La música tradicional de Yucatán

De la actividad musical de los grupos mayas que en el siglo IV a. C. poblaron el territorio de lo que hoy en día es el estado de Yucatán

Por Música en México Última Modificación marzo 17, 2024

De la actividad musical de los grupos mayas que en el siglo IV a. C. poblaron el territorio de lo que hoy en día es el estado de Yucatán se conservan vestigios como flautas, ocarinas, sonajas hechas de calabazas rellenas de semillas, caparazones de tortugas, caracoles, cascabeles y silbatos de cerámica. En el siglo X d. C. arribaron a la región los toltecas, que llevaron consigo sus propias manifestaciones musicales con instrumentos como el xankantaan (instrumento membranófono que consiste en un tronco hueco de madera con uno de sus extremos cubierto por un parche de cuero de venado, jabalí, ocelote o jaguar tensado con cuerdas, y con tres patas en la parte inferior, elaboradas en el mismo tronco. Se golpea con las manos o con baquetas que tienen las puntas recubiertas de hule) y el tunkul (también llamado teponaztli, teponaztle o teponaxtli). Con la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI, instrumentos europeos como el violín, la guitarra barroca, la chirimía y el rabel se incorporaron a las costumbres musicales de la población indígena y mestiza. Pero, aunque la música popular en las ciudades y haciendas adoptó (y adaptó) las formas y estilos musicales de los españoles y los esclavos africanos, la gran mayoría de la población indígena permaneció hostil a todo lo que tuviera que ver con la dominación europea, conservando intactas en la medida de lo posible sus tradiciones, por ejemplo en la Danza de los x’toles, que es un baile en honor al Sol en el que los participantes —ataviados con penachos y ropajes de reminiscencia prehispánica— danzan vigorosamente al ritmo de un canto en lengua maya, que se acompaña con música de flautas, tambores y una concha de tortuga, la cual se cuelga en la cintura y se golpea repetidamente con un cuerno de venado.

Sin embargo, la mayoría de las danzas tradicionales yucatecas se vieron impregnadas del inevitable sincretismo religioso producto de la Conquista. Así, encontramos una curiosa mezcla de elementos mayas y católicos en danzas como la Danza del Kots kal tso’, o Danza del degollamiento de los pavos, que se lleva a cabo en el municipio de Dzitás durante la madrugada del 21 de enero (día de la fiesta patronal de Santa Inés, mártir católica que murió decapitada). Ataviados con taparrabos y penachos de plumas, en esta danza ritual participan hombres y mujeres por igual, quienes danzan en círculo dentro de un ruedo que se ha preparado previamente en la plaza principal del pueblo. Primero dan 13 vueltas en sentido contrario a las manecillas del reloj, y luego otras nueve hacia la derecha. Es durante estas últimas vueltas que los varones, quienes llevan un guajolote sobre sus hombros o colgado de la cintura, van retorciendo el pescuezo del animal hasta que muere. Una vez sacrificadas las aves, las mujeres se acercan para —sin dejar de dar bailar y dar vueltas— ayudar a desplumarlas y posteriormente preparar una comida que se reparte al mediodía entre todos los habitantes del pueblo.

Danza del Kots kal tso’

De origen europeo y también presente entre los bailes tradicionales de otros estados de la República Mexicana como Quintana Roo y Tlaxcala, la Danza de las cintas es un baile tradicional yucateco llevado a cabo por cinco o seis parejas de hombres y mujeres, todos ataviados con el traje típico regional (los hombres con camisa blanca de manga larga, pantalón blanco de dril, alpargatas de piel sujetas al tobillo, sombrero de paja tipo jipijapa y pañuelo rojo colgando a un costado; las mujeres con elegante terno formado por fustán [enagua blanca que llega de la cintura a los pies y en su parte inferior está adornada con encajes], hipil o huipil [un vestido blanco con coloridos bordados de flores en la parte inferior que llega a media pierna y se coloca sobre el fustán] y jubón [especie de blusa con escote cuadrado y adornada con bordados de flores iguales a los del hipil, encima del cual se coloca], zapatillas cerradas de tacón recto, el cabello adornado con un arreglo de coloridas flores colocado del lado derecho, y en el cuello vistosos collares de filigrana rematados con una cruz o una imagen religiosa). Los participantes se colocan alternadamente formando un círculo en torno a un mástil de entre 3 y 5 metros de alto que es sostenido firmemente por uno o dos varones que no participan en la danza. El mástil está coronado con un gran ramillete de flores y de él penden listones de colores en la misma cantidad que los participantes. Cada danzante agarra con la mano derecha la punta de un listón y hace una cortés reverencia a las personas que están inmediatamente adelante y atrás de ella en el círculo. Al iniciar la música (que suele ser una jarana en compás de ¾ interpretada con instrumentos de viento y percusiones), los danzantes empiezan a dar vueltas alrededor del mástil, de izquierda a derecha. Luego, dan media vuelta y avanzan de derecha a izquierda. Después de un momento, se detienen y efectúan giros sobre sí mismos para después empezar a dar vueltas los hombres hacia la izquierda y las mujeres hacia la derecha, pasando cada quien su cinta por debajo de la cinta de la persona que avanza en dirección contraria. De pronto, todos los hombres forman un círculo interno y giran alrededor del mástil de derecha a izquierda, mientras que, en el círculo externo, las mujeres giran en sentido contrario. Tras varias vueltas, ambos círculos cambian de dirección y las mujeres pasan al círculo interno mientras los hombres forman el círculo externo. Después, las parejas recuperan su posición original y bailan uno alrededor del otro, sin dejar de entrelazar en ningún momento sus listones. El resultado de todo este ir y venir es un multicolor trenzado de listones que se forma en la parte superior del mástil y que luego los bailarines desharán repitiendo los mismos movimientos, pero a la inversa.

