Aires nacionales: La canción sentimental

La "canción de autor" se trataba de una canción emotiva, de añoranza y de queja amorosa la mayoría de las veces.

Por Música en México Última Modificación diciembre 17, 2021

Otra vertiente por la que transcurrió la canción mexicana durante la segunda mitad del siglo XIX, es decir, desde la caída del imperio de Maximiliano hasta los primeros años de la dictadura porfirista (1862-1900), es la que corresponde a la “canción de autor”. Se trataba de una canción emotiva, de añoranza y de queja amorosa la mayoría de las veces. Una verdadera pléyade de autores (gran parte de ellos olvidada en la actualidad) producían sin cansancio canciones para ese abundante público que no sólo escuchaba pasivamente como sucede ahora, sino que también era capaz de cantar y ejecutar algún instrumento.

En consecuencia, el negocio en las editoriales era próspero. Las canciones se vendían como pan caliente y alcanzaban un crecido número de ediciones. Todos estos autores de moda, cultivaban un género definible no tanto por su forma cuanto por su contenido que prefigura de cierta manera los temas preferidos por la canción romántica muy posterior: abandonos, enamoramientos, encuentros y desencuentros amorosos, despedidas y descripciones de la amada. Una de las formas musicales preferidas fue la romance de tipo italiano al estilo de Guarda esta flor de Melesio Morales (1838-1908), La huérfana de Ángela Peralta (1845-1883), la sentimental Te amo publicada en 1892 por Lerdo de Tejada. También eran frecuentes las canciones de tipo campirano cuyos modelos más cercanos fueron las canciones del centro de la República, característicamente escritas en ritmos ternario, pero usando claramente las asimetrías típicas de la canción mexicana.

Armónicamente, lo más notable en estas canciones era el uso de melodías dobladas en terceras o sextas. Los ejemplos abundan: desde la conmovedora Marchita el alma, atribuida por don Rubén M. Campos al compositor de Silao, Antonio Zúñiga, obras anónimas como Montes lóbregos, De qué sirve al hombre, hasta la Canción de despedida, cantada por allá por 1877 por la célebre cantante Angela Peralta en una función de despedida, cuya primera estrofa era cantada por todo el mundo: “Yo te amé porque creía que también me amabas tú, ay, dulce encanto de mi vida sueño de mi juventud”. La canción, en forma de danza, manifiesta una incesante mezcla el estilo ranchero, campirano y una cierta reminiscencia de habanera.

Una de las formas más populares de la primera mitad del siglo fue precisamente la habanera. Este ritmo tuvo su origen en la contradanza cubana de principios del siglo XIX que alcanzó su apogeo con las creaciones del cubano Manuel Saumell (1817-1870), dando la vuelta al mundo y conociéndose en toda Europa como contradanza cubana o danza habanera. Su ritmo característico de 6/8 apareció en multitud de obras mexicanas de la época, simplemente tituladas Danza. Su ritmo oscilante y el flujo suave de la melodía se adaptaban perfectamente a los efluvio sentimentales de las canciones mexicanas.

La golondrina, de Narciso Serradell (1843-1910) nuestra simbólica canción de despedida, insustituible a lo largo de todo un siglo y popular desde 1862, está escrita en este estilo de habanera, aunque tamizado con cierta peculiar nostalgia y lentitud en el ritmo que ya resultan muy mexicanas. El repertorio de danzas es infinito; bastaría mencionar la célebre Perjura de Miguel Lerdo de Tejada, Ya no sé si sufrir de Jesús García, Alma y corazón de Elorduy y las célebres Danzas humorísticas de Felipe Villanueva, el estilista del género.

Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.

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