reseña sobre algunas grabaciones de Pollini bajo el sello Deutsche Grammophon, con el cual mantuvo una relación de por vida:
Su primera grabación (1971) fue Tres movimientos de Petrouschka de Stravinski y la séptima Sonata de Prokofiev, la cual se considera aun un hito en la discografía pianística.
Todavía se lee que el registro de los Estudios Op. 10 y 25 de Chopin es la mejor de Pollini, quizá porque arrodilló el mundo ante semejante alarde técnico y apabullante interpretación. Con Pollini se asienta la actual visión de la música del compositor polaco, definitivamente ajena a cualquier afectación romántica, recta, colosal. Luego vinieron otras grabaciones con música de Chopin, definitivamente arrebatadoras, rectas y musculares.
En 2002, Pollini supervisó una edición conmemorativa de 13 discos con motivo de su sexagésimo aniversario. Otra colección recordó su 75 aniversario, e incluyó 58 álbumes. Por destacar algunas de estas grabaciones: el inalcanzable concierto de Schumann, referencia de origen en el Festival de Salzburgo de 1974, en un primer encuentro con Herbert von Karajan con apoyo de la Filarmónica de Viena.
En 2014 concluyó la integral de las Sonatas de Beethoven…que ensanchó la admiración de sus seguidores, a quienes les descubrió la innegociable intensidad interna de esta música. En algún momento, Pollini señaló: “Para qué abordar a Beethoven con espíritu contemporáneo, si es moderno por sí mismo”.
La música del siglo XX deja un reguero de registros que se inicia con Schoenberg (1975) y continúa desmigando en Bartók, Webern (impecables las Variaciones, Op.27,(1976), Boulez (una cúspide con su inabordable ‘Segunda sonata’, 1978, Stockhausen y Luigi Nono, a quien ofrece ’sofferte onde serene…’ para piano y cinta magnética, dedicada a Pollini por el compositor veneciano”.Fuente: Alberto González Lapuente, en ABC, Madrid.
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