Danza de las cintas

En la localidad de Dzitnup (municipio de Valladolid), algunas partes del municipio de Chikindzonot y otras comunidades del oriente del estado, se lleva a cabo la Danza de Abraham e Isaac, complejo baile en el que se plasma la noción cristiana del Bien y el Mal dentro de un contexto maya en el que se venera a la vejez y se usan máscaras como símbolo de identidad. Esta danza se lleva a cabo a la medianoche del 24 de diciembre, y cuenta con tres figuras principales: Abraham, Isaac y el diablo (llamado Kisín en maya). Los dos personajes bíblicos van vestidos con ropas de color azul y llevan el rostro cubierto con máscaras de madera que tienen rasgos de ancianos, mientras que el diablo va vestido de rojo, lleva en la mano derecha un palo de madera que blande como arma y cubre su rostro con una máscara de cuero de cerdo doblado horizontalmente que lo hacer ver como si tuviera un enorme hocico. Las mujeres del poblado se reúnen en la puerta de la iglesia e inician el rezo de un rosario. En el atrio, parados frente a ellas, Abraham e Isaac —cada uno con una vela encendida en la mano izquierda— danzan al ritmo de las campanas de la iglesia, que tañen para llamar a los feligreses a la Misa de Gallo. Detrás de los personajes bíblicos está el diablo, que se mueve de un lado a otro para intentar colarse dentro de la iglesia e impedir el nacimiento del Niño Jesús. Una vez que las mujeres terminan su rezo, el diablo se lanza hacia el interior del recinto, pero es detenido por Abraham e Isaac, quienes danzan a su alrededor para distraerlo mientras lo van empujando hacia la explanada. Una vez afuera, empieza el combate: el diablo se lanza ya sobre uno, ya sobre otro, pero Abraham e Isaac dan cada vez más vueltas a su alrededor hasta que lo hacen caer al suelo, mareado, ante el regocijo de los espectadores. Una vez derrotado el Kisín, los feligreses entran en procesión a la iglesia para celebrar el nacimiento del Niño Jesús y la instauración del Bien en el mundo. Al día siguiente, los mismos danzantes, caracterizados con sus vestimentas y máscaras, se reúnen con los niños de la localidad para romper con ellos piñatas llenas de dulces y darles regalos. Después del festejo, Abraham, Isaac y el Kisín pasan a cada casa del pueblo para repartir ofrendas. A cambio, la gente les da maíz, el cual los danzantes venderán para reunir el dinero con el que realizarán el ritual del siguiente año.

Danza de Abraham e Isaac (fragmento)

