El final de la década de los veinte marca también la aparición del intérprete como artista especializado. Infinidad de canciones obtuvieron una difusión más grande y una fama multiplicada, gracias a que el público establecía una relación entre tal o cual tenor famoso y alguna canción de reciente aparición.
La interrelación comenzó a establecerse con el trío Garnica-Ascencio, responsable del estreno de canciones de Guty Cárdenas, Ortiz Tirado, Barcelata, Jorge del Moral y muchísimos más. El trío Garnica-Asencio había logrado crear un estilo característico y por él era ampliamente conocido. Faltaba, sin embargo, la aparición del intérprete emotivo que viniera a caracterizar plenamente el estilo romántico. Al principio, los intérpretes serán cantantes de calidad casi operística: tenores y barítonos de timbre demasiado atiplado para el gusto actual, pero que resultaban ideales para los requerimientos del momento. Juan Pulido, el barítono español de los discos Víctor junto con Juanito Arvizu, el “tenor de la voz de seda” personifican perfectamente a este género de intérpretes tan famosos y necesarios. Como elemento imprescindible, la fotografía del intérprete llegó a ser un sine qua non en la portada contraportada de toda la primera edición de alguna obra de moda. La edición de 1927 de Nunca de Guty Cárdenas incluye una foto de las creadoras de esa canción: el trío de las hermanas Ascencio y Julia Garnica. Juguete de Amor de Luis Arcaraz expone senda foto de Maruja Gómez dedicada “al compositor y con la admiración de su intérprete”.
Dentro de ese grupo de cantantes famosos por algún especial cualidad de su voz, habría que recordar también a Alfonso Ortiz Tirado, Luis G. Roldán, Néstor Mesta Chaires, José Mojica y Ramón Vinay, y más avanzados los años treinta a Emilio Tuero, Genaro Salinas, Carlos Puig, Ramón Armengod y Pedro Vargas. El catálogo de las intérpretes femeninas contiene también voces muy respetables: las hermanas Águila, Ana María Fernández, la bolerista Chela Campos, las hermanas Hernández, las hermanas Landin, Lupita Palomera, Ana María González y Chelo Flores.
El papel del intérprete en el desarrollo del estilo de la canción romántica fue crucial. Cada solista o cada dúo hacía gala de una característica expresiva y muy particular que lo distinguía de sus competidores. Quien poseía unos graves más sensuales, quien manejaba un rubato más elegante, quien daba tonos más patéticos o más dramáticos. Es obvio señalar que desde la aparición de estos nuevos conceptos de interpretación, es decir, a partir de los años cuarenta el estilo limpio y sin sobretonos dramáticos del trío Garnica-Ascencio, cayó totalmente en desuso.
No hay que perder de vista que la radio fue el medio de difusión más poderoso de la canción romántica, y sus intérpretes tanto como sus ejecutantes contribuyeron a establecer los estilos de ejecución más en boga entre los años treinta y cuarenta. La lista de participantes en el programa de inauguración de la XEW en el año 1930 es una muestra precisa de los instrumentos y arreglos preferidos por los compositores de canciones románticas de esa década:
Alfonso Ortiz Tirado, tenor
Juan Arvizu, tenor
Josefina “Chacha” Aguilar, contralto
Pascual Viderique, violín
Francisco Salinas, guitarra
Néstor mesta Chaires, tenor
Ofelia Euroza, piano
Ana María Fernández, cancionera
Daniel Pérez Castañeda, piano
Agustín Lara, compositor
Jorge del Moral, compositor
La presencia del piano o del violín fue imprescindible en los arreglos románticos de los años treinta. El piano tejía la indispensable construcción armónica de la canción, al mismo tiempo proporcionaba los comentarios melódicos y florituras que preparaban o comentaban la exposición del tema en la voz de la cantante. El violín era el elemento romántico por excelencia ya que proporcionaba (según el caso) el fondo lacrimoso, sentimental o lírico.
Todo buen músico, especialista en el género, supo ser en algún momento de su carrera un pianista romántico. Sin excluir a los acompañantes de profesión como Raulito “El cartero del aire”, primer acompañante del trío Garnica-Asencio y a Alvarito, sería indispensable recordar las lides pianísticas como acompañantes de Gabilondo Soler (1931) “El guasón del teclado”, Gonzalo Curiel (acompañante de Ortiz tirado), Luis Arcaraz, José Sabre Marroquín (acompañante de José Mojica), Beatriz Emparan y Pepe Agüeros “El pianista de las estrellas” (acompañante de “Toña la Negra”).
Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.
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