Los periódicos El monitor Republicano y El Siglo XIX anunciaban el 3 de diciembre de 1850 una función a beneficio de la actriz María Gañate en la que se bailaría y cantaría un jaleo andaluz de composición reciente denominado La Sandunga. Al parecer, la melodía se difundió por todo el país y pocos años después, probablemente en 1853, fue llevada por Máximo Ramón Ortiz desde Oaxaca a Tehuantepec; pronto se le adaptaron unos versos en zapoteco, con lo que inmediatamente se le consideró una canción istmeña.
Esta es la historia más difundida sobre el origen de la sandunga. Como en el caso de un buen número de canciones tradicionales, mitos románticos oscurecen y hacen imposible un rastreo efectivo de su origen, sobre todo tratándose de una pieza tan acendrada en el sentir regional.
El musicólogo Gabriel Saldívar considera la terminación nga como puramente africana. Por otra parte, el historiador Hugo de Grial sostiene que Sandunga es un nombre zapoteco cuyas raíces son “saaa”, qué significa música, y “ndu”, qué significa profundo.
Sea como fuere, este son, perteneciente a la familia de los fandangos y que aún conserva su misma estructura, ha venido a considerarse como la música distintiva de Tehuantepec, aunque también la reclamen como suya los chiapanecos y los oaxaqueños. La sandunga desata por igual nostalgias y localismos encendidos; al cumplirse el centenario de la sandunga, los istmeños lanzaron una iniciativa para declararla himno del Estado de Oaxaca. La idea no prosperó porque los oaxaqueños que no pertenecen al istmo prefieren como tal el vals Dios nunca muere de Macedonio Alcalá.
La sandunga ha sido crucial en el desarrollo musical de la región istmeña; gran cantidad de los sones que se tocan actualmente en Tehuantepec, incluyendo la noble y melancólica Llorona, se derivan ostensiblemente de ella. Hace tiempo, existió inclusive en Oaxaca una sandunga en forma de danza que muy probablemente fue anterior a la sandunga valseada que hoy conocemos.
La sandunga, tal como es ejecutada en la actualidad por bandas y orquestas istmeñas, tiene dos partes netamente diferentes. La primera es una introducción en la que abunda la improvisación instrumental, con ornamentación y solo de clarinete que se desarrolla libremente; en realidad se trata de verdaderas variaciones en torno al tema principal. A esta parte de 72 compases, se conoce como “paseo”; a veces el dicho paseo tiene tal cantidad de improvisaciones libres que se convierte en una verdadera maraña instrumental. Al finalizar el paseo, el cornetín anuncia en la entrada del “zapateado”, en donde se escucha finalmente la voz cantante encargada de enunciar, una vez más, uno de los miles versos de la sandunga.
El popular son, una vez extendido por todo el Istmo, fue llevado a Chiapas en donde también se popularizó ejecutado por la marimba. Muy a pesar de esta nueva y popular transformación, algunos conocedores y admiradores de la sandunga en su estado original, la prefieren ejecutada por las típicas bandas istmeñas.He aquí el texto original de la sandunga:
Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.
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