Por otro lado, una de las expresiones dancísticas más arraigadas en las comunidades a lo largo y ancho de Yucatán en la Danza de la cabeza de cochino (también llamada Óok’ostal pool k’éek’en), cuya procedencia se relaciona con las ceremonias prehispánicas de agradecimiento a la Naturaleza y que originalmente se llevaba a cabo con una cabeza de venado, hasta que la aportación del cerdo por parte de los conquistadores españoles dio como resultado la consecuente modificación. Esta danza procesional —en la que participa todo el pueblo— marca el inicio de los festejos comunales más importantes, y para poder llevarla a cabo es necesario que la familia del “diputado” (la persona que corre con los gastos de la fiesta de ese año) haya alimentado a conciencia con granos de maíz y hojas de un árbol selvático llamado ramón (Óox, en maya) a un cerdo que será sacrificado y cuya cabeza, preparada en barbacoa, se coloca —con dos monedas en los ojos y un pan blanco en el hocico— en una charola o canasta adornada con papeles de colores. Rodeando la cabeza se colocan panes, cigarros de joloche (tabaco enrollado en hojas de maíz), elotes salcochados (es decir, hervidos en agua con sal), botellas de licor y otras ofrendas comestibles. De los bordes de la charola cuelgan largas cintas de colores, que las mujeres encargadas de acompañar a la cabeza —vestidas con sus mejores galas— sostienen con una mano durante todo el baile. Una vez reunida la comitiva en casa del “diputado”, uno de los participantes levanta la charola y la coloca sobre su cabeza. A una señal, inicia tremendo estallido de cohetes y los músicos empiezan a tocar una vigorosa jarana llamada, precisamente, Cabeza de cochino. La comitiva sale a la calle bailando al ritmo de la música y dando vueltas alrededor del portador de la charola, quien encarnará al animal vivo durante toda la procesión. Es así que a lo largo del trayecto —en el que se escenifican situaciones cotidianas de la vida del campesino y su relación con los animales y la naturaleza—, el “cerdo” va de un lado a otro, husmeando y curioseando, fingiendo quedarse dormido e incluso intentando escapar. Para evitar que esto último suceda, los danzantes cuentan con la ayuda del chíik y su “esposa”. El chíik es una especie de bufón que encabeza la comitiva cantando en maya, gesticulando grotescamente y haciendo cabriolas. Lleva el rostro embadurnado de pintura y va vestido únicamente con un taparrabos, una diadema adornada con plumas de guajolote y un par de cuernos de diablo. En la mano derecha sostiene una cuerda para lazar al cerdo en caso de que quiera huir. Por su parte la “esposa”, también con el rostro pintado, viste un tosco huipil y sostiene en la mano derecha una pequeña jícara con la que se acerca a los espectadores para pedir limosna. En la mano izquierda lleva una calabaza hueca que contiene un puñado de granos de maíz y que se envuelve en un paliacate para formar una sonaja, la cual agita de rato en rato para que el cerdo —acostumbrado al sonido de su alimento favorito— no se desvíe de su camino. Una vez que llegan a la casa de la persona que se encargará del festejo del año siguiente, el chíik hace entrega de la cabeza de cerdo al nuevo “diputado” y rocía a todos los presentes con balché (una bebida embriagante preparada con aguamiel y la corteza fermentada de un árbol que lleva el mismo nombre) antes de dar paso a una comilona en la que se disfrutan platillos elaborados con el infortunado animalito sacrificado para la ocasión.

Danza de la cabeza de cochino

Los festejos en cuyo marco se lleva a cabo la Danza de la cabeza de cochino se conocen como vaquerías, y son —al lado del baile denominado jarana— una de las prácticas culturales surgidas durante la Colonia que hasta la fecha siguen reafirmando la identidad del pueblo yucateco. Las vaquerías surgieron en las antiguas haciendas cuando, después de una buena cosecha o una vez concluido el conteo y marcación con hierro del ganado, los patrones organizaban un gran festejo en el que había música y baile. Esta costumbre no pasó desapercibida a las autoridades religiosas, que la incorporaron a las celebraciones parroquiales. Así, las vaquerías pasaron de celebrarse en las haciendas a realizarse en la explanada frente a la iglesia, convirtiéndose en un festejo comunitario que, ya disociado de las actividades ganaderas, marca la culminación de las ceremonias religiosas más importantes del calendario.

Nutridas andanadas de pirotecnia se hacen escuchar desde temprano mientras frente a la casa del “presidente” (persona encargada de la vaquería de ese año y cuya capacidad económica marcará la duración y calidad del festejo) empiezan a reunirse los grupos de bailarines que llegan desde otras localidades y que se denominan gremios. Cada gremio lleva como identificación banderas y estandartes que representan al santo patrono del barrio o pueblo al que pertenecen. Una vez todos presentes y organizados por un “bastonero”, los gremios parten rumbo a la iglesia del poblado. En el trayecto los acompaña un grupo de músicos que van interpretando jaranas y temas tradicionales. Cuando llegan frente a la puerta de la iglesia, los miembros de los gremios cantan el himno “Viva Cristo Rey”, colocan bajo resguardo sus banderas y estandartes y escuchan una misa para agradecer las bendiciones recibidas a lo largo del año. Terminada la ceremonia religiosa, el baile de la vaquería es inaugurado oficialmente con la interpretación de La angaripola, que es un baile de parejas perteneciente al género de la jarana y que se caracteriza por un zapateado vigoroso, o de Aires yucatecos, especie de marcha que sirve para hacer la presentación de los conjuntos de bailadores, aunque cabe mencionar que en algunas localidades el festejo inicia con la ya mencionada Danza de la cabeza de cochino. Una vez empezada la vaquería, los músicos no dejan de interpretar, una tras otra, jaranas como El atole, Las maracas, La princesa y El degollete (tema que fue utilizado como himno de batalla durante la Guerra de Castas, cruento conflicto racial que sacudió a la península de Yucatán en la segunda mitad del siglo XIX) mientras los bailarines de los distintos gremios lucen alternadamente sus mejores pasos. De pronto, alguien grita “¡Bomba!” y la música se interrumpe. Los bailarines se detienen y el varón se adelanta para soltar una bomba, que es una cuarteta o redondilla (estrofas formadas por cuatro versos octosílabos) que se dice como piropo a la mujer con quien se baila o hace alusión al momento que se disfruta. Puede ser romántica o jocosa, pero nunca grosera, y la respuesta por parte de la mujer no deja de ser igual de ingeniosa. El público reconoce la destreza usada en la bomba con risas y diciendo “¡Bravo!”, y luego la música y el baile continúan. La vaquería suele terminar con la interpretación de El toro grande o El torito, sones “de jaleo” con un ritmo muy acelerado en los que se imita el enfrentamiento entre el torero (el hombre) y el toro (la mujer). Las parejas dan vueltas en un espacio delimitado como si fuera una arena, midiéndose y provocándose con pasos hacia adelante y hacia atrás. Sin dejar de zapatear rítmicamente, el hombre toma como capote su pañuelo, mientras la mujer lo embiste con gracia para tratar de derribarlo, ya sea con un golpe del hombro o de la cadera, o de plano metiéndole una zancadilla. Una vez caído el torero se da por concluido el son de jaleo y los músicos tocan la “diana”, popular fanfarria que indica que la vaquería ha llegado a su fin.

Bomba y La angaripola

Ahora bien, durante el desarrollo de las vaquerías se interpretan incesantemente diversas jaranas, pero ¿qué es la jarana yucateca? Se trata de un baile de pareja de estilo libre en el que se mezclan los elegantes movimientos de la seguidilla castellana y la jota aragonesa con las sencillas coreografías de las danzas indígenas. Puede tener dos tipos de forma métrica: la primera, en compás de 6/8, es zapateada, y la segunda, en compás de 3/4, es valseada, aunque a partir del siglo XIX se empezaron a escribir jaranas que inician en 3/4 y terminan en 6/8, como sucede con Mi lindo Motul y La morena de mi pueblo. Originalmente las jaranas yucatecas solo eran instrumentales, pero con el tiempo se les fueron agregando textos rimados, ya sea adaptándolos a una música preexistente o agregando música a determinados versos. En cuanto a la coreografía, una de sus características particulares es que, aunque los hombres y las mujeres se colocan en fila, frente a frente, para iniciar el baile, una vez empezada la jarana cada pareja conserva su autonomía y su propio espacio para realizar las figuras que se le ocurra. No hay pasos diferenciados para los hombres y las mujeres, y todos desarrollan su zapateado combinando fuertes pisadas de metatarso y talón con elevaciones y cruces de piernas en distintos sentidos, además de hacer giros con los brazos en alto e imitar el sonido de las castañuelas españolas chasqueando los dedos de las manos para marcar el ritmo de la pieza que están bailando. El tronco de los bailarines siempre se mantiene erguido, lo que les permite, al interpretar determinadas jaranas, sostener objetos en la cabeza —por ejemplo, charolas con botellas y vasos— sin que se caigan, acrobacias que se conocen como “galas” o “suertes” y que resultan aún más admirables cuando la jarana se baila sobre un almud, que es una pequeña caja de madera que en tiempos de la Colonia servía como medida para comprar y vender granos. Dadas las reducidas dimensiones del almud, los bailarines que se aventuran a realizar esta proeza requieren una gran habilidad que es recompensada con sendos aplausos.

Mi yucateca

Por su parte, la música de las jaranas es interpretada por una charanga jaranera, conjunto que suele estar formado por un par de trompetas, dos clarinetes, tres saxofones (dos altos y un tenor), un trombón, un contrabajo (a veces sustituido por un bajo eléctrico), un bombo, un güiro y dos timbales. En ocasiones, a la alineación tradicional de la charanga jaranera se agregan más instrumentos hasta formar verdaderas orquestas, como es el caso de la famosa Orquesta Típica Yukalpetén, fundada en 1942 y que cuenta con 45 integrantes, la cual se ha distinguido por su labor de rescate y preservación de la música tradicional yucateca, además de contar con varios discos grabados y participaciones en películas como Un yucateco honoris causa (Arturo Martínez, 1967) y Peregrina (Mario Hernández, 1974). Cabe mencionar que el primer director de la Orquesta Típica Yukalpetén fue el violinista y compositor Daniel Ayala Pérez (1906-1975), nacido en el municipio de Abalá y autor de obras como el ballet El hombre maya y los poemas sinfónicos Uchben X’coholte y Tribu.

Pepe Domínguez y Carlos Duarte Moreno: Aires del Mayab (Orquesta Típica Yukalpetén)

Entre las jaranas representativas del estado se encuentran El chinito Koy Koy, Las mujeres que se pintan, La fiesta del pueblo, El deporte, Mimí Inés, Rebozo de algodón, Las flores de mayo, El porvenir, Mi yucateca, El pájaro azul, Vamos a zapatear, Las canastas de Halachó —en la que las mujeres llevan sobre el hombro derecho una canasta llena de flores—, Kiichpam x’pet y El Tunkuluchú-hu, curioso baile en el que se representa el cortejo nupcial de los búhos: al principio las parejas se colocan frente a frente e inclinan ligeramente sus cabezas hasta tocarse para hacer referencia a la unión de los picos de los búhos, y luego las mujeres extienden los brazos para imitar el vuelo de las aves mientras sus galanes se colocan detrás de ellas y las siguen, también aleteando y gritando “ju, ju, ju-ju-ju”.

Bomba y El Tunkuluchú-hu

A finales del siglo XIX e inicios del XX, en las grandes ciudades del estado floreció la trova yucateca, un estilo interpretativo de la canción popular relacionado directamente con los ritmos de géneros musicales como la clave, la habanera y el bolero cubanos y el bambuco colombiano, los cuales habían llegado a la península de Yucatán como parte de la intensa actividad comercial y cultural establecida entre el Caribe y la región Sur-Sureste de México. En sus primeros años, el repertorio de los trovadores yucatecos consistió principalmente en canciones de músicos cubanos como Sindo Garay, Manuel Corona, Alberto Villalón, Rosendo Ruiz y Eusebio Delfín o —en el caso del bambuco colombiano— de duetos como el de Pedro León Franco Rave, mejor conocido como Pelón Santamarta, y Adolfo Marín (que difundieron su música bajo el nombre artístico de Pelón y Marín) y el de Alejandro Wills y Alberto Escobar. Sin embargo, los músicos yucatecos rápidamente encontraron una voz propia y un sonido característico que, ya para la década de 1920 —considerada la época de oro de la trova netamente yucateca— hacen posible hablar de, por ejemplo, canciones yucatecas (la primera de ellas, Despedida, compuesta en 1880 por Cirilo Baqueiro Preve, con letra de José Peón Contreras); claves yucatecas (la primera de ellas, Penumbra, también conocida como La noche llegó, compuesta en 1908 por Antonio Serrano Sabido, con letra de Rodrigo Milán Heredia); boleros yucatecos (el primero de ellos, Madrigal, compuesto en 1918 por Enrique Galaz Chacón, con letra de Carlos Ricardo Menéndez); bambucos yucatecos (el primero de ellos, El rosal enfermo, compuesto en 1920 por Ricardo Palmerín, con letra del poeta canario Lázaro Sánchez Pinto) y géneros mixtos como la clave-bolero (cuyo primer ejemplo es El pájaro azul, compuesto en 1928 por Pepe Domínguez, con letra de Manuel Díaz Massa); la clave-jarana (cuyo primer ejemplo es Aires del Mayab, compuesto en 1929 por Pepe Domínguez, con letra de Carlos Duarte Moreno) e incluso un curioso género añorante de la grandeza prehispánica que se conoce como evocación maya (cuyo ejemplo más conocido es Caminante del Mayab, canción compuesta en 1931 por Guty Cárdenas, con letra de Antonio Mediz Bolio).

Guty Cárdenas y Antonio Mediz Bolio: Caminante del Mayab (interpreta Guty Cárdenas)

Aunque con ritmos y estructuras formales diferentes, los géneros que forman el repertorio de la trova yucateca consisten en poemas líricos interpretados tradicionalmente a una voz y con una sola guitarra, a dos voces (donde la segunda desarrolla una línea melódica mientras acompaña a la primera) con acompañamiento musical de un trío de instrumentos usualmente interpretados por los propios cantantes y originalmente formado por guitarra, guitarrón y requinto (aunque a partir de la década de 1950 el guitarrón fue sustituido por otra guitarra hasta que, en la década de 1990, la alineación volvió a modificarse para quedar en guitarra, bajo [ya sea guitarrón, bajo eléctrico, contrabajo o tololoche] y requinto) o incluso con acompañamiento de dos requintos, dos guitarras sextas, un guitarrón y hasta maracas, güiro y bongós.

Mayormente de tema romántico, la trova yucateca se caracteriza por la gran calidad de su música y la corrección literaria de su texto, casi siempre resultado de la colaboración entre un músico y un poeta locales, la musicalización de los versos de algún vate extranjero o la inflamada inspiración del propio músico como cantautor. Así, al hablar de tal o cual bolero, clave o bambuco yucateco, resulta impensable mencionar al intérprete sin citar al letrista, por ejemplo los ya mencionados Cirilo Baqueiro Preve (1849-1910), mejor conocido como Chan Cil, violinista y compositor nacido en San Francisco de Campeche [cuando esta ciudad era parte de Yucatán] y cuya amplia producción que abarca los más diversos géneros musicales lo ha llevado a ser considerado como el padre de la trova yucateca, y José Peón Contreras (1843-1907), médico, poeta y novelista nacido en Mérida, que fueron los autores de temas como Adiós, A María, Un sueño, Azucena, Vuelvo a ti, La mestiza y la ya mencionada Despedida; el guitarrista y compositor José Fermín Nazario Pastrana Pacheco (1853-1925), conocido artísticamente como H’uay Cuuc, nacido en Mérida y autor de canciones como Ausencia, con versos de Fernando Celada (1872-1929), Que importa, con letra del poeta Fernando Juanes González Gutiérrez (1857-1900), Si hay algún césped blando, con versos de Manuel Acuña (1849-1873) y Porque el mar es así, con letra del poeta e historiador Ricardo Mimenza Castillo (1888-1943), y el ya mencionado Ricardo Palmerín Pavia (1887-1944), músico autodidacta nacido en Tekax y autor de temas como Se esfumó de mi vida, con letra de la poetisa meridana María del Rosario Sansores Pren (1889-1972), Desdén, Rosa linda y Nube errante, en colaboración con el prolífico poeta meridano Ermilo Alfonso “Chispas” Padrón López (1898-1978), Languidece una estrellita, con letra del periodista, escritor y locutor izamaleño Ricardo “el Vate” López Méndez (1903-1989), Las dos rosas, Cuando ya no me quieras, Que entierren mi cuerpo, Que será lo que sueña, Mírame sin miedo, La ofrenda y Milagro de amor, con letras del poeta e historiador meridano José Esquivel Pren (1897-1982) y la famosa Peregrina, en colaboración con el poeta Luis Rosado Vega (1873-1958), nacido en Chemax y a su vez responsable de la publicación del primer cancionero yucateco.

Ricardo Palmerín y Luis Rosado Vega: Peregrina (interpretan Los Juglares)

Destacan también el peluquero y compositor Domingo Casanova Heredia (1890-1957), que tomó como base el poema Pequeño nocturno del poeta y diplomático dominicano Osvaldo Bazil Leiva (1884-1946) para componer el bellísimo bolero Ella; el compositor y guitarrista Enrique Galaz Chacón (1897-1972), nacido en Hunacmá y autor de boleros como el ya mencionado Madrigal, con letra del periodista y poeta Carlos Ricardo Menéndez (1872-1961), Esquiva, con letra de Ermilo “Chispas” Padrón y Para no darme cuenta de la vida, con letra del poeta colombiano Julio Flórez Roa (1867-1923), además del bolero-son Playas de Telchac y la evocación Danza maya, entre otras obras; el compositor, arreglista y director de orquesta Rubén Darío Herrera Martínez (1897-1962), nacido en Cansahcab y autor de numerosas jaranas —entre las que destacan Coqueteando, Vaquería, El chinito Koy Koy, Meridana, El rosario de filigrana y Nicté-há— y curiosas combinaciones de charlestón-jarana y jarana-rumba para espectáculos de revista teatrales, muchas de las cuales se popularizaron fuera de su contexto y terminaron agregadas a las vaquerías, además de canciones como Amor secreto, con letra del poeta venezolano Diego Córdoba y de Aguilar, y la clave-bolero Boca loca, con letra del poeta y dramaturgo meridano Carlos Duarte Moreno (1900-1969), y el ya mencionado José del Carmen Domínguez Saldívar (1900-1950), mejor conocido como Pepe Domínguez, compositor nacido en Dzidzantún y autor de canciones como Granito de sal y Aires del Mayab, ambas con letra de Carlos Duarte Moreno, Plenilunio, con letra de Ermilo “Chispas” Padrón, El pájaro azul, con letra del maestro normalista, locutor y poeta meridano Manuel Díaz Massa (1909-1977) y Beso asesino, con letra de Víctor Manuel Martínez Herrera (1896-1970), poeta nacido en Cansahcab y a su vez compilador del cancionero yucateco de 1969.

Domingo Casanova Heredia y Osvaldo Bazil Leiva: Ella (interpretan Felipe García y el grupo Zamná)

Obligado es mencionar al malogrado cantante, guitarrista y compositor meridano Augusto Alejandro Cárdenas Pinelo (1905-1932), conocido artísticamente como Guty Cárdenas, quien con sus apariciones cinematográficas, presentaciones en vivo a nivel internacional y abundantes grabaciones para casas disqueras como Peerless y Columbia Records se convirtió en figura clave para la proyección de la trova yucateca en el extranjero y que compuso temas como Yukalpetén, Campanitas de mi tierra y la ya mencionada Caminante del Mayab en colaboración con el poeta, periodista y político meridano Antonio Mediz Bolio (1884-1957), Rayito de sol y Para olvidarte, con versos de Ermilo “Chispas” Padrón, Golondrina viajera, Quisiera, Aléjate y Nunca, en colaboración con Ricardo “el Vate” López y Por ser bonita, Tú y la luna, Rosa solitaria, Claro de luna, Silencio y No me olvides, con letras del guitarrista, compositor y cantante meridano Carlos Renán “Chalín” Cámara Zavala (1905-1992), que fue además su segunda voz y acompañante en muchas de sus grabaciones; Vicente Uvalle Castillo (1905-1996), nacido en Mérida y autor de canciones como Tarde primaveral, Serenata, Amor inmortal. Déjame vivir, A tus plantas y Plegaria, y el poeta y compositor Manuel “Wello” Rivas Ávila (1913-1990), nacido en Mérida y autor de un centenar de temas, entre los que destacan Quisiera ser golondrina, Cenizas, Llegaste tarde, Callecita, ésta escrita en coautoría con Ricardo “el Vate” López, y Un problema, en colaboración con el también poeta y compositor meridano José Antonio Zorrilla Martínez (1915-1982), quien a su vez escribió más de 200 canciones, de entre las cuales son Bonita (con música del capitalino Luis Alcaraz) y Usted (en coautoría con el compositor tapatío Gabriel Ruiz Galindo) dos de las más famosas.

Manuel “Wello” Rivas: Quisiera ser golondrina (Mérida en Serenata)

Importantes también son los nombres del compositor y guitarrista meridano Pastor Cervera Rosado (1915-2001), autor de la música y el texto de canciones como A mi novia, Amor y dolor, Así te quiero y Bésame con pasión; el compositor y arreglista Antonio Núñez Manzanero (1918-1997), nacido en Mérida y autor de temas como Sé muy bien que vendrás, Serenata tropical y Déjame amar; la pianista, compositora y poeta Estela Puerto Canto de Pompeyo (1918-1990), nacida en Baca y autora de boleros como Noche y amor, Nuestra promesa, Miénteme y Rosas de estío; el cantante operístico meridano Nicolás Urcelay Alonzo (1919-1959), conocido como “El Caruso del Mayab”, quien apareció en diversos programas de radio y televisión y se convirtió en uno de los principales intérpretes de los boleros escritos por la compositora guanajuatense María Grever (1885-1951); el poeta y compositor meridano Juan Acereto Manzanilla (1930-1991), quien formó parte del trío Los Trovadores del Mayab y fue autor de canciones como Tus ojitos tristes, Camino de tortura, Ave sin rumbo, Cautivo de amor, Tú, mi única pasión, Antes, Canto para dos amantes, Celos, Es que tú me amas, Siempre a mi lado, Nuestra cita y Donde nace el sol, además de incorporar el joropo (género musical tradicional de Colombia y Venezuela, derivado del fandango español) a la trova yucateca con el tema Gota a gota; el compositor meridano Luis Demetrio Traconis Molina (1931-2007), autor de conocidísimos temas como La puerta, Si Dios me quita la vida, Felicidad, Eres todo para mí, Copa de vino y, en colaboración con el músico sinaloense Pablo Beltrán Ruiz (1915-2008), el bolero-mambo ¿Quién será?; el compositor e intérprete meridano Raúl Felipe Domínguez Romero (1931-2009), sobrino del ya mencionado Pepe Domínguez y nieto del autor de jaranas en lengua maya Joaquín Domínguez Lizama, además de miembro [al lado de Juan Acereto Manzanilla y Jorge Torres Ballote] de Los Trovadores del Mayab y autor de temas como Noche de ensueño, Este modo de quererte y En mis brazos, y el poeta y compositor Luis Espinosa Alcalá (1932-2009), nacido en Mérida y conocido como el Paisajista musical del Mayab por la delicada y acertada manera en que describe los lugares y las costumbres de su tierra natal en canciones como A Yucatán, Guitarrita yucateca, Mérida colonial, Silencio azul, Cuándo y La tormenta.

Luis Demetrio Traconis: Si Dios me quita la vida (interpreta el trío Fantasía)

Finalmente, es necesario mencionar al cantautor Carlos José Reyes Hernández (1933-2009), mejor conocido como Carlos Lico, que nació en Izamal y escribió temas como Todos esos días, Alma rota y Si no te quisiera, además de contar con más de 40 discos como cantante; Enrique Novelo Navarro (1934-2019), mejor conocido como “Coqui” Navarro, nacido en Progreso y autor de canciones como Despierta paloma, Borraré tu nombre, Sé que te quiero, el bambuco Déjame llegar a ti y el bolero Te amaré toda la vida; el célebre compositor, cantante y pianista Armando Manzanero Canché (1935-2020), nacido en Ticul y autor de más de 400 temas entre los que destacan títulos como Somos novios, Esta tarde vi llover, Contigo aprendí, Te extraño, No sé tú, Como yo te amé y Adoro; Carlos Gil “El Zaci” (1941), cantante y compositor nacido en el municipio de Valladolid y autor de temas como Recuerdo a Peregrina y Cada día; el guitarrista, cantante y compositor José Alfonso Ontiveros Carrillo (1941-1982), mejor conocido como Guadalupe Trigo, nacido en Mérida y destacado exponente de la nueva canción latinoamericana con temas como Acostúmbrate, La milpa de Valerio, María Madrugada, En el nombre de Dios, El último poeta, Compañero y la famosa Mi ciudad; el cantautor Sergio Iván Esquivel Cortés (1946-2021), nacido en Ticul y autor de temas como Alguien vendrá, escrito en colaboración con el compositor y arreglista veracruzano Memo Salamanca (1924-2008), ¿Dónde está mi amor?, Qué alegre va María, Cuando me vaya, Dos rosas, Un tipo como yo y Luciana, entre muchos otros; el cantante y guitarrista Antonio Espinosa Becerra (1952-2021), conocido artísticamente como “El Señor Amor”, originario de Oxkutzcab e incansable promotor de la música vernácula yucateca en México y Estados Unidos; el guitarrista, compositor y cantante Jorge Buenfil Ávila (1952), nacido en Tekax y autor de temas como Eso y más, Dulce pena y Bar El Destino; la cantante, guitarrista y compositora meridana Maricarmen Pérez Domínguez (1955), conocida como “La Golondrina Viajera”, quien es una de las principales promotoras de la trova yucateca a nivel nacional e internacional, con 19 discos grabados y presentaciones en más de 40 festivales alrededor del mundo; la compositora e intérprete Angélica Balado (1960-2024), nacida en Tekax y autora de más de 300 canciones, entre las que destacan Regrésame la vida, Piel de barro, Vuela y canta por México y Promesa, y el cantante y compositor meridano Rodrigo Álvarez de la Cadena (1988).

Armando Manzanero: Contigo aprendí

Además de la labor compositiva e interpretativa de trovadores y poetas como entes individuales, en lo que respecta a las agrupaciones musicales destacan —además de la Orquesta Típica Yukalpetén y Los Trovadores del Mayab— Los Caminantes del Mayab, trío formado en 1947 por Pedro Fernández, Salvador Zapata y Carlos Antonio Pereyra; el trío Los Montejo, fundado en 1958 por Eduardo Novelo Estrada, Rafael Villalobos Vázquez y Fernando Méndez May; el exitoso trío Los Duendes del Mayab, fundado a inicios de la década de 1970 y cuyos miembros originales fueron Clemente López Espadas, José Quintero y Carlos Herrera; el grupo Yahal-Kab, formado en 1978 con el propósito de difundir la trova yucateca y cultivar los lazos musicales existentes entre Yucatán y Cuba; el trío Los Nobles, fundado en 1984 por Luis Felipe Góngora, Sergio Bojórquez y Javier Pech; el trío Ensueño, fundado en 1988 (no confundir con el trío del mismo nombre fundado en Santiago de Cuba en 1961); el versátil grupo Los Juglares, fundado en 1991 y que lo mismo aborda la trova yucateca que la música cubana, el rock and roll y hasta la música ranchera, y el Trío TrovaNova, fundado en el año 2000.

Cabe mencionar que decenas de canciones del amplísimo repertorio de la trova yucateca han encontrado proyección a nivel mundial a través de las muy particulares interpretaciones de los más variados cantantes, desde Jorge Negrete hasta Luis Miguel, pasando por figuras como Pedro Vargas, Olga Guillot, María Dolores Pradera, Lucho Gatica, el trío Calaveras, Javier Solís, Marco Antonio Muñiz, Alberto Vázquez, el trío Los Panchos, Rocío Dúrcal, Amparo Ochoa, José José, Carmela y Rafael, Daniela Romo, Alejandro Fernández y un larguísimo etcétera.

Luis Demetrio Traconis: La puerta (interpreta Lucho Gatica)

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